Fuente de vida
(Resumen de lo publicado: Un art¨ªculo de Josep Roth, una foto de Robert Capa y un cronista llamado Herbert L. Matthews acaban en una habitaci¨®n del Mayflower neoyorquino donde el escritor Ernest Toller se ha ahorcado dejando en la mesa unas fotos de ni?os de Espa?a).
Tal vez sensible a mis objeciones sobre la posibilidad de que el desconocido payaso de Barcelona fuera realmente Matthews, hab¨ªa vuelto a escribirme Pedro Corral, infatigable. Dec¨ªa: "En esta p¨¢gina http://www.funjdiaz.net/expos/ex_titeres7.htm he encontrado la sorprendente noticia de un titiritero ingl¨¦s". Era realmente sorprendente. La p¨¢gina daba cuenta de la personalidad de Harry Vernon Tozer. Y a?ad¨ªa al final: "En plena Guerra Civil hac¨ªa peque?as actuaciones para los vecinos de su barrio con la intenci¨®n de hacerles olvidar las penalidades y los bombardeos". Actuaba entre las bombas. Era ingl¨¦s. El aire tweed del payaso. Tozer hab¨ªa muerto ya, pero su hija vive en Madrid. Una noche le envi¨¦ la foto del desconocido payaso.
Historia de Wanda Morbitzer, una polaca que recal¨® en Barcelona en 1932 y que huy¨® a Portugal perseguida por la Gestapo
-No es mi padre.
-Es un hombre disfrazado, pi¨¦nselo.
-No, mi padre era m¨¢s alto. Si se toman los ni?os como referencia, ese hombre era m¨¢s bajo que mi padre. Y adem¨¢s mi padre no se hubiera vestido nunca as¨ª. Ni de broma.
-Hab¨ªa guerra.
-S¨ª, pero era un british. No se deja de ser un british por una guerra.
-Comprendo...
-Como tampoco mi madre dej¨® de ser nunca una ac¨¦rrima polaca.
-?Qui¨¦n era su madre?
-Se llamaba Wanda, Wanda Morbitzer.
Y ya no fue posible hablar de otra cosa. Hab¨ªa llegado a Barcelona en 1932 para trabajar en el consulado polaco. El c¨®nsul era Eduardo Rodon y su mujer, Hanka, la ¨ªntima amiga de Wanda. Pero hay m¨¢s informaci¨®n.
La rodilla de Wanda. Expuesta al sol en el jard¨ªn de la casa de Marquesa de Vilallonga. Ha dicho el doctor Trueta que el ¨²nico remedio para esos huesos atacados de tuberculosis es el sol. Sin el sol perder¨¢ la pierna. Por esta rodilla bajo el sol de Espa?a se ha quedado en la ciudad en guerra. En la casa han tomado la precauci¨®n de colocar dos grandes banderas de Gran Breta?a y de Polonia. Algunas ma?anas pasan y se paran patrullas anarquistas. Wanda suele estar en el jard¨ªn y a veces se sienta con los hombres en el murete y comparten los alimentos que acaban de llegar de Cracovia, donde todav¨ªa hay menos hambre que en Espa?a.
Hacia 1940 la rodilla ha mejorado. No s¨®lo eso. Ha acabado la Guerra Civil y ha nacido Cristina Tozer Morbitzer. Es el momento de incrustar a Wanda en Los vimos pasar, el gran reportaje de Juan Sariol y Jaime Arias sobre la primera posguerra barcelonesa. En este p¨¢rrafo: "La consigna que secretamente transmite el Consejo de Resistencia a todos los polacos de las zonas invadidas por los alemanes es que procuren, por todos los medios a su alcance, ganar la zona libre de Francia, para entrar despu¨¦s en Espa?a". O en el texto de la resoluci¨®n del consejo de guerra que ten¨ªa que condenar a Wanda y que cita Daniel Arasa en 50 hist¨°ries catalanes de la Segona Guerra Mundial: "De manera clandestina funcionaba en Espa?a una organizaci¨®n llamada Estaci¨®n de Bases de intercambio de informaci¨®n en la representaci¨®n de un pa¨ªs beligerante en la actual contienda, teniendo como uno de sus fines la evacuaci¨®n ilegal de ciertos s¨²bditos extranjeros, y la obtenci¨®n de informes de car¨¢cter militar en favor de una potencia extranjera para utilizarlos en la guerra actual".
Son polacos, que es decirlo todo. Huyen de Par¨ªs, e intentan remontar clandestinamente los Pirineos. Algunos de ellos llevan un papel en la mano y el papel lleva el nombre de Wanda. La mujer, cada vez mejor de su rodilla, organiza los pasos clandestinos de la frontera, el camino a Barcelona y el albergue en la ciudad. Muchas noches, en el sal¨®n de la casa duermen tantos cuerpos que hay que ir con cuidado de no pisarlos. Destacan los cuerpos jud¨ªos. Hasta que en 1942 el c¨®nsul ingl¨¦s le anuncia que hay informaciones muy alarmantes sobre ella. Los primeros meses los pasa escondida en el campo. Luego el c¨®nsul Rodon la lleva clandestinamente hasta la frontera con Portugal. En una aldea fronteriza se despiden y Wanda marcha a pie hacia el otro lado. Hasta Elvas, donde se hospedar¨¢ en un zulo amigo mientras espera la llamada de Lisboa. En Marquesa de Vilallonga, mientras tanto, todo sigue su curso. La ni?a Cristina sale todos los d¨ªas con la nurse y la siguen pacientemente unos hombres de la Gestapo (de encargo, eventuales) que est¨¢n seguros de que una madre acaba volviendo donde su hija.
El armisticio se dict¨® en noviembre de 1945 y Wanda tom¨® el primer avi¨®n. Ven¨ªa de Par¨ªs, donde hab¨ªa visto la entrada de De Gaulle. La casa ol¨ªa a resina navide?a y estaba iluminada por la expectaci¨®n sentimental. Entr¨® una mujer muy bella cubierta con un abrigo de astrac¨¢n gris. Cristina estaba a punto de cumplir ya seis a?os. Dijo mumy e inmediatamente le entr¨® un miedo in¨¦dito a ser abandonada. Wanda empez¨® a ocuparse de los miles de ni?os polacos secuestrados por el nazismo y germanizados en los lebensborn (fuentes de vida, viveros). Viaj¨® por Europa. Campos, asilos, sanatorios. Levantaba a los ni?os la tapa de los sesos. Eso mismo. Con sumo cuidado. Algunos pudieron ser devueltos a sus antiguas familias. Ya anciana, despu¨¦s de escribir su vida en menos de 100 p¨¢ginas, tuvo un instante de debilidad, llam¨® a su hija y le habl¨® concretamente. Lo que menos quer¨ªa es que la recordara como una mujer heroica.
-Bueno... Creo que est¨¢bamos hablando de pap¨¢.
-S¨ª, pero d¨¦jeme primero que escriba esto.
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