?Visca Espanya!
El autor realiza una "defensa sin complejos de la Espa?a com¨²n y de un Estado ampliamente descentralizado pero
As¨ª titulaba un magn¨ªfico art¨ªculo Juan Maragall, recogido en un bell¨ªsimo libro que recopila la correspondencia entre ¨¦ste y Miguel Unamuno. "Porque en este Visca Espanya", dec¨ªa, "caben todos los que estiman a Espa?a en esp¨ªritu y en verdad. Los ¨²nicos que no caben son aquellos que no quieren caber, los enemigos de la Espa?a verdadera". El gran poeta catal¨¢n le insist¨ªa a Unamuno acerca de la necesidad de desarrollar "el alma ib¨¦rica", contest¨¢ndole Unamuno a este requerimiento: "?El alma ib¨¦rica! ?Qu¨¦ ensue?o! Pero nos lo turban castellanistas, bizkaitarras, catalanistas, portuguesistas, andalucistas, etc¨¦tera, que no castellanos, ni vascos, ni catalanes, ni portugueses, ni andaluces etc¨¦tera".
"El Estado anor¨¦xico es un objetivo de los neoliberales y de los nacionalistas"
"La identidad debe estar impregnada por el dinamismo del cambio"
"Decir que Espa?a es plural y diversa es una obviedad, no es un sistema pol¨ªtico"
Hoy Espa?a es un proyecto-realidad de convivencia en libertad para todos los pueblos que la componen. Desde mi punto de vista las prioridades de esta legislatura deber¨ªan coincidir con las reivindicaciones m¨¢s sentidas por los ciudadanos que creo no se corresponden con la necesidad de las reformas estatutarias planteadas por los responsables pol¨ªticos. En todo caso, la cuesti¨®n est¨¢ sobre la mesa y deber¨ªamos ser capaces de acertar en la soluci¨®n actualizando el consenso de 1978, empe?o ¨¦ste que no est¨¢ exento de dificultades y riesgos. En primer t¨¦rmino porque puede haber tendencias que de tapadillo o abiertamente (caso vasco), intenten situarnos en un nuevo proceso constituyente, o se abra camino un adanismo que pretenda inventarlo todo otra vez desvirtuando los logros de estos 25 a?os de m¨¢xima descentralizaci¨®n pol¨ªtica y administrativa que no tiene parang¨®n en el mundo moderno. En la medida en que tengan audiencia estas posiciones se corre el riesgo de deslegitimar la transici¨®n y el proyecto que se desprende de la Constituci¨®n de 1978. Dejemos claro de una vez por todas que se trata de una actualizaci¨®n del modelo despu¨¦s de cinco lustros de un satisfactorio funcionamiento.
No he entendido desde hace tiempo por qu¨¦ la izquierda no ha defendido como plenamente suyo el proyecto de "La Espa?a auton¨®mica" que con car¨¢cter sui g¨¦neris surge del pacto que desemboca en la Constituci¨®n de 1978 y que la derecha espa?ola no comparti¨® y sin embargo defiende hoy como propio. En muchas ocasiones la izquierda difuminaba este proyecto d¨¢ndole un car¨¢cter federal o federalizante cuando la v¨ªa del autogobierno a trav¨¦s de los Estatutos creo que se adecua mejor a las necesidades de los problemas que hab¨ªa y que hay que afrontar en Espa?a. De repente la idea "federalizante" ha sido sustituida por la f¨®rmula de "la Espa?a plural y diversa", confundiendo inexplicablemente lo que es una realidad social y pol¨ªtica con un sistema. Espa?a ha sido plural y diversa siempre, incluidas las etapas de autoritarismo en las que el sistema no era ni plural ni diverso pero la sociedad espa?ola s¨ª. Decir que Espa?a es plural y diversa es una obviedad, es una descripci¨®n, no es un sistema pol¨ªtico. Si queremos formular un proyecto para esa Espa?a plural y diversa tendremos que concretarlo, y desde mi punto de vista no hay mejor camino que el del autogobierno de las nacionalidades y regiones que componen Espa?a iniciado a trav¨¦s de los Estatutos de Autonom¨ªa que posibilita la Constituci¨®n de 1978. La izquierda deber¨ªa reivindicar como modelo de Estado propio el que se desprende del "Estado Auton¨®mico" sin m¨¢s adjetivos calificativos que el de la solidaridad espec¨ªficamente se?alado en el art¨ªculo segundo de la Constituci¨®n. Adem¨¢s se corresponde con la verdad hist¨®rica de nuestro proceso democr¨¢tico.
No debemos constitucionalizar la expresi¨®n "nacionalidades hist¨®ricas". El texto de 1978 no lo hace refiri¨¦ndose a los "territorios que en el pasado hubieren explicitado afirmativamente proyectos de Estatuto de Autonom¨ªa...". Es decir, se utiliza la expresi¨®n "territorios", aunque si bien es verdad que en el art¨ªculo segundo se garantiza el derecho a la autonom¨ªa de las nacionalidades y regiones. La Constituci¨®n no utiliza la expresi¨®n "hist¨®ricas" creo que con criterio sumamente acertado, porque todos los pueblos de Espa?a son hist¨®ricos en el sentido de que todos tienen su historia y muy rica y entra en el terreno de lo subjetivo el valorar su grandeza o su median¨ªa, pero no deber¨ªa conducir a crear distinciones entre unos y otros.
Lo anterior nos aboca a un tema que deber¨ªamos haber despejado a estas alturas en el seno de la izquierda. Los pueblos no tienen esencia. No hay un ser vasco, andaluz, catal¨¢n, etc¨¦tera, porque nuestras sociedades son fundamentalmente plurales. Vascos son Arana y Unamuno y es dif¨ªcil encontrar un elemento com¨²n entre ellos salvo su nacimiento en Bilbao, aunque no en el mismo barrio. Los pueblos no tienen por lo tanto esencias, sino que vienen marcados por una historia compartida. Es ¨¦sta la que va dejando un poso identitario dif¨ªcil de definir pero imposible de negar. Desde un punto de vista progresista la identidad debe estar impregnada por el dinamismo del cambio. El pasado marca indudablemente, pero lo que soy y quiero ser va a conformar una identidad necesariamente plural y en movimiento adem¨¢s del signo distintivo de poner una Lengua Propia. Desde esta perspectiva la propuesta de hacer un listado de las comunidades aut¨®nomas a?adi¨¦ndoles a continuaci¨®n un calificativo gradualista seg¨²n sus m¨¦ritos, es decir, naci¨®n, nacionalidad, regi¨®n, archipi¨¦lago, ciudad, etc¨¦tera, es un desprop¨®sito. La Constituci¨®n puede, si se quiere, se?alar que Espa?a se compone de diecisiete comunidades aut¨®nomas y dos ciudades mencion¨¢ndolas por su nombre, pero nuestro texto magno no debe nunca calificarlas conceptualmente porque este esquema s¨®lo puede ser aceptado por los que pudieran situarse en la primera categor¨ªa. Ninguna comunidad aut¨®noma puede aceptar pol¨ªticamente ser calificada de segundo orden sobre todo si el bar¨®metro para concretar su ubicaci¨®n se sit¨²a en el mayor o menor alejamiento de la Espa?a que tiene una historia com¨²n. Es decir, cuanto m¨¢s se cuestiona el proyecto de 1978 soy m¨¢s nacionalidad, y cuanto menos se pone en entredicho soy regi¨®n intrascendente. Esta dial¨¦ctica conduce inevitablemente al levantamiento de los techos auton¨®micos por parte de todos.
Espa?a no es una naci¨®n de naciones, como se dice habitualmente un primus inter pares, como si la suma de las "caracter¨ªsticas" de los pueblos que la componen produjera un nuevo producto social. Espa?a se forja como Estado-Naci¨®n en el transcurso de m¨¢s de quinientos a?os de historia compartida que forjan unas se?as de identidad, sobre todo hacia el exterior, que es imposible negar y que posee adem¨¢s una lengua oficial hablada hoy por cerca de 400 millones de personas. En el debate constituyente una de las cuestiones m¨¢s controvertidas fue la inclusi¨®n de la palabra nacionalidad como uno de los elementos definitorios de los territorios que componen Espa?a. En aquel entonces se utiliz¨® la palabra nacionalidad en el correcto sentido con que fue empleada en el siglo XIX para conceptuar a naciones peque?as que est¨¢n integradas por las razones hist¨®ricas que sean dentro de un Estado-Naci¨®n, reservando la expresi¨®n naci¨®n para aquellas que disponen de una estructura estatal propia. Por lo tanto, soy partidario de mantener la formulaci¨®n contenida en la Constituci¨®n de 1978 en el sentido de seguir sosteniendo que Espa?a est¨¢ compuesta por nacionalidades y regiones. Formulaci¨®n esta que cobra todav¨ªa m¨¢s sentido pol¨ªtico por cuanto que la Constituci¨®n europea que vamos a aprobar pr¨®ximamente se?ala en su art¨ªculo quinto que la "Uni¨®n respetar¨¢ la identidad de sus Estados miembros, inherente a las estructuras fundamentales pol¨ªticas y constitucionales de estos, tambi¨¦n en lo que respecta a la autonom¨ªa local y regional".
Otra cosa diferente es que seamos conscientes de que el Pa¨ªs Vasco y Catalu?a presentan problemas pol¨ªticos que son reales y que no existen en otras comunidades, como por ejemplo el que haya un porcentaje de ciudadanos de estos territorios que no se sienten espa?oles y pretenden otra formulaci¨®n de Estado diferente a la actual. Estamos ante un problema pol¨ªtico y de esta naturaleza deber¨¢ ser la soluci¨®n. Quiz¨¢ no podamos aspirar m¨¢s que a "conllevar" como dec¨ªa Ortega y Gasset los problemas con estos territorios, pero en todo caso cualquier f¨®rmula que pueda ayudar a resolver las cuestiones planteadas por determinados sectores del Pa¨ªs Vasco y Catalu?a debe ser sobre todo entendida y asumida por las dem¨¢s comunidades como la soluci¨®n definitiva a un problema de integraci¨®n y en ning¨²n supuesto puede significar privilegio o discriminaci¨®n, ni tampoco concesiones gratuitas peri¨®dicas sin que se resuelva el problema de fondo que late en algunos planteamientos, es decir, la unidad del Estado.
Decidimos en 1978 que la soberan¨ªa nacional resid¨ªa en el pueblo espa?ol representado a trav¨¦s de las Cortes Generales. Por lo tanto ninguna decisi¨®n de otro ¨¢mbito, aunque sea por unanimidad, puede precondicionar la autonom¨ªa del Congreso y del Senado para tomar las decisiones que entiendan oportunas los diputados y senadores que representan a la soberan¨ªa nacional. Pol¨ªticamente, una propuesta si viene ampliamente apoyada tendr¨¢ muchas posibilidades de ser aprobada, pero s¨®lo lo pueden decidir los plenos del Congreso y del Senado reunidos a tal fin. Es decir, lo que aprueben los Parlamentos Auton¨®micos puede ser apoyado, rechazado o enmendado por las Cortes en el ejercicio de su soberan¨ªa, y s¨®lo tiene derecho de veto democr¨¢tico la mayor¨ªa cuando rechaza la toma en consideraci¨®n de alguna iniciativa parlamentaria. Estas reglas del juego adem¨¢s son sabias porque conducen al pacto y al acuerdo.
La izquierda no puede abdicar de la idea del Estado como instrumento b¨¢sico para desarrollar las pol¨ªticas de redistribuci¨®n, luchar por la igualdad de oportunidades, combatir la exclusi¨®n, garantizar los derechos fundamentales de los ciudadanos, implementar pol¨ªticas de defensa del medio ambiente, combatir el terrorismo etc¨¦tera. Un sano criterio descentralizador no debe llevar a la socialdemocracia a preferir el Estado anor¨¦xico al Estado fuerte y eficaz, ni a caer en la simplificaci¨®n de que todo lo que es reivindicaci¨®n auton¨®mica es bueno y est¨¢ legitimado, o que la defensa de instrumentos esenciales en manos del Estado es un atavismo recalcitrante. Desde hace alg¨²n tiempo invoco una frase de Jos¨¦ R. Recalde que me llam¨® la atenci¨®n en el sentido de que el "m¨¢ximo auton¨®mico puede no coincidir con el ¨®ptimo auton¨®mico". El Estado anor¨¦xico es por razones diferentes un objetivo de los neoliberales partidarios del m¨ªnimo intervencionismo estatal y de los nacionalistas porque si alg¨²n d¨ªa llegara el momento del "tir¨®n final", ¨¦ste ser¨¢ m¨¢s factible en el seno de un Estado debilitado que en uno s¨®lidamente implantado. No estoy reivindicando un jacobinismo de izquierdas, pero s¨ª la defensa sin complejos de la Espa?a com¨²n, y de un Estado ampliamente descentralizado pero suficientemente cohesionado, moderno, eficaz y solidario necesario para jugar un papel relevante en la Uni¨®n Europea y en el complicado mundo en que nos ha correspondido vivir.
Jos¨¦ Mar¨ªa Benegas es diputado por Vizcaya y vicepresidente primero de la Comisi¨®n de Exteriores del Congreso.
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