Que te den
He llamado al t¨¦cnico del ordenador porque est¨¢n pasando cosas muy raras. Le he dicho, mira David, no es por nada pero el postmaster de Outlook me devuelve correos electr¨®nicos diciendo que el receptor me ha puesto en la lista negra. Y eso es mentira. Telefoneo a las personas a las que les he enviado un mensaje y juran por Dios que no figuro en ninguna lista negra. ?Qu¨¦ puedo hacer?
David me ha dicho que debo cargarme al postmaster. No es un verdadero postmaster sino un postmaster falso portador de un virus. Eliminas al postmaster, sin abrirlo siquiera, y a otra cosa. De acuerdo, le dije a David. Eliminar¨¦ al postmaster ahora mismo. Si no fuera por David yo ser¨ªa una v¨ªctima m¨¢s de la demencia virtual galopante que, antes o despu¨¦s, nos invade a todos.
Imagin¨¦ al ex presidente Aznar, un hombre que ahora no tiene nada que hacer, compareciendo ante esta comisi¨®n para insultar a la vendedora y los compradores y a quien le pongan delante
Eliminado el postmaster me dediqu¨¦ a o¨ªr los mensajes telef¨®nicos. Ten¨ªa cinco seguidos, todos ellos desde el mismo n¨²mero, pero ninguno dec¨ªa nada. Era extra?o. A¨²n as¨ª me dije: olv¨ªdalo. A la gente le da por llamar cuando no tiene nada que decir. Pero de pronto son¨® el tel¨¦fono y apareci¨® una voz seductora de mujer preguntando si yo me llamaba como me llamo (s¨ª, le dije) y esa voz todav¨ªa se hizo m¨¢s seductora, digamos que irresistible, al dirigirse a m¨ª por mi nombre de pila y ofrecerme extraordinarias ventajas en las comunicaciones m¨¢s avanzadas que me saldr¨ªan muy baratas precisamente porque yo era uno de los pocos agraciados... ?Alto! le dije a la vendedora con amabilidad. Muchas gracias pero no atiendo ofertas comerciales por tel¨¦fono. No pierda su precioso tiempo y no me lo haga perder a m¨ª. Pero ella se lo tom¨® como una ofensa y la voz hasta ese momento seductora se torn¨® brutal, y exclam¨®: ?Que te den!
Me qued¨¦, como pueden imaginarse, sin palabra. Hice un esfuerzo para no enfadarme, m¨¢xime cuando ella ya hab¨ªa colgado. Pens¨¦: adem¨¢s, no vale la pena enfadarse, y menos ahora que tengo que escribir este art¨ªculo para EL PA?S. Soy incapaz de escribir cabreado.
Pero el insulto permanec¨ªa en mis o¨ªdos. Y al final marqu¨¦ el n¨²mero que segu¨ªa grabado cinco veces desde la v¨ªspera en el contestador, para comprobar si se trataba de la misma empresa cuya vendedora acababa de insultarme, o no guardaba relaci¨®n alguna. Confieso que estaba impaciente por salir de dudas. Una operadora respondi¨® con el nombre de la empresa (prefiero silenciarlo) y pregunt¨® qu¨¦ deseaba. Deseo saber cu¨¢l es el motivo por el que ayer me llamaron ustedes cinco veces, le dije. S¨®lo deseo eso. Saber para qu¨¦ me llamaron sin dejar ning¨²n mensaje. La operadora pas¨® entonces mi llamada a una tal M¨®nica quien, como si me conociera de toda la vida, se lanz¨® a venderme lo que la anterior no hab¨ªa conseguido venderme. Temiendo que la cosa acabara igual, o qui¨¦n sabe si peor, interrump¨ª a M¨®nica y le ped¨ª que me escuchara. Le cont¨¦ lo que me hab¨ªa ocurrido con una compa?era suya cuando sin comerlo ni beberlo me solt¨® un ?que te den! ?Es que era esa la costumbre de la empresa? ?Se desped¨ªan as¨ª del interlocutor si reh¨²sa hacer una operaci¨®n? M¨®nica dijo que eso era terrible, repiti¨®, terrible y vergonzoso, y vamos a investigarlo hasta el final. Me pidi¨® mis datos as¨ª como la hora exacta de esa llamada aunque le advert¨ª que me trae sin cuidado que desde cualquier empresa privada o p¨²blica, grande o peque?a, me digan que me dan tanto como que me digan que no me dan. Pero sospechaba que al director de su empresa s¨ª que le estaban dando desde dentro. Y a base de bien. M¨®nica repiti¨® que desde luego le estaban dando al director sin que lo supiera el director. Pero en cuanto lo supiera el director, nombrar¨ªa una comisi¨®n investigadora.
Al o¨ªr lo de la comisi¨®n investigadora me puse en guardia. Fue un acto reflejo. Imagin¨¦ al ex presidente Aznar, un hombre que ahora no tiene nada que hacer, compareciendo ante esta comisi¨®n nada m¨¢s que para insultar a la vendedora y a los compradores y a quien le pongan delante, y eso me asust¨® mucho, aunque al dec¨ªrselo a M¨®nica, que por lo menos no parec¨ªa del PP, se mataba de la risa y tuvo que colgar el tel¨¦fono, lo cual fue una l¨¢stima.
En ese instante son¨® el timbre de la puerta de casa. Era Marisa, la cartera que habla cinco idiomas, y es inform¨¢tica, y adem¨¢s es muy simp¨¢tica. Siempre llega de buen humor en su viejo Ford, ya que los carteros de pueblo que no reparten cartas en el pueblo, sino en los alrededores, usan sus propios veh¨ªculos para hacer el trabajo. As¨ª que Marisa baj¨® del Ford y me dijo que me tra¨ªa una carta certificada que, por desgracia, parec¨ªa ser una multa del Ayuntamiento de Valencia. Firm¨¦ el acuse de recibo y entonces Marisa, que no conoc¨ªa el virus del postmaster, me cont¨® que en enero dejar¨¢ de ser cartera porque entran nuevos carteros que ganaron la plaza por oposici¨®n. El virus es como la vida misma. La pon¨ªan de patitas en la calle.
Rasgu¨¦ el sobre, le¨ª la multa por aparcamiento en zona de limitaci¨®n horaria excedi¨¦ndose el tiempo m¨¢ximo permitido cuyo importe asciende a 12,02 euros por tratarse de una infracci¨®n leve seg¨²n el art¨ªculo 39 apartado 2B, y mene¨¦ la cabeza a un lado y otro mientras Marisa se alejaba en su destartalado Ford, no sin dirigirme una ¨²ltima mirada de compasi¨®n, como yo hubiera hecho en su caso ante un hombre de mi edad acribillado a multas que, como todos sabemos, s¨®lo sirven para renovar los relojes necesarios y seguir poniendo m¨¢s multas a quienes se despistan tan s¨®lo unos minutos. Ya no sab¨ªa qu¨¦ decirle a Marisa y le dije que tuviera ¨¢nimo, que en Espa?a el ¨²nico reloj que funciona es el reloj de los aparcamientos, y que ella, siendo inform¨¢tica y hablando cinco idiomas, no tendr¨ªa problemas. Eso espero, dijo.
Luego pens¨¦ en los relojes que desde hace varios a?os tambi¨¦n existen en Benissa, mi pueblo, con la misma finalidad y los mismos resultados que en Valencia. Por llamarlos de alg¨²n modo son virus que me inquietan bastante menos que la resistencia municipal a rotular los caminos de la periferia en los que indefectiblemente se extrav¨ªan las ambulancias, la Polic¨ªa Local o la Guardia Civil cuando los llamas por una urgencia. Pero en el Ayuntamiento dicen que esos carteles de lat¨®n salen muy caros porque hay demasiados caminos en el t¨¦rmino. Y no parece inquietarles que se produzca la muerte de alg¨²n vecino necesitado de un traslado urgente por no ser localizado a tiempo su domicilio. Y esto es como si te dijeran ?que te den!
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