Sector cr¨ªtico
Semanas antes de la inauguraci¨®n, algunos colectivos se manifestaron ruidosamente para protestar contra la opulencia comercial de los Juegos y sus asfixiantes medidas de seguridad. Nadie les hizo caso, aunque algunos interpretan su presencia como una gota de inconformismo en un oc¨¦ano de convencionalidad. Para otros, en cambio, la convencionalidad radica precisamente en el hecho de que existan estas minor¨ªas disconformes. El olimpismo siempre ha tenido detractores y no deber¨ªamos olvidar que el origen griego de la palabra "cr¨ªtica" significa discernir, separar y evaluar, actividades nobles donde las haya.
Meses antes de los Juegos de Barcelona tambi¨¦n se alzaron voces discrepantes pero fueron conatos de incendios r¨¢pidamente reprimidos y la ¨²nica llama que se autoriz¨® fue la que ilumin¨® el arquero Rebollo. Los detractores ol¨ªmpicos, sin embargo, han ido desarrollando un corpus ideol¨®gico que, en noches de duda filos¨®fica, ayuda a completar una concepci¨®n compleja del mundo. Tomen nota: los JJOO son una tapadera para fomentar grandes movimientos de dinero, inversiones p¨²blicas marcadas por unos escr¨²pulos opinables, todo maquillado con la bonita m¨¢scara de la participaci¨®n deportiva que, a la pr¨¢ctica, esconde intereses comerciales y oscuros entramados competitivos.
Cuando quien argumenta tiene capacidad dial¨¦ctica, el planteamiento suena a veros¨ªmil y uno consigue verle el lado diab¨®lico a los miembros del COI. Luego, sin embargo, el esfuerzo de los deportistas, la plasticidad de seg¨²n qu¨¦ pruebas y la admiraci¨®n que suscitan determinadas figuras dinamitan cualquier racionalidad y te devuelven al lado m¨¢s espont¨¢neo de la experiencia de espectador. Pero, mientras se suceden esas horas de retransmisiones de dudoso inter¨¦s, no est¨¢ de m¨¢s estimular el cerebro con una gimnasia mental que combata las agujetas provocadas por los machacados mandamientos oficiales del olimpismo.
Hace poco, el fil¨®sofo Josep Maria Terricabras recordaba en un art¨ªculo el car¨¢cter elitista y endog¨¢mico de los sistemas de elecci¨®n del COI, uno de esos detalles perfectamente aceptado y que pone en entredicho el pedigr¨ª democr¨¢tico que se pretende vender. A no ser que se refiera a la democracia que vio nacer los Juegos, aquel selecto club de privilegiados que, como recuerda Laurent Laplante en su panfleto titulado Pour en finir avec l?olympisme [Para acabar con el olimpismo]: "En efecto, los griegos inventaron la democracia, pero, como se arrepintieron inmediatamente de haber cometido aquella imprudencia, no tardaron en limitar su ejercicio. S¨®lo ten¨ªan derecho a voto los hombres, s¨®lo los hombres de determinado origen ¨¦tnico, s¨®lo los hombres de esa etnia que siempre hubieran gozado de libertad".
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