"Cuanto mejor estoy, m¨¢s angustia me entra"

Isabel Coixet (Barcelona, 1962), la directora de cine, aborda su primera aventura teatral, y lo hace asumiendo el riesgo de contar en el escenario una historia de amor y de soledad, la que trasciende del libro de cartas 84 Charing Cross (Anagrama), de Helene Hanff. La obra, que interpretan Carmen El¨ªas y Josep Minguell, lleva a?o y medio viajando por distintos lugares de Espa?a, desde su estreno, y en Madrid se presentar¨¢ a finales de enero en el teatro F¨ªgaro. Reci¨¦n llegada de Barcelona, a primera hora de ayer, Isabel Coixet parec¨ªa una principiante que aborda su relaci¨®n con el p¨²blico, como directora de teatro, como una joven que a¨²n no hubiera cumplido 43 a?os y un n¨²mero importante de pel¨ªculas, entre ellas, la ¨²ltima, La vida secreta de las palabras, que opta a varios goyas de la Academia. Para los que a¨²n no conozcan la historia de 84 Charing Cross, algunos detalles: es la correspondencia que una neoyorquina, inteligente lectora, establece con un oscuro librero de viejo de Londres; a lo largo de los a?os esa relaci¨®n, que primero fue de lectora ¨¢vida de cl¨¢sicos y de otros libros de su predilecci¨®n, a precios asequibles, con un librero oscuro del Londres de la posguerra mundial, deviene en enamoramiento y en misterio. El resto es una historia de amor y soledad. Isabel Coixet, que la adapt¨® para el teatro (la traducci¨®n de esta versi¨®n es de Ram¨®n de Espa?a), habla aqu¨ª de las emociones que ha vivido dirigiendo su versi¨®n teatral.
"Escenificamos la soledad y estamos todos los espectadores ah¨ª, juntos, sentados, mirando"
"Los protagonistas de '84 Charing Cross' viven mil vidas que no vivir¨ªan nunca si no leyeran libros"
"Aborrezco esas novelas hist¨®ricas que proliferan ahora, los templarios y los 'davincis..."
Pregunta. ?C¨®mo se puede escenificar la soledad?
Respuesta. ?se era el reto, contar la relaci¨®n de dos personas que est¨¢n muy solas y que coexisten en el escenario todo el rato. Eso acent¨²a la soledad total en la que viven. Sus ¨²nicos amigos son los libros... Y, en la convenci¨®n que es el teatro, esa soledad que viven trasciende al p¨²blico: escenificamos la soledad y estamos todos los espectadores ah¨ª, juntos, sentados, mirando. John Berger se pregunta por qu¨¦ la gente se besa en el cine, y no se besa en el teatro. Yo tambi¨¦n me lo pregunto: por qu¨¦ los espectadores no se besan.
P. Acaso porque temen ser mirados desde el escenario...
R. Seguro. En el escenario hay seres vivos, y eso intimida; la gente se cree que los actores te ven, y no se besan.
P. ?Se ha tenido que aligerar para hacer teatro?
R. S¨ª, me he quitado soberbia e impaciencia. Al abordar una obra como ¨¦sta tienes que estar pose¨ªdo por una gran humildad. Y me he metido tanto que a veces he sentido la sensaci¨®n ?de que el texto lo he escrito yo!
P. ?Y en qu¨¦ se ha sentido la autora de la historia?
R. En la capacidad para esconder una profunda timidez, en el amor a los libros, en no aguantar tonter¨ªas de nada ni de nadie, en el miedo a cruzar el abismo entre realidad y deseo, en llevar siempre jerseys viejos y pantalones negros. En el pudor.
P. ?Le ha impuesto mucho el libro?
R. Es un libro muy tenue. Se trata de una correspondencia entre una mujer que vive en Nueva York y un hombre gris que trabaja en una librer¨ªa de segunda mano de Londres. Sin embargo, cuando lees esas cartas, que al principio son muy banales, te puedes imaginar todo lo que quieras. Te extra?a que hasta los dos a?os de relaci¨®n ¨¦l no se atreviera a quitarle se?orita de su nombre, que hasta los cinco a?os de relaci¨®n no le llamara directamente Helene... Esos peque?os avances en la confianza cotidiana, los propios datos sobre la escasez que hab¨ªa en la posguerra, todo ese coro de personas que rodean su discret¨ªsima relaci¨®n, son elementos que nos van llevando a lo largo de veinte a?os a una relaci¨®n amorosa, sublimada, pero m¨¢s real e intensa que otras relaciones que hubieran tenido...
P. ?Tuvo la tentaci¨®n de intervenir en la vida de ambos?
R. Tan s¨®lo cambi¨¦ algunas citas; los conocedores del libro sabr¨¢n perdonarme... Desde el principio sent¨ª una familiaridad brutal con el texto, que invitaba a una proyecci¨®n propia en la que intervenga el teatro pero tambi¨¦n el espectador. Por ejemplo, en la pel¨ªcula [con Anthony Hopkins y Anne Bancroft] aparece la mujer del librero, y yo he querido aqu¨ª que el espectador la imagine, y me parece que eso es m¨¢s creativo, m¨¢s evocador.
P. ?Y c¨®mo fue la elaboraci¨®n, menos complicada que en el cine?
R. ?Qu¨¦ va! El teatro es m¨¢s puntillista; das dos pasos adelante y luego tienes que volver, y eso me pas¨® desde que empec¨¦ a preparar las primeras cartas de la obra. Pienso que los aut¨¦nticos h¨¦roes del teatro son los actores. Los directores aportan un punto de vista, junto con el escen¨®grafo y el iluminador, que en este caso es Jos¨¦ Luis L¨®pez Linares, ha hecho un trabajo precioso.
P. La obra parece una met¨¢fora: dos seres insignificantes se convierten en h¨¦roes leyendo.
R. Son dos lectores muy especiales; ella no se averg¨¹enza de decir que a ella Chaucer ni fu ni fa... Rechaza cl¨¢sicos, ama textos improbables, que no parecen propios para una mujer que vive haciendo guiones para la radio. Pero ambos viven mil vidas que no vivir¨ªan nunca si no leyeran libros.
P. El librero es muy especial.
R. Tanto amor tiene que viajar por las mansiones victorianas de los alrededores de Londres, en medio de la podredumbre de la ¨¦poca, sacando de los arcones h¨²medos libros que ella va a disfrutar, en los que va a encontrar notas ajenas que le resultar¨¢n tambi¨¦n fascinantes.
P. ?A usted le gustan tambi¨¦n los libros as¨ª?
R. En absoluto. Siempre me han parecido sucios. Pero me pas¨® algo extraordinario en Minsk, Rusia. Se me hab¨ªan acabado los libros y fui a una librer¨ªa de viejo, y hall¨¦ un libro sensacional; ten¨ªa notas, sellos, y me lo beb¨ª encantada.
P. ?Qu¨¦ libro era?
R. El gran momento de Mary Tribune, de Juan Garc¨ªa Hortelano, en su primera edici¨®n espa?ola.
P. ?Qu¨¦ me dice!
R. S¨ª, un libro tan veraniego, y tan vitalista, en medio de las nubes de aquella ciudad horrible y fr¨ªa. Me pareci¨® una gran novela, en la que todo el mundo se pasaba el tiempo duch¨¢ndose, en albornoz, feliz, y yo en aquel hotelucho de mierda.
P. ?Cu¨¢l es el canon literario de su Helene?
R. Es una lectora autodidacta, lamenta no ir a la universidad, no tiene miedo a cargarse a ciertos autores cl¨¢sicos, y adora la teolog¨ªa, y las cr¨®nicas de la vida en palacio, del siglo XVII; y todo el rato muestra una gran curiosidad.
P. ?Su canon?
R. Va cambiando. Le gustan las novelas policiacas victorianas, aunque nunca lo dice; y las biograf¨ªas, aunque no las autobiograf¨ªas. Y, c¨®mo no, adora a Jane Austen, y un poco menos a las Bront?.
P. ?Y a usted?
R. ?La teolog¨ªa no me va! Pero sin Jane Austen mi adolescencia hubiera sido trist¨ªsima. Y me gustan los ensayos, pero aborrezco esas novelas hist¨®ricas que proliferan ahora, los templarios y los davincis... Tengo mucho respeto por la historia, y ¨¦sa es una manera de banalizarla, aunque no s¨¦ muy bien para qu¨¦.
P. Usted es una mujer de palabras, incluso su ¨²ltima pel¨ªcula trata de las palabras.
R. Pero mi sue?o ser¨ªa hacer una pel¨ªcula muda. Creo que hay algo muy poderoso en el cine mudo. Pero s¨ª, tambi¨¦n me fascinan las palabras. De todos modos, las palabras pueden ocultar cosas; hay gente que se refugia en el silencio y otras que se ocultan con palabras, no tienen nada que decir.
P. Dirige una obra sobre la soledad. ?Y c¨®mo le va a usted la vida?
R. Debo tener alg¨²n gen jud¨ªo porque cuanto mejor me van las cosas m¨¢s angustia me entra.

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