Conspiraciones de ayer, de hoy y de siempre
"SU CEREBRO no s¨®lo ha sido lavado, sino que ha pasado por el tinte". El enemigo se hab¨ªa apoderado de su mente y de su voluntad. Guerra de Corea. A?o 1952. Una patrulla perdida de soldados americanos cae en una emboscada de la soldadesca comunista. Conducidos a trav¨¦s de Manchuria, dan con sus huesos en el Instituto Pavlov de Mosc¨². Un a?o despu¨¦s de haber escapado, el sargento Raymond Shaw (Laurence Harvey) recibe la medalla de honor del Congreso por haber salvado la vida del pelot¨®n. Hijo de un famoso senador, el apesadumbrado Shaw es introducido en la carrera pol¨ªtica por su dominante madre (Angela Landsbury). Mientras, el oficial Bennett Marco (Frank Sinatra), aquejado desde su regreso de Corea por extra?as pesadillas que le llevan a dudar de la heroica acci¨®n de Shaw, investiga su mete¨®rico ascenso. Sus pesquisas revelar¨¢n una sorprendente conspiraci¨®n pol¨ªtica que puede acabar con el equilibrio de bloques. Se trata del filme El mensajero del miedo (The manchurian candidate, 1962), de John Frankenheimer, basado en la novela hom¨®nima de Richard Condon (1959), traducida aqu¨ª con el t¨ªtulo del filme que nos ocupa. Substit¨²yase a Sinatra por Denzel Washington, la Lansbury por Meryl Streep, Harvey por Liev Schreiber. Cambi¨¦se el decorado (aunque los intereses de la gran potencia sigan siendo los mimos): la Guerra de Corea por la Guerra del Golfo de 1991. Reempl¨¢cese la estancia en el tenebroso instituto moscovita de la conducta por un poco cre¨ªble laboratorio en el desierto. Supl¨¢ntese la tensi¨®n entre Estados Unidos y la Uni¨®n Sovi¨¦tica de los a?os 1960 y la psicosis de una invasi¨®n comunista por las amenazas actuales de signo bien distinto (que no detallaremos para no desvelar la trama). Y sobre todo, mant¨¦ngase a aquellos que utilizan el miedo para colmar sus ansias de poder y sus aspiraciones pol¨ªticas. Tendremos as¨ª los elementos para la nueva versi¨®n de El mensajero del miedo (2004), obra de Jonathan Demme. En resumen, Shaw, el candidato a la vicepresidencia del Gobierno estadounidense, sigue teniendo que ver con Manchuria, s¨®lo que ahora Manchuria se halla en otro lugar del mapa.
La hipot¨¦tica tecnolog¨ªa propuesta en ambos filmes capaz de penetrar en el subconsciente del individuo y lograr el control mental es, de acuerdo con los tiempos, diferente. Ya saben, la t¨¦cnica avanza que es una barbaridad. En el de Frank Sinatra eran simples est¨ªmulos el¨¦ctricos que dejaban al paciente, tras varios d¨ªas de "tratamiento", con su voluntad a merced de los malvados, comunistas, claro. Las cartas de p¨®quer eran el veh¨ªculo hipn¨®tico. En el de Denzel Washington son diminutos y eficientes implantes cerebrales, insertados al momento. Y las llamadas telef¨®nicas, el factor desencadenante.
?Qu¨¦ hay de cierto en el "lavado de cerebro" y en el control de la mente? Muchas de las acciones que se acostumbran a considerar bajo estos t¨¦rminos, en sentido estricto, no tienen nada que ver. El uso de la fuerza o de amenazas para conseguir que alguien haga lo que uno quiere no es control mental. Otras, son rumores sin fundamento. La idea extendida de que los comunistas chinos tuvieron ¨¦xito con el lavado de cerebro de los prisioneros de guerra estadounidenses durante la guerra de Corea es un mito. Como se?ala Robert T. Carroll en su diccionario esc¨¦ptico (Skepdic.com), no hay ninguna evidencia de que las t¨¢cticas de tortura, aislamiento, etc¨¦tera (?qu¨¦ poco hemos avanzado en esto!), consiguieran su objetivo. De los 4.500 prisioneros censados, tan s¨®lo el 0,5% se pasaron al otro lado. La propagaci¨®n de la leyenda se debe a Edward Hunter, autor de Brainwashing in red China: the calculated destruction of men's minds (1951). El material habr¨ªa sido suministrado interesadamente por la CIA, preocupada por encontrar argumentos que justificasen el odio al comunismo. "Si se define el control de la mente como el ¨¦xito en el control de los pensamientos y las acciones de otro sin su consentimiento, el control mental s¨®lo existe en la fantas¨ªa", resume Carroll. El conocimiento actual de los efectos de la estimulaci¨®n el¨¦ctrica o qu¨ªmica del cerebro es demasiado vago como para que resulte posible remedar el tipo de control mental mostrado en la ficci¨®n. Desafortunadamente, esto no significa que siempre sea as¨ª. "Ya no trabajas para ellos. ?sta es la orden".
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