Gracias, mam¨¢
Que coincidan dos festividades en un mismo d¨ªa fomenta el dilema y la angustia existencial. Es el problema del aumento de oferta: pone a prueba la demanda. D¨ªa del Trabajo y D¨ªa de la Madre, ?con cu¨¢l de las dos quedarse? Las madres trabajadoras pueden celebrarlas al mismo tiempo pero a los aut¨®nomos que no tenemos previsto traer hijos al mundo se nos plantean algunos interrogantes. En una entrevista que le hizo Montserrat Roig, Merc¨¨ Rodoreda dijo: "Una mujer gana siempre. Si no es con el trabajo, ser¨¢ con la maternidad o el amor". A estas alturas ya no podemos felicitar a nuestras madres como cuando ¨¦ramos ni?os y les hac¨ªamos aquellas tremebundas redacciones de agradecimiento, con dibujitos que, a?os m¨¢s tarde, nos conmueven m¨¢s por el tiempo transcurrido y el poder devastador de la nostalgia que por sus valores art¨ªsticos. Queda la opci¨®n comercial: dejarse arrastrar por la corriente y permitir que los est¨ªmulos que amplifican los grandes almacenes influyan sobre nuestra desquiciada conducta. La oferta, en este caso, es infinita, aunque este a?o se llevan el centro de flores, cl¨¢sico hasta cierto punto, y la cesta de frutas, que tiene cada vez m¨¢s aceptaci¨®n.
Y es que la fruta est¨¢ en expansi¨®n. Est¨¢ muy bien visto regalar montones de kiwis, pl¨¢tanos, racimos de uva y naranjas con cualquier excusa, eso s¨ª, presentados con cierta sensibilidad arquitect¨®nica. En un ¨¢mbito m¨¢s cotidiano, la fruta tambi¨¦n gana terreno a otras formas de alimentaci¨®n tradicionalmente m¨¢s sabrosas y, por consiguiente, m¨¢s perjudiciales para la salud. S¨®lo hay que pasearse por la Boqueria para comprobar c¨®mo se multiplican los puestos frutales y esas impresionantes exposiciones de macedonias envasadas para turistas diet¨¦ticamente correctos. O los vasos de zumo ya preparados, de fresas o mango, de pomelo o coco, aut¨¦ntica gasolina para un caminante que, de repente, tropieza con el lado m¨¢s tropical de esta ciudad Mortadelo, capaz de disfrazarse de cualquier cosa para no tener que mostrar su propia identidad. Y, sin embargo, no s¨¦ yo si resulta demasiado elegante enviarle una cesta de frutas a quien nos trajo al mundo, por muy cursi que sea la caligraf¨ªa de la nota adjunta en la que escribiremos: "Gracias, mam¨¢".
Elegir el regalo adecuado no es f¨¢cil. No todo el mundo lo tiene tan claro como Jean-Jacques Peroni, que escribi¨®: "Para el D¨ªa de la Madre, regal¨¢is flores. Para el D¨ªa de la Abuela, regal¨¢is ata¨²des". ?Pa?uelo de seda? ?Brazalete de plata pagado en c¨®modos plazos? ?Un CD recopilatorio de boleros de Moncho? ?Un cheque por valor de todos los pr¨¦stamos que nos ha hecho a lo largo de la vida, m¨¢s los intereses, m¨¢s una valoraci¨®n aproximada de todo lo que le robamos del monedero? Unos grandes almacenes ponen a disposici¨®n de los hijos dubitativos un sistema inform¨¢tico que te va preguntando qu¨¦ le gusta a tu madre y, como respuesta, te va ofreciendo m¨²ltiples posibilidades. Ya se sabe que el amor materno-filial no tiene precio pero nunca est¨¢ de m¨¢s marcarse un detallito o, en su defecto, un detallazo. Si la fiesta del trabajo permite reflexionar sobre la creciente decadencia de la causa proletaria, el D¨ªa de la Madre se va pareciendo cada vez m¨¢s a San Valent¨ªn o Halloween, una mezcla de amor y de terror que inaugura la primavera. Adem¨¢s, en el futuro el D¨ªa de la Madre tendr¨¢ que replantearse algunos de sus principios y revisar su nomenclatura. Cuando los matrimonios homosexuales con derecho a adopci¨®n sean una realidad, ?c¨®mo se organizar¨¢n estas efem¨¦rides artificiales? ?Qu¨¦ criterio tendr¨¢n que seguir los hijos para regalar?
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