Cumbre iberoamericana: debatir sin prejuicios el futuro
En la organizaci¨®n futura de las cumbres hay un hecho nuevo que podemos saludar como una bendici¨®n: Enrique Iglesias, despu¨¦s de una larga trayectoria pol¨ªtica, con su experiencia acumulada y con el conocimiento m¨¢s preciso y l¨²cido de la regi¨®n, se ha hecho cargo de la reci¨¦n estrenada secretar¨ªa. La conoce como una realidad viva y diversa, llena de potencialidades por explorar para enfrentar los desaf¨ªos del desarrollo en la globalizaci¨®n. Si tiene el respaldo que necesita puede contribuir a definir objetivos comunes, aclarar propuestas y crear una nueva din¨¢mica para todos y en beneficio de todos.
Desde la primera que celebramos en Guadalajara (M¨¦xico), all¨¢ por el a?o 1991, hasta la de este a?o en Salamanca, se han generalizado los sistemas democr¨¢ticos. Sin embargo, la dificultad para encontrar procesos de crecimiento sostenido con una redistribuci¨®n m¨¢s justa del ingreso, muestra la cara negativa del proceso. Naturalmente hay excepciones a la regla en ambos casos, pero la regla cuenta para comprender la percepci¨®n que los ciudadanos tienen de este periodo hist¨®rico en la regi¨®n.
Se habla de "fracaso de la democracia" para dar respuesta al desaf¨ªo del desarrollo econ¨®mico y social, aunque no fracasa la democracia sino la pol¨ªtica. La democracia no garantiza de por s¨ª el buen gobierno, pero permite que cambiemos los gobiernos que no nos satisfacen en su desempe?o. A largo plazo siempre produce efectos positivos, porque los pol¨ªticos sometidos al escrutinio de los ciudadanos tienden a mejorar sus prestaciones.
Se han intentado reformas econ¨®micas liberalizadoras y privatizadoras, en sucesivas oleadas a lo largo de los 90, con aciertos y fracasos. Tambi¨¦n se han vivido oleadas de inestabilidad pol¨ªtica, por fortuna sin el acompa?amiento dram¨¢tico de las involuciones golpistas, aunque con consecuencias muy severas sociales y econ¨®micas.
En el trasfondo de la inestabilidad y de las convulsiones sociales podemos ver c¨®mo la riqueza ha crecido escasamente, casi en los mismos t¨¦rminos que la poblaci¨®n, pero la distribuci¨®n del excedente de ese crecimiento es peor que anta?o. ?ste es el elemento b¨¢sico de la frustraci¨®n ciudadana que ve alejarse en el horizonte, periodo tras periodo, las expectativas de mejora de sus condiciones de vida y que coloca a la regi¨®n en cabeza de la desigualdad en el mundo.
La pol¨ªtica tiene que aprender de la prueba y error, corregir el rumbo para buscar caminos de respuesta para evitar esta frustraci¨®n creciente. Ni el populismo -de izquierdas o de derechas- ni el fundamentalismo neoliberal han servido para enfrentar los desaf¨ªos con ¨¦xito. Deber¨ªamos a?adir que los discursos pol¨ªticos son los que menos cambian en un mundo cambiante a velocidad vertiginosa. Siguen tendiendo al antagonismo sin concesiones, desde posiciones previas, con prejuicios viejos, que impiden encontrar la senda del entendimiento en la definici¨®n de los intereses nacionales que deber¨ªan ser parte de amplios consensos.
Existe un problema de m¨¢s y mejor democracia -lo que ahora llamamos calidad democr¨¢tica- y de proyectos pol¨ªticos consistentes para estimular el crecimiento econ¨®mico con empleo. Para hacerlos sostenibles hay que aprovechar la energ¨ªa, desarrollar las infraestructuras f¨ªsicas, construir vivienda accesible y, sobre todo, cuidar la variable estrat¨¦gica m¨¢s importante para enfrentar el futuro: la educaci¨®n y la salud de la gente.
Mejorar la eficiencia de la democracia no es, sustancialmente, un problema de costes, sino de voluntad pol¨ªtica y de acuerdos, pero si no se hace no tendremos instrumentos para el desarrollo. A¨²n m¨¢s, el aparato burocr¨¢tico se convierte en lastre para el ejercicio de la libertad con seguridad y para el impulso de las iniciativas generadoras de riqueza.
Los sistemas democr¨¢ticos, con excepciones, son poco incluyentes. La participaci¨®n de las mujeres -m¨¢s de la mitad de la poblaci¨®n- es muy escasa en los puestos de responsabilidad, representativos y de designaci¨®n, lo que desperdicia una parte sustancial del capital humano de la regi¨®n. La exclusi¨®n por distintas v¨ªas de sectores amplios de la poblaci¨®n es tambi¨¦n una evidencia, como ocurre con la poblaci¨®n ind¨ªgena. Limitaciones no justificables para ser elegible, por titulaci¨®n universitaria, o por edad, en sociedades con una pir¨¢mide poblacional muy joven o con escasas posibilidades de acceso a cualquiera a una educaci¨®n superior contribuyen a la exclusi¨®n. El coste de la pol¨ªtica, particularmente de las campa?as, es, asimismo, un mecanismo de exclusi¨®n de mayor¨ªas. La distancia entre la condici¨®n de elector y elegible tiene que tender a reducirse si queremos el compromiso de todos con la democracia.
Muchos sistemas electorales parecen pensados para generar inestabilidad o para exigir pactos truculentos que dificultan la gobernanza. Se dice que el problema es el presidencialismo, aunque lo dudo. El problema suele ser que los presidentes electos tienen respaldos muy exiguos en los parlamentos, excesivamente fraccionados, y se producen choques insalvables de legitimidades democr¨¢ticas en el desarrollo de las funciones ejecutivas y legislativas.
La seguridad f¨ªsica y la seguridad jur¨ªdica son elementos esenciales para el ejercicio de las libertades c¨ªvicas. Es imposible sentirse libres si la criminalidad organizada se extiende como amenaza constante para nuestra libertad de movimientos. Es dif¨ªcil desenvolverse como ciudadanos si las leyes se interpretan o aplican con arbitrariedad o son incomprensibles y complejas para la mayor¨ªa. En este terreno tambi¨¦n se necesitan reformas que implican acuerdos o consensos m¨¢s all¨¢ de la posici¨®n que se ocupe en el espectro pol¨ªtico o la representaci¨®n que se ostente. Libertad con seguridad es una necesidad que exige un funcionamiento policial y judicial de mayor eficiencia. M¨¢s si se considera que justificaci¨®n primera y ¨²ltima del Estado es garantizar este binomio.
Simplificar tr¨¢mites y hacer transparentes las cuentas y las acciones p¨²blicas significa poner a las administraciones al servicio real de los ciudadanos. Ahorra dinero, evita corruptelas e impide que el monstruo burocr¨¢tico se alimente de s¨ª mismo y de la sociedad en lugar de servirla. No confundir el ejercicio imprescindible de la autoridad con el autoritarismo del que partimos es un paso decisivo en la madurez de la democracia.
Reformas pol¨ªticas que per-mitan decisiones estrat¨¦gicas en el terreno de la econom¨ªa, con una fiscalidad que estimule el crecimiento con empleo y redistribuya ingreso mejorando servicios b¨¢sicos de educaci¨®n y salud. Si la fiscalidad es s¨®lo recaudatoria, sin priorizar los objetivos nacionales para el desarrollo econ¨®mico y social, tiende a distorsionar la inversi¨®n y la creaci¨®n de riqueza.
Los acuerdos nacionales deber¨ªan hacer posibles pol¨ªticas de medio y largo plazo para el desarrollo de las infraestructuras f¨ªsicas, con frecuencia de car¨¢cter regional supranacional, para eliminar cuellos de botella al crecimiento sostenido de la econom¨ªa. Se dice que en la regi¨®n hay poco ahorro para este esfuerzo necesario, pero lo que ocurre es que hay poca capacidad de ahorro p¨²blico y parte del ahorro privado -que s¨ª existe- no encuentra cauces para proyectarse hacia inversiones en las infraestructuras.
Imaginemos Estados democr¨¢ticos que mejoren la seguridad de los ciudadanos y faciliten sus iniciativas; que atiendan la educaci¨®n y la salud b¨¢sica de los ciudadanos y que ejerzan su capacidad regulatoria para atraer al ahorro privado y para canalizar el ahorro social hacia el desarrollo de las infraestructuras de carreteras, puertos, aeropuertos, agua y vivienda. Importar¨ªa menos que sus recursos p¨²blicos se concentraran en las funciones se?aladas porque ser¨ªan capaces de combinar lo p¨²blico y lo privado al servicio del pa¨ªs y de la regi¨®n.
Consideraci¨®n aparte merece la energ¨ªa, como variable estrat¨¦gica para el desarrollo nacional y regional y para la relevancia internacional. En esta parte del continente hay energ¨ªa de sobra, de la que no es renovable y de la renovable, pero est¨¢ infrautilizada en algunos casos o no ha sido ¨²til para el desarrollo social y econ¨®mico de los pueblos. Poco importa si la explotaci¨®n de los recursos es p¨²blica o privada, que ambas cosas son posibles. Lo que importa es que se proyecten a favor de los ciudadanos. Ni siquiera se trata del reparto de esa riqueza, en muchos casos no renovable, sino de su utilizaci¨®n para crear una fuente de riqueza permanente para las sociedades iberoamericanas.
El continente est¨¢ lleno de potencialidad. De nuevo existe una etapa en que es previsible el crecimiento econ¨®mico y tambi¨¦n el mantenimiento de precios interesantes para materias primas abundantes y de valor estrat¨¦gico. ?Ser¨ªa posible debatir serenamente, sin prejuicios, sobre el presente y el futuro de la regi¨®n? Los actores est¨¢n juntos. La obra puede dar comienzo.
Felipe Gonz¨¢lez es ex presidente del Gobierno espa?ol.
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