La gota malaya
?ngel Acebes lleg¨® a Barcelona con su mensaje apocal¨ªptico, y blandiendo la espada de Santiago, reparti¨® a diestro y siniestro contra el Estatuto y sus panegiristas, parapetado tras las paredes del Princesa Sof¨ªa y los cepillos de Piqu¨¦, Montserrat y Fern¨¢ndez D¨ªaz. Nadie que presuma de no vivir en la caverna deber¨ªa perderse un espect¨¢culo semejante. De haber estado acompa?ado por las notas del pianista del hotel interpretando el bolero Dios no lo quiera, el discurso del martillo de la derecha habr¨ªa alcanzado cotas dignas de un espect¨¢culo de parque tem¨¢tico dedicado al rejoneo. De todas maneras, Acebes ya es en s¨ª un pasodoble, y ¨¦l s¨®lo se vale para encender a una masa enfervorizada, c¨®ctel de Gucci y sangr¨ªa. Acebes calific¨® el Estatuto de corrosivo, anticonstitucional, insensato, delirio nacionalista y verdugo de la libertad. Y entre gritos de "Espa?a, Espa?a", "queremos a la Guardia Civil", "torero" y "valiente", Piqu¨¦, falto de cari?o, asent¨ªa obediente.
Tras esa ouija ideol¨®gica, uno se preguntaba, con la inseguridad de un agn¨®stico, si entre el aplauso de los vivos tambi¨¦n estaban los v¨ªtores de los muertos, en una versi¨®n carpetobet¨®nica de Los otros. Esa ligera brisa, fr¨ªa como el m¨¢rmol de los ca¨ªdos, col¨¢ndose por la entrepierna da que pensar. Pero el ¨¢ngel exterminador hab¨ªa blandido sus alas, y eso era suficiente para que los asistentes se fueran convencidos de su no al Estatuto, y volvieran a casa a la espera de otra gota malaya llegada de las tierras de Espa?a para luchar contra esa epidemia disgregadora. Digerido el discurso tremendista de Acebes, uno puede llegar a comprender que el Estatuto sea innecesario. Visto lo visto, donde no alcanzan las leyes estatutarias, siempre pueden ofrecerse empresas privatizadas que solucionen las carencias inversionistas. Al menos, en algunas capitales con comunidad aut¨®noma y bomb¨ªn.
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