La insurgencia vuelve a crecer en Faluya
Ocho meses despu¨¦s de ocupar la ciudad rebelde de Irak, EE UU no logra tener el control
Faluya, ciudad convertida en un Estado policial tras el asedio del invierno pasado, deber¨ªa ser la m¨¢s segura de todo Irak. Miles de soldados estadounidenses e iraqu¨ªes viven en edificios que se desmoronan y patrullan calles recorridas por alambradas. Cualquier iraqu¨ª que entre en la ciudad debe mostrar una tarjeta y someterse a registro en uno de los seis puestos de control. A las diez de la noche se implanta el toque de queda.
Sin embargo, los rebeldes vuelven a levantarse de entre los escombros, ocho meses despu¨¦s de que el Ej¨¦rcito de EE UU causara la muerte de hasta 1.500 iraqu¨ªes en una costosa invasi¨®n que aviv¨® las pasiones antiamericanas todo el mundo ¨¢rabe.
En las entra?as de Faluya, el antiguo basti¨®n guerrillero situado a 50 kil¨®metros al oeste de Bagdad, los rebeldes vuelven a fabricar coches bomba. En las ¨²ltimas semanas estallaron al menos cuatro, uno de ellos mat¨® a seis soldados estadounidenses. Dos de las cinco fortalezas policiales en construcci¨®n han sido blanco de ataques con bombas. Tres miembros de los 21 que forman el reci¨¦n creado consejo municipal dimitieron sin previo aviso, seguramente porque recibieron amenazas.
Se calcula que el coste de la reconstrucci¨®n de la ciudad supera los 415 millones
No cabe duda de que la insurgencia sigue contando con el respaldo popular
Igualmente inquietante es el hecho de que incluso los residentes que, el pasado mes de noviembre, estaban a favor de limpiar las calles de Faluya de insurgentes, empiezan a sentir los efectos de la ocupaci¨®n.
"Algunos prefer¨ªan una ciudad tranquila, purificada de pistoleros y cualquier aspecto militante", dice Abdul Yabar Kadhim al Alwani, un hombre de 40 a?os que posee un taller de autom¨®viles y expresa un sentimiento generalizado. "Pero, despu¨¦s de la injusticia con la que las fuerzas estadounidenses e iraqu¨ªes trataron a los residentes de la ciudad, ahora prefieren a la resistencia, porque se sienten humillados".
Faluya, que se encuentra permanentemente cerrada, es mucho m¨¢s segura ahora que antes de la invasi¨®n de noviembre, y m¨¢s que la cercana Ramadi, capital de la provincia de Al Anbar, el coraz¨®n de la insurgencia. En las elecciones de enero, en las que s¨®lo el 2% de los votantes posibles de Al Anbar acudieron a las urnas, Faluya dio una imagen positiva, con una participaci¨®n de un tercio de los posibles votantes. La ciudad contaba entonces con 30.000 residentes.
Ahora, en cambio, Faluya se aproxima a un momento crucial, reconocen las autoridades estadounidenses, con un precario equilibrio entre la reconstrucci¨®n o la degeneraci¨®n en el campo de batalla urbano que hab¨ªa dejado de ser. Los jeques tribales dicen que animan a los residentes a votar en las elecciones nacionales previstas para diciembre, una de las se?ales m¨¢s positivas de que los sun¨ªes pueden abandonar su rebeli¨®n e incorporarse al proceso pol¨ªtico. Pero no cabe duda de que la insurgencia sigue contando con el respaldo de la poblaci¨®n.
"?ste es un momento fundamental para Faluya", dice un diplom¨¢tico de EE UU. "Empezamos a ver que los rebeldes tratan de restablecerse. A medida que m¨¢s gente regresa a la ciudad, la probabilidad de infiltraci¨®n aumenta", asegura.
Para los rebeldes es crucial recuperar el control de la ciudad de manos de las fuerzas estadounidenses e iraqu¨ªes, dicen los jefes militares estacionados en Faluya. Durante gran parte del a?o pasado, la ciudad fue el mayor refugio de Irak para los guerrilleros sospechosos de ser los autores de atentados con coche bomba en Bagdad y del asesinato de extranjeros.
La ciudad se convirti¨® en el s¨ªmbolo de la resistencia al poder de EE UU, no s¨®lo para el pueblo de Irak, sino para muchos ¨¢rabes en todo Oriente Pr¨®ximo. Hoy es el banco de pruebas m¨¢s importante para saber si es posible obligar a los sun¨ªes recalcitrantes a someterse al Gobierno de chi¨ªes y kurdos, que ocupan los puestos de poder en Bagdad.
El teniente coronel Rip Miles, responsable del Octavo Equipo de Combate, la unidad de 4.300 marines encargada de controlar el ¨¢rea de Faluya, dice que los rebeldes "creen que tiene valor para ellos". "Con raz¨®n o sin ella, Faluya significa algo", dice.
Los estadounidenses se hicieron con el control de la ciudad el pasado mes de noviembre, en los combates urbanos m¨¢s feroces desde la guerra de Vietnam. Docenas de soldados murieron y cientos resultaron heridos en los ocho d¨ªas de asedio; la mitad de Faluya, en otro tiempo aclamada como "la ciudad de las mezquitas", qued¨® destruida, y otra cuarta parte sufri¨® da?os estructurales.
Gran parte sigue en ruinas. El paisaje est¨¢ salpicado de restos de minaretes, con las c¨²pulas hechas pedazos por bombas o misiles de EE UU. A lo largo de la carretera n¨²mero 10, la principal arteria que recorre la ciudad de este a oeste, se ven escombros de numerosos edificios. El barrio industrial, que queda en el lado sur, Shuhada, est¨¢ en un estado tan desastroso que las familias no pueden regresar a ¨¦l. El suministro el¨¦ctrico est¨¢ todav¨ªa por debajo del nivel de noviembre, y los apagones son frecuentes.
Pese a ello, se ven trabajos de reconstrucci¨®n. M¨¢s de 140.000 de los residentes originales de la ciudad han vuelto. Grupos de hombres trabajan para restaurar edificios, y en algunos barrios han reabierto tiendas y restaurantes. Las autoridades estadounidenses dicen que ahora existen m¨¢s hogares con agua corriente que antes de noviembre.
Despu¨¦s del asedio, EE UU reparti¨® ocho millones de d¨®lares (unos 6.6 millones de euros) entre 20.000 personas como pago inicial para la reconstrucci¨®n. Los equipos iraqu¨ªes de ingenieros calcularon que 32.000 hogares necesitaban labores de reparaci¨®n y que el coste total de la reconstrucci¨®n ser¨ªa de unos 415 millones de euros.
Los residentes de la ciudad desean ver el resto de los 500 millones. El Gobierno de Ibrahim al Yafari no aprob¨® nuevos pagos, con la consiguiente preocupaci¨®n de los dirigentes iraqu¨ªes locales y los jefes de los marines, que explican que para ganarse la confianza de la poblaci¨®n es fundamental que el esfuerzo de reconstrucci¨®n salga adelante.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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