Hay otro camino
Cuando el a?o jubilar compostelano o Xacobeo 2004 entra en la recta final se concede al Camino de Santiago el Premio Pr¨ªncipe de Asturias de la Concordia. Uno m¨¢s entre la ya larga lista de galardones internacionales que se remonta hasta 1984, cuando el Consejo de Europa publica su Recomendaci¨®n 987 sobre las rutas de peregrinaci¨®n, alentando la cooperaci¨®n internacional para preservar estos itinerarios. En 1986, el Ministerio de Obras P¨²blicas y Urbanismo encarga un Proyecto de actuaci¨®n conjunta para la rehabilitaci¨®n del Camino de Santiago, quiz¨¢ el primer trabajo que aspira a dise?ar su futuro. Un a?o m¨¢s tarde, el Consejo de Europa lo proclama como primer itinerario cultural europeo y, ya en 1993, la Unesco lo incluye en la lista del patrimonio mundial.
Es camino de paz que fomenta el mestizaje, la mezcla heterog¨¦nea y tonificante de culturas
Al entrar en la recta final, se concede al Camino de Santiago el Pr¨ªncipe de Asturias de la Concordia
La Administraci¨®n y la Iglesia se disputan cordialmente la precedencia sobre un elemento tan reconocido, y pueden hacerlo porque el camino es como un poliedro en cada una de cuyas caras se proyecta una parte de lo que somos. Si no fuera as¨ª, ?c¨®mo explicar la llegada de tantos miles de peregrinos, a?o tras a?o? La cifra de 150.000 en 2004 es indicativa de que los caminantes van en busca de algo. Hacen una ruta larga y fatigosa, dura en algunos tramos, que se premia con una credencial llamada "compostela" para quien acredite un m¨ªnimo de 100 kil¨®metros con el salvoconducto debidamente sellado y declare que ha hecho la traves¨ªa por motivos religiosos o espirituales, so pena de que se le deniegue el diploma. En este punto se admiten las medias verdades, ya que el camino ha pasado de ser una tradici¨®n continental y cat¨®lica a un fen¨®meno mundial y espiritual. Los peregrinos de hoy en d¨ªa son ya globales en procedencias y creencias.
El camino es una realidad f¨ªsica presente en toda Europa y en la otra orilla del Mediterr¨¢neo. En el Libro de Santiago o C¨®dice calixtino, del siglo XII, hay una cita que, aunque larga y tal vez exagerada, vale la pena traer aqu¨ª: "A este lugar vienen los pueblos b¨¢rbaros y los que habitan en todos los climas del orbe, a saber: francos, normandos, escoceses, irlandeses (contin¨²a con una n¨®mina de 51 pueblos de Oriente y Occidente), los africanos, los persas, los alejandrinos, los egipcios, los sirios, los ¨¢rabes, los colosenses, los moros (la cursiva es m¨ªa)... los jud¨ªos y las dem¨¢s gentes innumerables de todas las lenguas, tribus y naciones". Todos dejaron sus trazas, su olor de historia, y hoy siguen aportando su saber, emulando a los viatores que en el medioevo hicieron circular el conocimiento y el arte.
El camino, m¨¢s all¨¢ de la tradici¨®n y el mito, fue el eje vertebrador del resurgimiento de la vida urbana en el occidente cristiano. Bas¨¢ndose en la leyenda de la revelaci¨®n a Carlomagno, ser¨¢ la voluntad de los reyes cristianos de oponer a la invasi¨®n cultural del islam un frente equivalente, eficazmente servida por la orden de Cluny, la que dar¨¢ el impulso definitivo a la ruta jacobea. Dec¨ªa don Claudio S¨¢nchez Albornoz que fue "camino et¨¦reo e invisible por donde no pasaban cuerpos, sino por el que cruzaron en tropel: ideas, formas art¨ªsticas o literarias, instituciones, sentimientos, h¨¢bitos". Si por un lado se fomenta la peregrinaci¨®n, sustentadora de la paz y del encuentro, por otro se inventa, poco despu¨¦s, la leyenda del "matamoros", que servir¨¢ para expulsar definitivamente a los musulmanes tras un largo periodo de cohabitaci¨®n m¨¢s o menos pac¨ªfica, durante el que ellos depositaron en la pen¨ªnsula un excepcional legado de cultura.
En ese sentido ecum¨¦nico radica, en mi opini¨®n, el valor de "concordia". Una noci¨®n opuesta a lo que el profesor Aznar preconiza desde su c¨¢tedra de Georgetown, proclamando la vigencia de un choque de civilizaciones que, de seguir remont¨¢ndose en el tiempo, nos llevar¨ªa hasta la romanizaci¨®n y las invasiones de los b¨¢rbaros del norte. Por no hablar de la colonizaci¨®n de Am¨¦rica, que, seg¨²n esta teor¨ªa, podr¨ªa justificar hoy mismo cualquier hipot¨¦tico conflicto entre las naciones americanas y las matrices europeas. Mirar s¨®lo hacia atr¨¢s produce tort¨ªcolis, y adem¨¢s impide valorar el sedimento de sincretismo que ha quedado en todos los pa¨ªses del mundo, que es, entre otras cosas, lo que permite cancelar odios y venganzas generacionales. Como paradigma, baste citar la mezquita de C¨®rdoba, con el Camino de Santiago a su costado, que, sin dejar de ser musulmana, el Renacimiento la adorna sutilmente, respetando el entramado de cruj¨ªas y arquer¨ªas como sustento del antecedente hist¨®rico que se cristianiza. O, sali¨¦ndonos de nuestro continente, comprobar que el 25 de julio en muchas ciudades y pueblos de Am¨¦rica Latina sacan en andas la imagen de un Santiago caballero, antes azote de infieles y hoy convertido en uno de los suyos, con rasgos y vestidos de indio.
Los acontecimientos pasan y, a veces, se difuminan, pero la historia, afortunadamente, no deja de existir. Unos y otra han de ser objeto de revisi¨®n y actualizaci¨®n para que no se oxide la memoria, formada tambi¨¦n por las biograf¨ªas personales vivas, llenas de sufrimientos que no podemos olvidar, no con ¨¢nimo de revancha o enfrentamiento, sino para profundizar en la concordia, por muy dif¨ªcil que sea. De esa historia forman parte igualmente las ciudades y las construcciones, que vienen a constituir el hilo conductor f¨ªsico de nuestra intrahistoria intemporal, y que hoy se restauran, se conservan, convirti¨¦ndolas en presente permanente, mientras que en pleno siglo XXI, en Irak, asistimos al imperio de la barbarie y a la destrucci¨®n sistem¨¢tica de sus principales ciudades y centros religiosos, documentos y patrimonio.
El Camino de Santiago es hoy un fen¨®meno que hemos decidido reivindicar en su faceta intercultural y al mismo tiempo transmutarlo hasta convertirlo, quiz¨¢ sin propon¨¦rnoslo, en una met¨¢fora pol¨ªtica que nos ayuda a explicar mejor lo que debe ser Europa: el respeto por nuestras individualidades, pueblos y tradiciones, con un itinerario que las abarca y con una identidad propia, que es europea y que se proyecta a Am¨¦rica a trav¨¦s de una red de ciudades con top¨®nimos hispanos. Un hecho hist¨®rico lleno de pensamiento y de literatura, que va sumando opiniones, prosas y versos desde Snorri Sturlusson hasta Erasmo, de Goethe a Alejo Carpentier, de ?lvaro Cunqueiro a Cees Nooteboom. En esta senda no s¨®lo caben, sino que la hacen al andar, como atestigua el C¨®dice calixtino, africanos, persas, ¨¢rabes, jud¨ªos..., porque es camino de paz que fomenta el mestizaje, la mezcla heterog¨¦nea y tonificante de culturas, siempre en busca de la resoluci¨®n dialogada del conflicto por la v¨ªa de la civilidad y nunca m¨¢s de la guerra permanente.
Xerardo Est¨¦vez es arquitecto.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.