Lourdes y Canc¨²n, de moda
Cu¨¢nta ingratitud la que impera o reina. Te traes a unos miles de j¨®venes de todo el mundo -cuanto peor parte del mundo, mejor- para que hablen de lo suyo en el parque tem¨¢tico del F¨®rum; les das de comer y de dormir, les haces el favor de confiscarles el pasaporte para hacerles el favor de no tener que perseguirlos y encarcelarlos por inmigrar ilegalmente... Y luego, en la clausura, protestan del car¨¢cter mercantil de la organizaci¨®n. Desaprensivos.
Pero es que el ser humano es parad¨®jico y hasta incongruente. Ni el mism¨ªsimo Papa se halla exento del Don de la Arbitrariedad, y eso que deber¨ªa haber sido favorecido con una especie de reloj biol¨®gico, ya que supongo que sigue manteniendo personalmente el dogma de la virginidad de Mar¨ªa -convertido en noticia: el telediario nocturno de Tele 5 lo dio por hecho, as¨ª como las apariciones de la Se?ora a Bernadette and Co.- y de tutti cristi. Y no. Juan Pablo II puede ser Infalible, Inefable e Infinito (o, al menos, Muy Duracell), pero el Esp¨ªritu Santo deb¨ªa de encontrarse huyendo de la escopeta de ?lvarez-Cascos cuando distribuy¨® entre los pont¨ªfices las dosis de Sentido de la Oportunidad.
He hecho reportajes en Lourdes, conozco bien ese centro peregrino del 'marketing' de la fe, inferior en cutrez al situado en Chestochkova
No digo yo que haya estado mal hablar, en Lourdes -por lo in¨²tilmente tarde que llega el mensaje a una parroquia ya convencida-, contra el sexo, el aborto y el feminismo radical, ante una audiencia cuyo perfil aproximado es el de Le Pen m¨¢s Lefevbre m¨¢s Delicatessen. No obstante, ?pronunciarse, una vez m¨¢s, contra la manipulaci¨®n gen¨¦tica, teniendo a sus pies a enfermos y tullidos! Cuando se acerca el fin, muchos viejos se vuelven crueles. Lo que ocurre es que casi ninguno tiene la suerte de que le paguen los desahogos y el espect¨¢culo, como a este Papa que tan ejemplarmente ha sabido ligar fe con entretenimiento.
Personalmente, he seguido este nuevo y ag¨®nico viaje papal con la mezcla de sentimientos que suele desgarrar mi conciencia cuando se trata de asuntos vaticanistas. He hecho reportajes en Lourdes, conozco bien ese centro peregrino del marketing de la fe; inferior en cutrez, todo hay que decirlo, al aceitoso centro peregrino del marketing de la fe situado en Chestochkova, en la Polonia preconciliar de ayer, de hoy y de siempre. Qu¨¦ quieren, en el fondo pensaba que, precisamente por anciano, nuestro Sumo pod¨ªa asumir un riesgo o dos y, de repente, decidir que Lourdes ser¨¢ en adelante un centro de recreo, en cuya piscina milagrosa el milagro consistir¨¢, precisamente, en servir pi?a colada a los veraneantes metidos en un tanga. Por otra parte, me preguntaba si nuestro querido Sucesor de Pedro, cuyos sufrimientos ejemplares siempre le acompa?an en sus intervenciones p¨²blicas, se arrojar¨ªa ejemplarmente a la dicha piscina, en busca de la curaci¨®n y otro medio siglo de pontificado. Pues no tuvo el cuajo. O no se f¨ªa de su ¨¢ngel de la guarda.
Entretanto, otro personaje poseedor del Don de la Inoportunidad llegaba a Miami con sus guardaespaldas armados y parte de su familia. Entiendo que uno necesite guardaespaldas para viajar con la concejala de Asuntos Sociales del Ayuntamiento de Madrid. Yo misma me pedir¨ªa un acompa?amiento de Guardias Suizos con chantill¨ª en la punta de la alabarda. Pero el hombre que
sab¨ªa que Estados Unidos no iba a permitir que Sadam Husein tuviera armas de destrucci¨®n masiva, no pod¨ªa ignorar que sus ¨¢ngeles de la guardia ser¨ªan detectados y rechazados en el aeropuerto de Miami. Esto le pasa porque todav¨ªa no ha superado el S¨ªndrome de las Azores ni el de El Escorial, y cree que goza de Impunidad. ?Oh, Canc¨²n! Qu¨¦ envidia. Ah¨ª es donde yo hubiera comprendido que Juan Pablo II se tomara un descanso, y consecuentemente despotricara contra el feminismo radical, los gays, las lesbianas, la C¨¦lula Madre (nada que ver con la C¨¦lula Virgen, que ¨¦sa s¨ª le gusta) y el aceite bronceador de coco. En Canc¨²n s¨ª que tendr¨ªa m¨¦rito arrancar alguna vocaci¨®n o, al menos, una conversi¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.