En buenas manos
Cuando alguien ha de pasar por el quir¨®fano a vida o muerte, r¨¢pidamente se forma un eco a su alrededor: "Ponte en las mejores manos". En Espa?a, eso no es dif¨ªcil porque hay muchos cirujanos que han alcanzado niveles de excelencia. Varios de ellos explican c¨®mo viven esta profesi¨®n de alto riesgo emocional.
El d¨ªa que opera, Borja Corc¨®stegui no come. Apenas alg¨²n zumo, alg¨²n caldo, lo justo para no desfallecer. No come porque con la digesti¨®n aumenta el ritmo de su coraz¨®n, y si est¨¢ operando siente los latidos en sus manos. Es un movimiento imperceptible, pero ¨¦l lo nota. "No me gusta, me parece que pierdo precisi¨®n", dice. Este detalle da idea de la concentraci¨®n que exige la especialidad que ¨¦l ejerce, la microcirug¨ªa del ojo. Y explica el nivel de exigencia que le ha convertido en una autoridad indiscutida de la cirug¨ªa del v¨ªtreo y la retina. El paciente se juega muchas veces el ¨²nico ojo que le queda, y Borja Corc¨®stegui no se puede permitir que el latido de su coraz¨®n lo ponga en peligro.
Durante varios minutos lo que hacemos es abrirnos paso por un mar de grasa amarilla
"Yo ten¨ªa manos de mujer y deb¨ªa demostrar que ten¨ªa tambi¨¦n coraz¨®n de le¨®n"
Cuando Pascual Parrilla observa el enorme tumor que invade el abdomen de la paciente y ve que compromete varios ¨®rganos vitales, todas las neuronas de su cerebro se activan a la b¨²squeda desesperada de un camino. Sabe que si de su boca sale la palabra irresecable, la mujer estar¨¢ condenada. Ha de intentarlo, ha de arriesgar, pero no a costa de dejarla peor de lo que est¨¢. Dif¨ªcil decisi¨®n. Pascual Parrilla es un cirujano veterano, de los que ya han llegado a la categor¨ªa de maestro de maestros, y, sin embargo, todav¨ªa de tanto en tanto pasa la noche en blanco porque la cara del paciente que no ha podido salvar vuelve una y otra vez a su mente.
Tambi¨¦n Enrique Moreno es un veterano con tantas horas de vuelo que ya ha perdido la cuenta de la cantidad de veces que ha llegado a su casa de madrugada, cansado, pero colmado. El trasplante no sabe de horarios. En este caso, la vida nace de la muerte, y el cirujano ha de estar ah¨ª, atento al momento para que la delgada l¨ªnea que las une no se rompa por su culpa. Enrique Moreno tiene cientos de trasplantes hechos, algunos m¨²ltiples, pero tambi¨¦n le ha ocurrido que se ha peleado a brazo partido por un enfermo y ha fracasado. Los nombres, las caras, se difuminan en el olvido, pero todos los cirujanos tienen en la rec¨¢mara de su memoria alg¨²n caso que se resiste. El de Enrique Moreno es un chico de 18 a?os que lleg¨® en situaci¨®n desesperada. Cuando asumi¨® que ya no pod¨ªa hacer nada m¨¢s, el gigante del bistur¨ª, el hombre de la imponente figura, el altivo cirujano, se sinti¨® peque?o, busc¨® la ventana y mir¨® al cielo: "Sordo, es tu tiempo. Yo ya lo he intentado. Ahora te toca a ti". Se lo ped¨ªa a Dios.
Son tres cirujanos que tienen en com¨²n con el resto de los que aparecen en este reportaje, y con much¨ªsimos otros que merecer¨ªan aparecer, una trayectoria de esfuerzo, dedicaci¨®n y rigor que les ha llevado a una posici¨®n de preeminencia.
La generaci¨®n anterior estuvo plagada de grandes estrellas, pioneros que batallaron como llaneros solitarios y crearon escuela. La generaci¨®n que ahora lleva el tim¨®n de la cirug¨ªa ha creado, al amparo del sistema sanitario p¨²blico, potent¨ªsimas estructuras que han colocado a la cirug¨ªa espa?ola en el m¨¢s alto nivel: miles de trasplantes, el cateterismo m¨¢s arriesgado, las ¨²ltimas t¨¦cnicas en laparoscopia, microcirug¨ªa, cirug¨ªa fetal?, no hay nueva frontera que no quieran explorar. Y sin embargo, por primera vez, faltan vocaciones.
Si la cirug¨ªa es la aristocracia de la medicina, ?c¨®mo es que cada vez hay menos estudiantes que quieran ser cirujanos, y los que solicitan estas plazas ya no est¨¢n, como hasta hace poco, entre los mil mejores curr¨ªculos? "La cirug¨ªa es una especialidad muy dura, tanto desde el punto de vista f¨ªsico como ps¨ªquico; necesita una gran vocaci¨®n y mucha disciplina, una enorme capacidad de estudio y una condici¨®n f¨ªsica extraordinaria. Como los bomberos, estamos pendientes siempre de ser llamados, especialmente los que hacemos trasplantes. No podemos tener vida social y para nosotros no existen periodos vacacionales. Hemos perdido el brillo social de los pioneros, de los tiempos en que al cirujano se le consideraba un dios, un mito, y ahora somos una pieza m¨¢s de un engranaje. Ahora el liderazgo es del hospital, como tiene que ser, y la figura del cirujano se oscurece, se borra. Por eso muchos estudiantes se plantean si merece la pena tanto sacrificio".
Quien as¨ª habla es el cirujano espa?ol con m¨¢s brillo social y m¨¢s proyecci¨®n p¨²blica. Se han referido a ¨¦l como "el dios" y le han jaleado los ¨¦xitos. Premio Pr¨ªncipe de Asturias, Enrique Moreno es una autoridad indiscutida de la cirug¨ªa, y ha convertido el servicio de cirug¨ªa general del hospital Doce de Octubre en un referente m¨¢s all¨¢ de las fronteras nacionales. Cree que ser¨ªa nefasto para la profesi¨®n y para la sanidad que los cirujanos se convirtieran en unos asalariados m¨¢s, pendientes del reloj. "En nuestro servicio se pasa visita los s¨¢bados y domingos, y ayer mismo, de los tres quir¨®fanos que tenemos, uno termin¨® a las ocho y el otro a las nueve".
La familia de Pascual Parrilla ya est¨¢ acostumbrada a que el domingo por la ma?ana, despu¨¦s de desayunar y leer el diario, diga: "Ahora vuelvo". Saben que va a ir al hospital. No les extra?a. Siempre tiene un enfermo muy grave que vigilar. Un historial con m¨¢s de 600 trasplantes de h¨ªgado o p¨¢ncreas curten a cualquier cirujano. Pero ¨¦l no baja nunca la guardia. Catedr¨¢tico y jefe del servicio de cirug¨ªa general y digestiva del hospital Virgen de la Arrixaca, de Murcia, adem¨¢s de uno de los mejores cirujanos del pa¨ªs, Pascual Parrilla es considerado un referente moral. "El enfermo tiene que estar por encima del cirujano, en un sentido y en otro. Eso significa que no has de operar por un af¨¢n de notoriedad, y en cambio tienes que hacerlo si el enfermo tiene posibilidades, aunque eso pueda afectar a tu prestigio porque reduzca tu tasa de ¨¦xitos si la operaci¨®n va mal".
La profesi¨®n es dura, pero Pascual Parrilla conserva la ilusi¨®n del primer d¨ªa: "Cuando haces un trasplante doble, que pones medio h¨ªgado a un paciente y el otro medio a otro, y todo va bien, sales del quir¨®fano reventado, pero feliz. Si en ese momento alguien te abriera la ventana, volabas. Pero tambi¨¦n hay d¨ªas en que no has podido salvar al paciente, y entonces sales humillado y derrotado. Y no duermes. Los internistas, en cambio, pueden dormir muy bien". Pese al sacrificio que exige, pese al estr¨¦s y el riesgo que tiene, en un hospital general el cirujano cobra exactamente igual que el analista o el dermat¨®logo. Tal vez por eso ahora cuesta m¨¢s cubrir las plazas, especialmente las de cirug¨ªa general, y se est¨¢ produciendo un fen¨®meno curioso: la puja al alza. Algunos hospitales s¨®lo han podido cubrir la plaza cuando han duplicado la oferta salarial inicial.
En realidad, los cirujanos del sistema p¨²blico nunca han estado bien pagados. Lo sabe muy bien Eduardo Jaurrieta, que ahora es director del hospital universitario Pr¨ªncipes de Espa?a, de Bellvitge, y que cuando hizo con Carles Margarit el primer trasplante de h¨ªgado de Espa?a, en 1984, cobraban 135.000 pesetas al mes, igual que un operario de la vecina Seat. Las cosas no han cambiado mucho desde entonces y muchos cirujanos completan los sueldos con actividad privada, pero eso es al precio de hacer jornadas extenuantes. Y no en toda Espa?a existe esa posibilidad ni en todas las especialidades.
Todos saben que, para estar entre los mejores, la entrega debe ser total. "Nosotros atendemos el servicio las 24 horas al d¨ªa, y si a las tres de la madrugada hay un problema con un paciente nuestro, no lo asume la guardia, lo asumimos nosotros. Es una forma dura de trabajar, pero nuestra profesi¨®n nos exige una gran responsabilidad". Antonio Mar¨ªa de Lacy, jefe de las secciones de cirug¨ªa m¨ªnimamente invasiva y cirug¨ªa colorrectal del hospital Cl¨ªnico de Barcelona, es el referente indiscutible de la cirug¨ªa laparosc¨®pica. "Yo no soy un cirujano convencional, soy demasiado vehemente, y mi nivel de exigencia es un poco patol¨®gico, lo que hace que trabajar conmigo no sea f¨¢cil. En cirug¨ªa, el nivel de exigencia es muy alto, y eso puede explicar que no haya tantas vocaciones. Las nuevas generaciones son m¨¢s hedonistas, piensan m¨¢s en la calidad de vida. Pero quienes ahora lideramos la cirug¨ªa hemos de preguntarnos si sabemos transmitir a las nuevas generaciones que la nuestra es una profesi¨®n maravillosa. Yo tengo 48 a?os y siempre digo que me gustar¨ªa tener 10 menos; no para ser m¨¢s joven, porque me dar¨ªa una pereza enorme volver a hacer todo lo que he hecho, sino porque creo que con 10 a?os menos podr¨ªa participar del salto tecnol¨®gico que viene, que va a ser apasionante".
Observar c¨®mo opera el doctor Lacy es hacer una excursi¨®n al futuro. Lo que ¨¦l hace ahora como experiencia puntera ser¨¢ lo normal dentro de unos a?os, porque la cirug¨ªa tiende a ser cada vez menos cruenta. Todo est¨¢ ya dispuesto en la sala de operaciones. Pero no es un quir¨®fano convencional. Es el quir¨®fano inteligente Endo Alpha de Olympus, que incorpora los m¨¢s avanzados sistemas inform¨¢ticos. Tambi¨¦n la mesa de operaciones es especial. Est¨¢ preparada para soportar 300 kilos, y sobre ella reposa, ya anestesiada, una mujer de 1,62 de estatura y 160 kilos de peso. Se le va a practicar una resecci¨®n de est¨®mago. Hace apenas unos a?os, eso hubiera requerido abrir el abdomen y unas cuatro o cinco horas de intervenci¨®n. Esta vez se resolver¨¢ con cinco peque?os orificios. En un aula docente situada fuera del hospital, unos 70 especialistas en laparoscopia venidos de toda Espa?a se disponen a presenciar c¨®mo opera a esta paciente uno de los referentes mundiales de la cirug¨ªa de la obesidad, Michel Gagner, jefe de la divisi¨®n de laparoscopia y cirug¨ªa bari¨¢trica de la Universidad de Cornell (Estados Unidos). Antes ha explicado la t¨¦cnica y sus resultados. Lacy ha hecho de introductor. Terminada la presentaci¨®n, los dos cirujanos se van, y al cabo de unos minutos aparecen en pantalla vestidos ya con el h¨¢bito quir¨²rgico, dispuestos a oficiar. Primero opera Gagner y luego lo hace Lacy. Entramos con la c¨¢mara por uno de los orificios y comenzamos a recorrer los alrededores del est¨®mago. Es una v¨ªscera entre gris y ros¨¢cea que parece no tener fin. Una diminuta esp¨¢tula va apartando la grasa. En realidad, durante bastantes minutos lo que hacemos es abrirnos paso por un mar de grasa amarilla, hasta que el cirujano da con un punto determinado. Ah¨ª est¨¢, dice el cirujano. El punto se ve en una pantalla enorme y a todo color, pero los cirujanos de la sala aguzan la vista. S¨ª, ah¨ª es donde hay que comenzar a cortar. Una especie de tijera manejada con pinzas toma posici¨®n, aprieta, corta y cauteriza. Cent¨ªmetro a cent¨ªmetro va cortando el est¨®mago, y cada vez que aprieta se ve el humo de la chamusquina. El est¨®mago ha quedado casi a la mitad. El trozo cortado es extra¨ªdo por uno de los tubitos. Ahora hay que coser las paredes. Suturar tejidos no es f¨¢cil, pero hacerlo manejando la aguja quir¨²rgica desde el exterior con unas pinzas a¨²n lo es menos. Y hacer el nudo, un doble salto en el trapecio. Finalmente, todo est¨¢ bien. La paciente sigue inm¨®vil. Descanso.
Ahora le toca a Lacy. En este caso es un paciente de 45 a?os y 125 kilos de peso. Lacy repite, paso a paso, la resecci¨®n de est¨®mago. Pero ¨¦l contin¨²a: introduce ahora por el tubo una fin¨ªsima cinta m¨¦trica, y con las pinzas va estirando el intestino y colocando a su largo la cinta, hasta medir un metro. En ese punto corta. Extrae la cinta y el intestino cortado. Y sutura los bordes. Es evidente, incluso para el m¨¢s lego, que Lacy cose con m¨¢s primor. Si fuera una vainica, la de Lacy ser¨ªa de exposici¨®n; la de Gagner, normal. "No es que una operaci¨®n sea mejor que otra", se apresura a aclarar Lacy cuando le preguntamos por ello. "Es que la escuela europea concibe la cirug¨ªa como un arte y aprendemos a cuidar la forma". En ambos casos, la operaci¨®n ha durado apenas una hora y todo ha funcionado como un reloj.
En cirug¨ªa, la disciplina es fundamental. Hay una tradici¨®n proclive al despotismo en la que el cirujano adopta la actitud de un mariscal de campo. Hoy el autoritarismo en el quir¨®fano est¨¢ en crisis, pero ning¨²n equipo llega a buen puerto sin autoridad. Borja Corc¨®stegui lo tiene muy claro: "El cirujano es el que tiene que tomar las decisiones, el que decide la estrategia y el que dirige; por tanto, no puede echarle la culpa al otro. Cuando yo opero, si algo no va bien soy yo el culpable, porque he de prever que nada pueda fallar". El a?o pasado hizo 713 operaciones, las tiene contadas. Eso significa un promedio de 57 horas a la semana. "Muchas horas", reconoce. Es extremadamente puntilloso. A ello debe su fama y los resultados del Instituto de Microcirug¨ªa Ocular que dirige en Barcelona, porque Borja Corc¨®stegui es un cirujano del "¨²ltimo ojo". Cuatro de cada 10 pacientes que opera han perdido ya el otro ojo y recurren a ¨¦l porque quieren asegurarse de que ponen el que les queda en las mejores manos. Unas manos que tambi¨¦n operan en el S¨¢hara, Mozambique o Bolivia, porque Borja Corc¨®stegui es impulsor de una ONG, Ojos del Mundo, que ha operado a m¨¢s de 5.000 pacientes.
Todos coinciden en que para ser un l¨ªder se requiere una personalidad fuerte, una determinaci¨®n a prueba de adversidades y un alto nivel de autoexigencia. Esas cualidades son las que hicieron de Carles Margarit uno de los cirujanos m¨¢s admirados. Hab¨ªa hecho cerca de 200 trasplantes de h¨ªgado en ni?os y otros 700 en adultos -entre ellos muchos casos desesperados rechazados por otros equipos- y estaba en la cumbre de la cirug¨ªa, pero segu¨ªa siendo una persona humilde: "Llevo ya muchos a?os en esto, pero cada vez que hago un trasplante de donante vivo sufro un estr¨¦s emocional enorme. Ya s¨¦ que son casos desesperados, que el ni?o morir¨ªa y que el padre est¨¢ dispuesto a dar mucho m¨¢s que un trozo de su h¨ªgado para salvarle. Lo s¨¦ y sufro mucho. Pero no hay nada m¨¢s hermoso que ver despu¨¦s marchar a ese padre con su hijo de la mano". Cuando dec¨ªa esto, los ojos se le humedec¨ªan. Apenas unos d¨ªas despu¨¦s de la entrevista para este reportaje, un alud de nieve trunc¨® su vida y su carrera. El hospital de Vall d'Hebron todav¨ªa no se ha repuesto de su muerte.
?Se requiere una personalidad especial para ser un buen cirujano? Desde luego no se puede ser pusil¨¢nime. "El cirujano ha de tener la cabeza fr¨ªa y ser capaz de mantener la calma en situaciones dif¨ªciles", dice Jaurrieta. "La pr¨¢ctica ayuda mucho: conforme vas adquiriendo experiencia te sientes m¨¢s seguro", a?ade.
Tambi¨¦n Oriol Bonn¨ªn cree que un cirujano se hace con la pr¨¢ctica. ?l ha operado a m¨¢s de 9.000 enfermos del coraz¨®n y a¨²n considera que ha de seguir aprendiendo. Desde hace 15 a?os es el amo y se?or de la cirug¨ªa cardiaca de las islas Baleares, ahora al frente del servicio de cirug¨ªa cardiaca del hospital universitario Son Dureta, de Mallorca. "La experiencia es muy importante. Los tres a?os de MIR no son suficientes. Un cirujano se hace con los a?os, y no se le puede formar a base de lanzarlo a la piscina y decirle: ?a nadar! Hay que acompa?arle. Y si ves que alg¨²n residente nunca llegar¨¢ a dominar la t¨¦cnica o no tiene condiciones psicol¨®gicas para aguantar la presi¨®n, has de ser franco y decirle: d¨¦jalo, no sigas". Porque es una profesi¨®n de mucho estr¨¦s. En 1991, Bonn¨ªn oper¨® a Johan Cruyff, y cuando los periodistas le preguntaron si su m¨¦dico le hab¨ªa aconsejado llevar una vida menos estresada despu¨¦s del infarto, Cruyff les contest¨®: "Para estr¨¦s el del doctor Bonn¨ªn, que le entra un enfermo al quir¨®fano y no sabe si le saldr¨¢ vivo o muerto".
El cirujano ha estar tambi¨¦n en muy buena forma f¨ªsica. Tiene que estar preparado para aguantar muchas horas con una gran concentraci¨®n y para afrontar guardias complicadas. Julio Acero tuvo ocasi¨®n de comprobar lo importante que es la capacidad de resistencia el 11-M. De repente, el servicio de cirug¨ªa maxilofacial que dirige en el hospital Gregorio Mara?¨®n, de Madrid, se llen¨® de heridos. De las 400 v¨ªctimas de las bombas terroristas que fueron conducidas a ese hospital, un centenar ten¨ªa heridas en la cara y unas 30 tuvieron que ser operadas de urgencia. Julio Acero eligi¨® la especialidad de cirug¨ªa porque es muy resolutiva. Ese d¨ªa tuvo que echar mano de toda su capacidad de resoluci¨®n, y hacerlo adem¨¢s sin perder de vista el delicado compromiso de una cirug¨ªa que adem¨¢s de curar ha de reparar de la forma m¨¢s est¨¦tica posible. "No es una cirug¨ªa sencilla, y puede durar tanto como un trasplante de h¨ªgado", recuerda. La mayor parte de las intervenciones son por c¨¢ncer. "Creo que podemos sentirnos orgullosos: si intervenimos en los estadios iniciales tenemos una supervivencia del 90%, y en los casos avanzados, casi del 50%".
Especialmente agradecido es su trabajo en las malformaciones, porque hay pacientes que han nacido con una cara que es una maldici¨®n. A veces, sin embargo, la maldici¨®n es perderla. Eso es lo que le ocurri¨® a la mujer francesa que ha sido sometida al primer trasplante de cara. La operaci¨®n ha sido pol¨¦mica, pero Julio Acero est¨¢ a favor: esa mujer no ten¨ªa cara y ahora tiene una que no es suya, pero es una cara.
En cirug¨ªa se plantea un gran dilema ¨¦tico: ?qu¨¦ actitud es mejor para el paciente, el riesgo o la prudencia? Porque un cirujano osado puede llegar a poner la vida del enfermo en peligro, pero tambi¨¦n el exceso de prudencia puede matar. Pascual Parrilla considera que ¨¦ste es el nudo gordiano de la cirug¨ªa. "Nunca hay que poner en riesgo al paciente por experimentar. Pero en los casos desesperados, como un c¨¢ncer avanzado de p¨¢ncreas, hay que ser osado. El requisito es estar convencido de que el paciente tiene una oportunidad".
Luisa Mart¨ªnez de Haro, de 49 a?os, es una cirujana del equipo de Parrilla que conoce muy bien lo que eso significa porque ha estado al otro lado de la barrera. Siempre hab¨ªa tenido jaquecas, pero un d¨ªa tuvo una que no le pareci¨® normal y pidi¨® que le hicieran una resonancia. Pascual Parrilla acudi¨® a la sala de pruebas y encontr¨® al equipo al borde del llanto. No cab¨ªa ninguna duda: la resonancia mostraba un tumor en el cerebro del tama?o de una mandarina. Luisa esperaba fuera. ?Qu¨¦ hacer? Lo que hubiera hecho cualquiera: ponerse en las mejores manos. Dio la casualidad que se celebraba en Murcia un congreso de neurocirug¨ªa, de modo que Parrilla cogi¨® las pruebas y se fue en busca de Gonzalo Bravo, del hospital Puerta de Hierro, de Madrid. "Si dentro de un mes no est¨¢s de nuevo operando, yo soy un chapucero", le dijo Bravo a Luisa para animarla. La oper¨® en el Puerta de Hierro y Parrilla estuvo en la intervenci¨®n. Luisa Mart¨ªnez volvi¨® a operar y sigue siendo uno de los puntales del equipo de Parrilla.
Lo cual nos lleva a otra cuesti¨®n. ?D¨®nde est¨¢n las mujeres cirujanas? Las hay, y muy buenas, pero no ocupan lugares de preeminencia. Algunas son pioneras, como Marta Navarro Zorraquino, del hospital Lozano Blesa, de Zaragoza: la primera cirujana espa?ola admitida en la Sociedad Internacional de Cirug¨ªa. "Se ha dicho que en cirug¨ªa se necesitan manos de mujer y coraz¨®n de le¨®n. Yo ten¨ªa manos de mujer, evidentemente, y deb¨ªa demostrar que ten¨ªa coraz¨®n de le¨®n. El ambiente en el quir¨®fano era muy masculino, se gritaba mucho. Yo nunca grit¨¦ y tuve que buscar otras formas de hacerme respetar". La investigaci¨®n la absorbi¨® cada vez m¨¢s y en los a?os ochenta dej¨® de operar: "En las operaciones de ocho horas llegaba al final derrotada. Ahora las cosas han cambiado. La cirug¨ªa tiene muchas m¨¢s ayudas t¨¦cnicas, dura menos y es m¨¢s orquestada. Adem¨¢s, antes hac¨ªamos de todo y ahora hay muchas m¨¢s posibilidades de especializarse. La diferencia f¨ªsica ya no es tan importante".
Pero para alcanzar estar en vanguardia hay que vivir en el quir¨®fano. Mar¨ªa Dolores Sabadell lo sabe muy bien. Divorciada, no tiene hijos ni cargas familiares, de modo que puede dedicar lo mejor de su vida al hospital. "No tengo la impresi¨®n de haber renunciado a tener hijos por mi trabajo, pero s¨ª que tengo claro que si los hubiera tenido no hubiera podido hacer todo lo que he hecho y tampoco podr¨ªa dedicarme con tanta intensidad a mi trabajo", dice. Es jefa de patolog¨ªa mamaria del hospital de Vall d'Hebron, en Barcelona. "?De qu¨¦ mueren las mujeres? Muy pocas de una recidiva. Casi todas mueren por la met¨¢stasis". Es fundamental, pues, abordar el c¨¢ncer desde distintos frentes. "Cuando empec¨¦ a operar, todas las mujeres sal¨ªan sin pecho y muchas mor¨ªan; ahora, tres de cada cuatro pueden conservarlo, y la mayor¨ªa de mis pacientes vuelven, y vuelven, y vuelven, cada vez m¨¢s recuperadas, cada vez m¨¢s hermosas".
Hay mucha pasi¨®n y mucha entrega en la vida de los cirujanos. Y tambi¨¦n mucha recompensa. Los que triunfan tienen un peligro: el endiosamiento. "Es cierto que la cultura del quir¨®fano se presta a ello", admite Lacy. "El mayor defecto del cirujano puede ser el ego. Hay veces que el quir¨®fano es ese lugar en el que entra un se?or peque?ito que comienza a disfrazarse, y conforme se va vistiendo, va creciendo, creciendo, hasta convertirse en un gigante, y cuando se desviste se vuelve otra vez peque?o, peque?o? Est¨¢ claro que si tienes buenos resultados, la satisfacci¨®n eleva las endorfinas, y cuantas m¨¢s endorfinas, m¨¢s arriesgas; pero has de procurar que eso no repercuta sobre el paciente". Enrique Moreno tiene la receta: "Si uno tiene fama, lo que ha de hacer es desconocer que es muy conocido. Los que no somos humildes, como yo no lo soy, hemos de recordar que somos una pieza m¨¢s del sistema y que sin el equipo no podr¨ªamos hacer lo que hacemos".
Antonio Mar¨ªa de Lacy: "Nos responsabilizamos del paciente las 24 horas"
Jefe de cirug¨ªa m¨ªnimamente invasiva y cirug¨ªa colorrectal del hospital Cl¨ªnico de Barcelona; profesor de cirug¨ªa de la Universidad de Barcelona, y presidente de la Sociedad Europea de Endoscopia. Ha practicado m¨¢s de 1.500 intervenciones de colon y recto por laparoscopia.
Es tan entusiasta de las nuevas tecnolog¨ªas que sus compa?eros le dicen: "A ti, si te tocara la Primitiva no te comprar¨ªas otro barco, te comprar¨ªas otro quir¨®fano". El premio tendr¨ªa que ser muy cuantioso porque Antonio Mar¨ªa de Lacy (Palma de Mallorca, 1957) opera ya en un quir¨®fano inteligente en el que se siente feliz porque puede colmar todas sus ansias de innovaci¨®n. Podr¨ªa decirse que inici¨® su entrenamiento a los siete a?os, porque ya entonces se dedicaba a coser y recoser filetes de carne, y cuando le preguntaban qu¨¦ quer¨ªa ser de mayor, respond¨ªa sin vacilar: cirujano. Su familia no ten¨ªa ninguna relaci¨®n con la medicina, pero se volc¨® en esta decisi¨®n. ?l lo ten¨ªa tan claro que nada m¨¢s terminar el Bachillerato busc¨® la forma de contactar con un cirujano mallorqu¨ªn, Jos¨¦ Abrines. "Me acept¨® como ayudante. Trabaj¨¦ con ¨¦l y hasta me cort¨¦ un tend¨®n", recuerda. Cuando termin¨® medicina en Barcelona pidi¨® una plaza de interno en traumatolog¨ªa, pero por un error burocr¨¢tico cay¨® en la C¨¢tedra de Cirug¨ªa General del profesor Pera: "Aprend¨ª la importancia de ser un m¨¦dico acad¨¦mico; de aunar asistencia, docencia e investigaci¨®n". Considera que "una cirug¨ªa de calidad exige responsabilizarse del paciente las 24 horas del d¨ªa". Tiene un alt¨ªsimo nivel de exigencia, y es considerado un virtuoso de la cirug¨ªa laparosc¨®pica y un abanderado de las innovaciones tecnol¨®gicas. Muchos cirujanos ya no est¨¢n a tiempo de subir a ese carro. Lacy no s¨®lo se ha subido, sino que tira de ¨¦l.
Oriol Bonn¨ªn: "En cirug¨ªa cardiaca, la vida depende de un punto"
Jefe del servicio de cirug¨ªa cardiaca del hospital Son Dureta, de Mallorca. Ha intervenido a m¨¢s de 9.000 pacientes, de los cuales unos 4.000 son coronarios. La mayor parte de la cirug¨ªa cardiaca en las islas Baleares ha estado en sus manos desde 1992.
Oriol Bonn¨ªn (Barcelona, 1946) es en Baleares "el cirujano del coraz¨®n". La mayor parte de los pacientes quir¨²rgicos de la isla han pasado por sus manos o por las de su equipo desde que en 1992 se traslad¨® a Mallorca para operar en la cl¨ªnica Miramar. Era privada, pero concertada con la Seguridad Social. En 2002, el Gobierno de Progreso decidi¨® que la red p¨²blica tuviera su servicio de cirug¨ªa cardiaca y le ofreci¨® la jefatura. El de Son Dureta es ahora el servicio de referencia para una poblaci¨®n de un mill¨®n de habitantes que en verano crece hasta tres. Bonn¨ªn es cirujano cardiaco por una experiencia traum¨¢tica: "Cuando era adolescente ten¨ªa un amigo que enferm¨® del coraz¨®n. Ten¨ªa dos v¨¢lvulas da?adas y nadie se atrevi¨® a operarle. Vi c¨®mo se iba apagando hasta que muri¨®. Decid¨ª que ser¨ªa cirujano cardiaco". Primero estudi¨® cardiolog¨ªa, algo que considera un gran acierto, y tuvo la suerte de ir a parar al hospital de Sant Pau en el momento en que Josep Maria Caralps y Alejandro Ar¨ªs volvieron de Estados Unidos dispuestos a romper fronteras. Bonn¨ªn particip¨® con ellos en el primer trasplante de coraz¨®n que se hizo en Espa?a (1984). Se fue despu¨¦s al centro quir¨²rgico Sant Jordi, entonces de la Obra Social de La Caixa, donde oper¨® hasta que ¨¦sta decidi¨® venderlo. Ahora tiene experiencia suficiente como para estar tranquilo, pero nunca baja la guardia: "En cirug¨ªa cardiaca, la vida del paciente depende a veces de un punto".
Marta Navarro Zorraquino: "La investigaci¨®n es como una esponja"
Profesora del departamento de cirug¨ªa y jefa cl¨ªnica del hospital cl¨ªnico universitario Lozano Blesa, de Zaragoza, y vicedirectora del departamento de cirug¨ªa, ginecolog¨ªa y obstetricia. Ha sido delegada de Espa?a en la Sociedad Europea de Investigaciones Quir¨²rgicas. Tiene 189 trabajos publicados en revistas cient¨ªficas y otras 127 publicaciones en distintos medios.
Por su edad es una de las pioneras. Ahora hay una nueva generaci¨®n de cirujanas que sube con fuerza, pero cuando Marta Navarro decidi¨® hacer cirug¨ªa era nadar a contracorriente. Recuerda que cuando en 1976 fue la primera mujer espa?ola admitida en la Sociedad Internacional de Cirug¨ªa, el profesor Piulachs reuni¨® el cap¨ªtulo espa?ol. "Empezaremos en cuanto se vaya esa chica", dijo. "Esa chica es cirujana, doctor", le aclararon. El congreso se celebraba en Edimburgo, y en ese momento entre los 3.000 asociados s¨®lo hab¨ªa nueve mujeres. En su familia predominaban las ingenier¨ªas, pero ella no comprend¨ªa c¨®mo alguien pod¨ªa ser ingeniero pudiendo ser cirujano. "T¨² has le¨ªdo muchas novelas", le respondi¨® su padre cuando le dijo que quer¨ªa ser cirujana. Ella cedi¨® y estudi¨® farmacia en la Complutense de Madrid, pero de vuelta a Zaragoza le dijo: "No pienso pasarme la vida vendiendo. Ahora har¨¦ tambi¨¦n medicina". En cuarto entr¨® como interna en la c¨¢tedra de Lozano Blesa y cumpli¨® por fin su sue?o, pero no lo tuvo f¨¢cil. La bata blanca no era suficiente, y m¨¢s de una vez el profesor tuvo que salir a convencer al paciente de que "aquella chica" era cirujana y le iba a operar. Aunque oper¨® durante a?os, se decidi¨® pronto por la investigaci¨®n en un campo muy novedoso: la respuesta inmunol¨®gica tras la cirug¨ªa, en el equipo del profesor Lozano Mantec¨®n. "La investigaci¨®n es como una esponja: cada vez te absorbe m¨¢s. Y como he tenido la suerte de tener siempre financiaci¨®n para proyectos importantes, cada vez me ha absorbido m¨¢s". "Sin una buena investigaci¨®n b¨¢sica no se puede hacer una buena medicina aplicada, y eso tambi¨¦n rige para la cirug¨ªa".
Mar¨ªa Dolores Sabadell: "La paciente ha de poder llorar en tu consulta"
Jefa de secci¨®n de patolog¨ªa mamaria del hospital Vall d'Hebron, y m¨¢ster en patolog¨ªa mamaria en 1988 por la Universidad de Barcelona. Es uno de los equipos de Espa?a que m¨¢s casos de c¨¢ncer de mama trata (380 nuevos al a?o), en colaboraci¨®n con el servicio de oncolog¨ªa m¨¦dica que dirige Josep Baselga, referencia en Europa para nuevas terapias y tratamientos personalizados.
Es una mujer que desborda energ¨ªa. Lleva siempre un cuaderno con minuciosas anotaciones no s¨®lo de su programa de quir¨®fano, sino de detalles de las historias cl¨ªnicas de sus pacientes, y es capaz de llamar a las diez de la noche para dar los resultados de una biopsia si ha visto angustia en el rostro de una mujer. Lo de medicina le vino un poco por casualidad: al terminar el Bachillerato, su madre, maestra, la envi¨® a hacerse una prueba psicot¨¦cnica. Le recomendaron medicina o? ciencias exactas. Las matem¨¢ticas le gustaban, pero la docencia no tanto, as¨ª que eligi¨® medicina. "La cirug¨ªa era la opci¨®n que mejor iba con mi car¨¢cter", recuerda, y dentro de la cirug¨ªa, la ginecol¨®gica, "no por ser mujer, sino porque era una especialidad muy completa". Cada ma?ana desayunaba pegada a los cristales del quir¨®fano de la c¨¢tedra del doctor Piulachs, en el hospital Cl¨ªnico. Entr¨® como residente en la maternidad de Vall d'Hebron en 1978, cuando se atend¨ªan cien partos diarios, y en 1981 gan¨® su plaza de m¨¦dico adjunto. Desde 1995 es jefe de la secci¨®n de patolog¨ªa mamaria, donde ejerce de algo m¨¢s que de cirujana. "Un m¨¦dico ha de ponerse los parches emocionales que necesite, pero no ha de olvidar nunca que el paciente ha de poder llorar en su consulta". La cirug¨ªa que ella practica no es de alto riesgo, pero "como al volante, al quir¨®fano nunca hay que perderle el respeto". En su caso, el mayor riesgo es la disecci¨®n axilar completa. "S¨®lo una vez se me abri¨® la vena axilar al retirar un n¨®dulo muy enganchado a la pared vascular. Lo pude solucionar bien, pero nunca se me olvidar¨¢ lo r¨¢pido que sal¨ªa la sangre".
Borja Corc¨®stegui: "Has de ser perfeccionista"
Director del Instituto de Microcirug¨ªa Ocular de Barcelona; titular de la c¨¢tedra Instituto de Microcirug¨ªa Ocular de la UAB; presidente de la Sociedad Espa?ola Retina V¨ªtreo y de la sociedad europea Euretina. Tambi¨¦n es vicepresidente
y cooperante de la organizaci¨®n solidaria Ojos del Mundo. Realiza m¨¢s de 700 operaciones al a?o y participa en un proyecto para desarrollar un 'microchip' con el que enviar al cerebro las im¨¢genes que el ojo ciego no puede captar.
Desde luego, Borja Corc¨®stegui (San Sebasti¨¢n, 1950) no recal¨® en la oftalmolog¨ªa por casualidad. Lo suyo es una cuesti¨®n de saga. Su bisabuelo era oftalm¨®logo, lo eran tambi¨¦n su abuelo y su padre, y lo es su hermano mayor, que ejerce en Bilbao. Cuando despu¨¦s de estudiar medicina en Zaragoza decidi¨® especializarse en oftalmolog¨ªa por inercia familiar no imaginaba cu¨¢nto iba a disfrutar. En cuanto se adentr¨® en la fisiopatolog¨ªa del ojo se dio cuenta de "lo grande" que era esta disciplina; de que, siendo el ojo un ¨®rgano tan peque?o, era impresionante la extensi¨®n de su patolog¨ªa y la complejidad de su cirug¨ªa. Cuando termin¨® la especialidad se qued¨® en Vall d'Hebron y fue jefe del servicio de oftalmolog¨ªa de este hospital hasta que en 1999 dio un viraje a su carrera. Decidi¨® liberarse de la burocracia que le pesaba en el sistema p¨²blico y fund¨® el Instituto de Microcirug¨ªa Ocular, en cuyos cursos de posgrado se han formado ya cerca de 200 oftalm¨®logos. "En cirug¨ªa de la retina has de ser muy perfeccionista, s¨®lo as¨ª logras la peque?a ventaja que te permite resolver los casos dif¨ªciles. Si no eres muy cuidadoso, el enfermo puede perder la visi¨®n porque no hay marcha atr¨¢s". Para mantenerse al d¨ªa hace cada a?o no menos de 30 viajes a Europa y Am¨¦rica, y a¨²n le queda tiempo para la solidaridad.
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