Una ejemplar recuperaci¨®n
En 1987, cuando todav¨ªa no hab¨ªa rodado su imprescindible trilog¨ªa de los "colores" (Azul, Rojo y Blanco), el polaco Krzysztof Kieslowski rod¨® una modesta pel¨ªcula llamada Breve filme sobre el asesinato, que ser¨ªa posteriormente conocida con su t¨ªtulo franc¨¦s, No matar¨¢s. Parte de un proyecto realizado para la televisi¨®n y centrado en los diez mandamientos (el c¨¦lebre Dec¨¢logo), aunque desgajado de ¨¦ste (al igual que No amar¨¢s, su primera pel¨ªcula estrenada en Espa?a) por una duraci¨®n superior y un destino en las salas cinematogr¨¢ficas, el filme supuso el conocimiento del cineasta en Occidente, a pesar de que llevaba m¨¢s de 20 a?os rodando pel¨ªculas y gozaba ya de un estatus considerable entre sus hom¨®logos polacos.
NO MATAR?S
Direcci¨®n: Krzysztof Kieslowski. Int¨¦rpretes: Miroslaw Baka, Krzysztof Globisz, Jan Tesarz, Zbigniew Zapasiewicz, Barbara Dziekan-Vajda, Aleksander Bednarz. G¨¦nero: drama. Polonia, 1987. Duraci¨®n: 85 minutos.
Polonia era entonces, conviene recordarlo, una "rep¨²blica socialista" en la que imperaba la pena de muerte. Y es ¨¦sta el objeto ¨²ltimo del inter¨¦s del cineasta: centrada en las horas anteriores al asesinato de un oscuro, m¨¢s bien t¨¦trico taxista, a manos de un joven no menos siniestro, el filme muestra, con una concisi¨®n extraordinaria, pero tambi¨¦n con una manifiesta vocaci¨®n pedag¨®gica, el brutal asesinato, pero tambi¨¦n los instantes banales previos al cruce entre los dos personajes: el criminal azar, en suma. Y tambi¨¦n la inocente, alborozada alegr¨ªa de un joven abogado, autorizado a ejercer su carrera tras sus a?os de estudios, en quien recaer¨¢ la obligaci¨®n de defender al asesino.
Prescindiendo de todo artificio, con una imagen a menudo recorrida por una sombra que la oscurece, pero tambi¨¦n enriquecida por insospechadas, extra?as inclusiones de objetos y personajes que no tienen mayor explicaci¨®n en la trama, el filme se detiene en situaciones un tanto extra?as (el vagabundeo del joven por las calles, la caprichosa actitud del taxista con respecto a sus clientes: no se trata de que nos identifiquemos con ellos, sino que veamos en qu¨¦ consiste la banalidad del mal) y pasa limpiamente por encima de otras que una dramaturgia m¨¢s convencional tendr¨ªa muy en cuenta: como el Ingmar Bergman o el Manoel de Oliveira de la madurez, Kieslowski prescinde de los momentos que ser¨ªan estelares para cualquier otro cineasta (la persecuci¨®n del criminal, el interrogatorio, incluso el juicio) para centrarse en otra cosa: en las dudas morales del abogado sobre la pena de muerte ("Desde Ca¨ªn, los castigos no han mejorado o disuadido al mundo de cometer delitos", afirma), en la relaci¨®n entre ¨¦ste y el reo previa a la ejecuci¨®n de ¨¦ste.
Y en la ceremonia misma de la ejecuci¨®n, mostrada con mec¨¢nica, mani¨¢tica precisi¨®n, sin ning¨²n elemento ajeno que lo perturbe (no hay m¨²sica en toda una secuencia que clausura el relato, por ejemplo), sin la menor concesi¨®n a la compasi¨®n o a la b¨²squeda de la identificaci¨®n f¨¢cil con la suerte de quien es, en el fondo, un pobre tipo al que la vida le ha jugado m¨¢s de una mala pasada. Este posicionamiento del director, unido a la siniestra manera de mostrar la muerte legal (y a sus terribles servidores, toda la cohorte de funcionarios que asisten a la ejecuci¨®n y testimonian su cumplimiento), hacen de No matar¨¢s un discurso de soberana lucidez, un filme imprescindible contra la pena de muerte y una lecci¨®n de sobriedad narrativa al servicio de un discurso moral intachable. Es una suerte que el d¨¦cimo aniversario de la muerte del cineasta nos devuelva uno de sus m¨¢s impresionantes logros. Y con toda su viva, convulsiva vigencia.
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