Una de moruchos
Tan descastado, manso, blando e impresentable result¨® el ganado lidiado que denominarlo corrida de toros es una ofensa a la fiesta y a la inteligencia.
Lo anunciado como bravo resultaron ser unos moruchos de tomo y lomo. El ganado de media casta convierte las ferias de tron¨ªo en vulgares festejos de pueblo en el d¨ªa de la patrona. La afici¨®n burlada se ve impotente ante tanto desprop¨®sito. ?En d¨®nde y a qui¨¦n reclamar? Al maestro armero, no hay otro.
Abri¨® festejo Mario Campillo, que tomaba la alternativa. Entre ponte bien y estate quieto, la parsimonia de Padilla para oficiar el tr¨¢mite y el posterior brindis del torero, casi suena un aviso. ?Qu¨¦ es para hoy!, apuraron desde el tendido. El toro del doctorado atend¨ªa por Comadrero, era inv¨¢lido. Al no contar el joven espada con el tacto que evita los derrumbes de los toros inv¨¢lidos, le transcurri¨® el poco tiempo que le quedaba esperando la incorporaci¨®n del animal de las innumerables ca¨ªdas que sufri¨®. En el otro, voluntarioso. Se not¨® la falta de acoplamiento al nuevo escalaf¨®n. Cont¨® con el inestimable apoyo de sus paisanos. Toreaba en casa.
Padilla anduvo perdido durante el primer tercio de su primer toro. Reapareci¨® en banderillas. Correr, clavar y saltar el olivo a una mano es lo suyo. Sin parar zapatilla y dando trapazos por docenas transcurri¨® la faena de muleta. En el otro, igual.
Javier Valverde intent¨® hacer el toreo, estrell¨¢ndose ante la falta de clase de sus oponentes. Por voluntad y por maneras se gan¨® el aplauso y el respeto de los asistentes.
El rejoneador Sergio Vegas no mejor¨® actuaciones anteriores. Con Vegas no se disfruta, se sufre. Todos sus caballos salen tocados. Ni los aficionados al g¨¦nero ni sus caballos le tienen confianza, as¨ª est¨¢ el tema.
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