Modernidad y encanto en Baeza

Aquellos j¨®venes cooperativistas que hace apenas una d¨¦cada innovaron otro estilo de acogida en lo que fue antigua c¨¢rcel municipal de Baeza regentan hoy un nuevo hotel con encanto en el mismo entorno de la ciudad monumental. Es el Fuentenueva, una casa decimon¨®nica de vecindad algo disminuida entre tanto abolengo renacentista, pero muy noble y hospitalaria de puertas adentro, donde los anfitriones atienden como nadie en esta parte de Andaluc¨ªa y ejercen de tertulianos y animadores de la vida cultural baezana. Cuando alguien llama a su puerta a medianoche, lejos de mostrar resignaci¨®n, aceleran el acomodo del viajero, ayudan con las maletas e incluso le sirven una cena caliente en la propia alcoba.

El actual Fuentenueva resume en sus instalaciones y servicios la madurez alcanzada tras la experiencia anterior, pr¨®diga en eventos socioculturales, talleres de artesan¨ªa, conciertos y exposiciones de pintura a cargo de artistas de diversa procedencia.

Creaci¨®n de atm¨®sferas

Pese a disponer de menos espacio y recursos que antes para organizar estas actividades, el hotel sigue siendo el referente de modernidad y encanto en Baeza. Un modelo que ha propiciado la reconversi¨®n de algunos palacetes renacentistas en hoteles con sabor hist¨®rico y est¨¦tica cuidada. Aqu¨ª, con mimbres m¨¢s modestos, se duerme en camas abrigadas de edredones blancos, limpios, muy confortables, aunque ce?idas al exiguo tama?o de las habitaciones. Sobre la mesa de trabajo casi pasa inadvertido un televisor de 15 pulgadas demasiado alejado de la almohada. Los lechos se enmarcan en un gran c¨ªrculo decorativo de color azul retroiluminado, se?al del mucho inter¨¦s que han puesto los gestores en crear una atm¨®sfera actual e impactante sin incurrir en un gasto excesivo. El mobiliario, de madera lacada en blanco, es funcional y destila buen gusto. Cierto que la insonorizaci¨®n del edificio no es la mejor, pues se perciben los movimientos interiores y el tr¨¢fico de la calle. Pero por 49 euros la noche no se pueden exigir muchos lustres.

A primera hora de la ma?ana, el ardor veraniego de Andaluc¨ªa obliga a abrir de par en par las ventanas. Por ah¨ª entran las esencias de la tierra: el pueblo entero huele a aceite del bueno. Bajo la p¨¦rgola del patio trasero, frente a una fuente sonora de cuatro ca?os (a¨²n en mal estado), se sirve el desayuno. No hay mucho para escoger, y el zumo de naranja es industrial. Pero, adem¨¢s del servicio en mesa, amable y familiar, el pan se ofrece en un ba?o de aceite de oliva de los montes jienenses. Con memorables fugas jazz¨ªsticas como fondo musical.