Ocho a?os, un mes y una semana en el infierno
Decenas de secuestrados pueden ser canjeados por 500 guerrilleros presos en Colombia. Sus familias relatan la pesadilla de a?os de lucha sin apenas noticias desde la selva
La guerrilla izquierdista Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) quiere sacar de la c¨¢rcel a 500 de sus combatientes canje¨¢ndolos por 63 personas -pol¨ªticos, polic¨ªas, soldados, y tres norteamericanos- que tiene en su poder. Gobierno y guerrilla han cedido en sus duras posiciones, pero sin llegar a sentarse a negociar. Mientras, en c¨¢rceles en la selva, los secuestrados ven pasar los a?os. De la mayor¨ªa, hace tiempo que no hay pruebas de supervivencia.
A finales de diciembre, una comisi¨®n internacional -con representaci¨®n de Espa?a, Suiza y Francia- propuso que se creara una zona desmilitarizada de 180 kil¨®metros cuadrados bajo control internacional que garantizase la seguridad de los negociadores. El 2 de enero, las FARC replicaban: "Con ?lvaro Uribe no habr¨¢ intercambio humanitario". Y el presidente quiere someter el plan a refer¨¦ndum.
Tres hermanos sufren solos: el padre falleci¨® en un atentado; la madre sigue secuestrada
Patricia y Fabiola env¨ªan mensajes por radio a sus hombres cautivos
"S¨®lo puedo esperar un milagro de Dios; los hombres no han hecho nada", lamenta Stella
EL PA?S ha visitado a los familiares de algunos canjeables. La vida se par¨® para ellos; y no logran poner fin a esta larga pesadilla.
PABLO EMILIO MONCAYO "Se nos ha ido la vida"
Stella y Gustavo, dos profesores de Sandon¨¢ Nari?o, al sur del pa¨ªs, no se sientan a la mesa sin bendecir los alimentos y desear que su ¨²nico hijo hombre, Pablo Emilio, tenga algo que comer. Cuando se re¨²nen para una celebraci¨®n familiar colocan en el centro de la mesa la foto de ¨¦l.
Desde hace ya ocho a?os, un mes y una semana, Pablo Emilio est¨¢ en poder de las FARC. Cay¨® en el ataque de la guerrilla a la base militar de Patascoy, el 21 de diciembre de 1997. Era cabo y ten¨ªa 19 a?os. "S¨®lo puedo esperar un milagro de Dios... los seres humanos no han hecho nada", dice Stella con un dejo de rabia.
Al comienzo no pod¨ªa dar clase; ve¨ªa, desde el segundo piso del colegio donde trabaja, el atardecer, las nubes, las monta?as llenas de parches de cultivos y se pon¨ªa a llorar. "Me daban ganas de salir corriendo, de irme lejos y encontrar a mi hijo...". Las l¨¢grimas la interrumpen; al rato concluye: "Sigo con el mismo dolor dentro". A veces piensa que ser¨ªa m¨¢s f¨¢cil asimilar que su hijo est¨¢ muerto: "Le llevar¨ªa flores y aceptar¨ªa esa realidad".
Gustavo tiene fotos al lado de los tres ¨²ltimos presidentes, de embajadores y comandantes guerrilleros. Viaj¨® 15 veces, cinco de ellas con su esposa, a la zona de distensi¨®n que existi¨® durante los tres a?os que dur¨® el ¨²ltimo intento de di¨¢logo de paz con las FARC. Pidi¨® a los guerrilleros que permitieran a sus rehenes estudiar a distancia, recibir visitas de familiares. Nada logr¨®. "Se nos ha ido la vida", dice Gustavo con el hablar calmado y mimoso de los habitantes de esta zona lim¨ªtrofe con Ecuador.
Tienen la casa hipotecada y deudas millonarias pues sus sueldos de maestros -unos 200 euros mensuales cada uno- no alcanzan para tanto ir y venir.
Han recibido un v¨ªdeo, dos fotos, cartas (repletas de corazones y dibujos). La ¨²ltima, en marzo de 2003. Las han le¨ªdo una y 1.000 veces. Por ellas saben que Pablo Emilio lee la Biblia y ha tenido varias mascotas: un loro, un sapo, un perro; ha pasado ¨¦pocas de depresi¨®n y ha estado varias veces enfermo. Se saben frases enteras de las cartas: "De d¨ªa pueden re¨ªr; de noche lloren. No soy un soldado desechable. Todo mi coraz¨®n est¨¢ lleno de llanto. S¨®lo el que es libre libera".
Hoy s¨®lo cuentan con los mensajes enviados por radio. Le han contado que tiene una nueva hermanita, de dos a?os, y un sobrino de cuatro, que tiene casa nueva a¨²n sin terminar...
GLORIA, FELIPE Y SEBASTI?N "Mi pap¨¢ muri¨® para que mi mam¨¢ regrese m¨¢s pronto"
El sue?o de volver a ser una familia normal, que abrigaron desde el 26 de julio de 2001, cuando el secuestro les rompi¨® la vida, se les derrumb¨® a los hermanos Lozada Polanco el pasado 4 de diciembre. Ese d¨ªa, Jaime, el padre, muri¨® en un atentado cuando viajaba por una carretera del sur del Huila.Todo se?ala a las FARC como autores del crimen de este pol¨ªtico conservador.
"Mi pap¨¢ se tuvo que ir para cumplir una misi¨®n: que mi mam¨¢ regrese m¨¢s pronto", dice convencido Daniel, el menor de los tres hermanos. Tiene 15 a?os. Los ojos, su mirada limpia, su pelo manejado a punta de gomina lo hacen parecer menor. "Jes¨²s es tu amigo", dice la camiseta que lleva puesta. No esconde que se ha vuelto m¨¢s religioso desde esa noche en la que guerrilleros disfrazados de polic¨ªas tomaron el edificio Miraflores en una zona residencial de Neiva y se llevaron a 15 personas, entre ellas su mam¨¢, Gloria, y sus hermanos, Felipe y Sebasti¨¢n.
Durante seis meses, madre e hijos permanecieron juntos; una ma?ana a ella la sacaron del campamento, aseguraron que la iban a liberar. La unieron al grupo de canjeables, pues en cautiverio fue elegida congresista. El 13 de julio de 2004, cuando se hab¨ªa pagado gran parte del millonario rescate, los hermanos volvieron a la libertad. El resto se cancel¨® despu¨¦s, a plazos, algo habitual.
Es dif¨ªcil ver a los hermanos sonre¨ªr; es dif¨ªcil que sus respuestas sean algo m¨¢s que frases cortas; es dif¨ªcil sacarlos del "?qu¨¦ se puede hacer?, la vida sigue; tenemos que ser fuertes". Lo reitera sobre todo Felipe, de casi 22 a?os, el mayor. Es evidente que est¨¢ destrozado por dentro.
"Hemos madurado a golpes", es otra frase que repiten. "Quisiera volver a ser ni?o; ya no se puede", se lamenta Daniel.
Mientras hablan, Sebasti¨¢n, de 20 a?os, atrae hacia s¨ª a Daniel, lo abraza, le hace cosquillas en la oreja, lo mima como a un ni?o peque?o. Los dos comparten cuarto. Sobre una mesa, en medio de balones y de afiches de equipos de f¨²tbol -los tres son aficionados a este deporte-, Daniel arm¨® un peque?o altar: la Rosa M¨ªstica, patrona de los secuestrados, un Cristo, estampas, novenas, oraciones. Ha pasado horas enteras orando, muchas con su padre durante los tres a?os que vivieron solos. En ese tiempo dorm¨ªan juntos y Daniel lo acompa?aba a reuniones pol¨ªticas, a encuentros para impulsar el acuerdo humanitario.
En el apartamento hay fotos de Gloria, sonriente, elegante a sus 40 a?os; a esa edad se la llevaron. Muy distinta a la Gloria que se ve en un v¨ªdeo grabado en agosto de 2003. Al lado de otros canjeables y de un arrogante Mono Jojoy, comandante militar de las FARC, se la ve deshecha, destrozada, suplicante. Desde entonces no han tenido m¨¢s pruebas de supervivencia.
SILGILFREDO, JUAN CARLOS NI viudas, ni separadas, ni casadas...
Lo primero que hace Patricia Nieto al llegar a su oficina, una sala gris en la Defensor¨ªa de los Funcionarios P¨²blicos en Cali, es prender un vel¨®n en el altar que organiz¨® encima de un archivador. En la pared, un Cristo milagroso; sobre el mueble met¨¢lico, dos ¨¢ngeles, la Rosa M¨ªstica y recostada contra el vel¨®n la foto de Silgilfredo L¨®pez, su esposo, secuestrado el 11 de abril de 2001. Se lo llevaron junto a otros 11 diputados de la Asamblea Departamental del Valle. En pleno centro, a plena luz del d¨ªa.
Patricia se ha inventado trucos para sobrevivir. Tambi¨¦n Fabiola Perdomo retoca cada a?o la ¨²ltima foto que tiene de la familia entera: ella, su esposo, Juan Carlos Narv¨¢ez, y Daniela, la hija, entonces de dos a?os. "Lo dejamos a ¨¦l y, mediante montaje, nos vamos cambiando nosotras; as¨ª mi hija tiene en casa la figura paterna", explica esta atractiva mujer de 37 a?os, que asumi¨® la direcci¨®n del movimiento pol¨ªtico de su marido y hoy es concejal de Cali.
Han tenido que asumir el papel de pap¨¢-mam¨¢, las riendas de sus casas, pero la soledad ha sido lo m¨¢s duro para estas dos mujeres, incansables trabajadoras por el acuerdo humanitario, que todos los d¨ªas env¨ªan, por radio, mensajes a sus hombres cautivos. "El da?o como mujer, como pareja, que nos ha causado el secuestro es inmenso. No soy viuda ni separada, estoy casada y no casada", resume, con dolor, Patricia. Fabiola ha tenido que aplazar su sue?o de tener su segundo hijo. "No s¨¦ cu¨¢ndo vuelva ¨¦l y tengo claro que despu¨¦s de los 38 a?os no ser¨¦ mam¨¢".
Hace apenas una semana, despu¨¦s de 15 meses de silencio, recibieron un v¨ªdeo, el quinto que les han entregado, como prueba de supervivencia. Cada uno de los diputados secuestrados habla tres minutos. Tres de los congresistas, entre ellos el esposo de Fabiola, pidieron asilo en Venezuela, un referendo para que los colombianos opinen sobre el acuerdo humanitario. Y enviaron mensajes de amor. "Eso me encanta, pues despu¨¦s de cuatro a?os los sentimientos cambian; s¨¦ que todav¨ªa me quiere", comenta, contenta, Fabiola. Patricia ha visto una y otra vez el corto retazo en que aparece su esposo. "Seguimos unidos por los poemas"; ¨¦l le cuenta que le ha escrito 70 versos; ella tambi¨¦n tiene varios pero no se atreve a leerlos por radio: "Quiero guardar la intimidad".
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