Tailandia moviliza a 20.000 personas para hacer frente a la cat¨¢strofe y salir del caos
Las autoridades sanitarias advierten del riesgo de c¨®lera y tifus entre los supervivientes
El Gobierno tailand¨¦s ha movilizado a 20.000 personas para hacer frente a la cat¨¢strofe originada por el maremoto que devast¨® hace ocho d¨ªas las costas del sureste asi¨¢tico dejando 4.800 muertos y 6.500 desaparecidos -la mitad extranjeros- en Tailandia. Mientras los equipos de rescate contin¨²an encontrando cad¨¢veres, las autoridades sanitarias han advertido del riesgo de que se produzcan casos de c¨®lera y tifus entre los supervivientes. Al mismo tiempo, Bangkok intenta paliar el efecto de la tragedia sobre el turismo, que representa el 6,5% del PIB.
Helic¨®pteros, camiones con soldados, polic¨ªas, voluntarios para ayudar a los familiares a localizar a los desaparecidos. Miles de personas trabajan sin descanso a lo largo de cientos de kil¨®metros de esta costa paradisiaca para poner orden en el caos que desataron las aguas. Los m¨¦dicos atienden a miles de heridos, las excavadoras derriban edificios semiderruidos y los t¨¦cnicos reparan las infraestructuras, que quedaron destrozadas por la fuerza de las olas. En algunos lugares, el mar penetr¨® hasta dos kil¨®metros en la tierra a una velocidad infernal, arrancando de cuajo todo lo que pillaba a su paso. A su regreso, y en las subsiguientes olas, lleg¨® cargado de objetos flotantes -troncos, muebles, neveras-, que actuaron como proyectiles.
En Khao Lak, en la provincia sure?a de Phang Nga, parece como si se hubiera producido una explosi¨®n nuclear. Han desaparecido la mayor¨ªa de los edificios y la devastaci¨®n es total. "Va m¨¢s all¨¢ de lo imaginable", dice un voluntario que participa en la b¨²squeda de v¨ªctimas. En los puestos de informaci¨®n situados junto a la carretera, entre una vegetaci¨®n lujuriante, los familiares siguen intentando localizar a sus seres queridos. En la playa de Patong, cerca de Phuket, un centenar de kil¨®metros m¨¢s al sur, aparecieron un elefante de los utilizados para pasear a los turistas incrustado en una tienda y peces en los ¨¢rboles.
"Mi nieto y mi sobrino estaban en Khao Lak, no sabemos nada de ellos. He perdido la esperanza de encontrarlos vivos, pero al menos quiero tenerlos muertos", dice Activaron Tammarcuad, mientras las l¨¢grimas descienden por sus mejillas, en el templo de Lam Kean, donde se alinean 16 contenedores refrigerados con cad¨¢veres a la espera de identificaci¨®n. Sobre el c¨¦sped flota un olor nauseabundo. En el templo de Yan Yao, familiares y representantes de las embajadas extranjeras buscan, protegidos con mascarillas, una pista sobre sus nacionales en los tablones donde est¨¢n las fotos irreconocibles de muchos de los cuerpos recuperados. En el jard¨ªn, se apilan m¨¢s de 2.000 ata¨²des de madera. Un centenar de personas, protegidas con monos de pl¨¢stico, m¨¢scaras, gorros, guantes y botas, pulverizan desinfectante y descargan bolsas blancas con los restos, conservados en hielo seco e introducidos en contenedores. Por el suelo, se extiende una nube de humo blanco del hielo. Miembros de Cruz Roja, m¨¦dicos forenses, expertos de una brigada neozelandesa y especialistas de cat¨¢strofes naturales trabajan en medio de una temperatura tropical.
En medio de este horror, algunos supervivientes extranjeros, comprometidos con el pa¨ªs y su gente, se han presentado voluntarios para ayudar. Como G¨¹nther Saalmann, que se salv¨® cuando el mar arras¨® la id¨ªlica isla de Phi Phi. "Estaba en la playa cuando alguien grit¨® ?tsunami!, pero la mayor¨ªa de la gente no entendi¨®. Yo viv¨ª una vez un tsunami peque?o en Goa; as¨ª que cuando vi llegar el agua, corr¨ª y me sub¨ª a un cocotero, un ¨¢rbol maravilloso. No s¨¦ c¨®mo lo hice, pero en circunstancias as¨ª uno no sabe de lo que es capaz. La ola me rompi¨® encima, pero logr¨¦ sujetarme. No s¨¦ cu¨¢nto tiempo estuve all¨¢ arriba. S¨®lo vi un reloj roto en la arena que marcaba las diez y media".
Tambi¨¦n se salv¨® Kob, una instructora de buceo tailandesa de 21 a?os. "Est¨¢bamos cerca de la isla de Similan [frente a la costa de Khao Lat], a 27 metros de profundidad, cuando el agua empez¨® a girar como un torbellino. Era como estar dentro de una lavadora. No entend¨ªamos nada. La corriente proyect¨® a algunos de nosotros a 35 metros de profundidad y luego les remont¨® a 11 metros. Otros lograron sujetarse a una roca. Cuando subimos, los 20 est¨¢bamos bien. Afortunadamente, todos ¨¦ramos buceadores experimentados. En el barco no sintieron gran cosa, salvo que el nivel del mar subi¨® algo, hubo remolinos y los delfines ascendieron a la superficie. Hablamos por radio con tierra y nos quedamos un d¨ªa entero en el mar, en aguas profundas, por miedo a nuevas olas".
Mientras tanto, algunos turistas vuelven a tomar el sol en la playa de Patong, que ha sido r¨¢pidamente limpiada. Y algunos de los bares que resultaron afectados han abierto. Tailandia recibe 12 millones de visitantes al a?o. "Yo no podr¨ªa ir a un bar. Pero entiendo a los propietarios, la vida debe continuar. Ma?ana, saldr¨¦ a bucear con unos clientes", dice Kob.

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