Nadar contra corriente
Los profesores que desarrollan su actividad en la mayor parte de las universidades de nuestro pa¨ªs suelen sorprenderse cuando, al visitar alguna de las diversas universidades a distancia existentes por estas mismas latitudes, descubren que a la suya, en la que pensaban sin adornarla con calificativo alguno, tambi¨¦n le corresponde un ep¨ªteto, a saber, el de universidad presencial (debe ser por oposici¨®n a ausencial, aunque en las presuntamente presenciales tambi¨¦n proliferen las ausencias de todo tipo). Algo an¨¢logo, recordar¨¢n los de una cierta edad, suced¨ªa hace a?os al hablar de la cultura espa?ola. Mientras que para quienes viv¨ªan aqu¨ª el t¨¦rmino no requer¨ªa de mayores precisiones, para otros, obligados a la ausencia, se alud¨ªa a lo que se estaba produciendo en el interior, tal vez como una forma de dar a entender que eso no era todo, que hab¨ªa una parte de esa misma cultura que se estaba llevando a cabo en esos mismos momentos fuera de su lugar natural.
VARIACIONES DE UN FIL?SOFO
Jos¨¦ Ferrater Mora
Antolog¨ªa, selecci¨®n, estudio introductoria y edici¨®n
de Jordi Gracia
Edici¨®s do Castro
A Coru?a, 2005
207 p¨¢ginas. 12 euros
Es verdad que hubo una etapa anterior, primera, en la que todav¨ªa los exiliados -lo mejor, sin duda, de la intelectualidad de este pa¨ªs en muchos ¨¢mbitos- eran reconocidos como formando parte -dolorida parte, pero parte al fin- de la cultura espa?ola sin necesidad de mayores precisiones ni matices. M¨¢s a¨²n, el mero reconocimiento de este hecho implicaba una toma de posici¨®n, un rechazo moral al intento de quebrar la sociedad espa?ola, de consagrar el cainismo tambi¨¦n en el ¨¢mbito del esp¨ªritu que hab¨ªan intentando los vencedores de la contienda civil. Pero poco a poco el paso de los a?os, unido a la aparici¨®n de nuevas voces que iban ganando dificultosamente espacios para la libertad, hicieron que el estatuto de aquellos ausentes fuera variando.
Probablemente estemos viviendo los coletazos ¨²ltimos de esa transformaci¨®n. Conforme la cultura espa?ola fue adquiriendo su propia entidad, el espacio imaginario que ocupaban y la funci¨®n que desempe?aban en la conciencia colectiva de este pa¨ªs aquellos ausentes se fue desplazando. Perdieron la condici¨®n de arma arrojadiza que serv¨ªa para denunciar la falta de legitimidad moral de quienes hab¨ªan usurpado ventajosamente su lugar, y pasaron a ser tratados con una extra?a mezcla de displicente condescendencia y entra?able paternalismo. Un poco a la manera -se me disculpar¨¢ la comparaci¨®n, cargada de respeto- en que se recibe a ese anciano pariente que, cansado, nos visita tras a?os lejos de su tierra y no puede evitar un rosario de lamentos por todo lo que el paso del tiempo ha ido borrando o alterando radicalmente, incluida su propia vida.
Jordi Gracia, editor de la pre
sente antolog¨ªa de textos de Jos¨¦ Ferrater Mora, subraya en su extensa y brillante introducci¨®n unas cuantas ideas importantes, que contribuyen a que el lector se adentre en los escritos del fil¨®sofo catal¨¢n, exiliado insigne, con una disposici¨®n distinta a la que tiende a ser habitual entre nosotros. Se?ala, por ejemplo, el dato de que Ferrater nunca se lo puso f¨¢cil a los perdonavidas del interior. Al igual que en el caso de Francisco Ayala, vivi¨® la experiencia de la lejan¨ªa sin patetismo, siendo enormemente permeable a la nueva vida que no tuvo m¨¢s remedio que ir construyendo.
De esa disposici¨®n sac¨® provecho intelectual. Por decirlo en breve: se gan¨® a pulso el derecho a ser considerado interlocutor filos¨®fico en el momento en el que el pensamiento en Espa?a emprendi¨® el proceso de su definitiva normalizaci¨®n. Entonces los aspirantes a fil¨®sofos de este pa¨ªs descubrieron que fue Ferrater el primero que llam¨® la atenci¨®n sobre el revolucionario alcance de la filosof¨ªa de Wittgenstein (en un trabajo, Wittgenstein o la destrucci¨®n, acertadamente recogido en este volumen). Pero tambi¨¦n su condici¨®n de pionero en eso que luego, un tanto pretenciosamente, se ha denominado disoluci¨®n de los g¨¦neros, entre otros muchos m¨¦ritos. Quiz¨¢ Ferrater no haya sido tan padre de la filosof¨ªa espa?ola actual (ni siquiera en el ¨¢mbito de la anal¨ªtica) como algunos, obsesionados por las genealog¨ªas, se han empe?ado en proclamar. Pero, en el fondo, mejor as¨ª: nos ahorramos el trabajo de matarlo y, en vez de eso, aprovechamos tan precioso tiempo en leerlo, aprendiendo de sus textos.
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