De c¨®mo Maragall acab¨® solo y sin apoyo de sus socios
El presidente catal¨¢n se hundi¨® tras chocar con sus aliados y perder la confianza del PSOE y de Zapatero a ra¨ªz del Estatuto
Dirigir el Gobierno tripartito de la izquierda catalana ha resultado ser como cabalgar un tigre. En menos de una legislatura ha acabado con las fuerzas del domador, el presidente Pasqual Maragall, que ha tirado la toalla un a?o antes de hora y, adem¨¢s, ha debido renunciar a presentarse para la reelecci¨®n.
?Qu¨¦ ha pasado para que se esfumara en apenas tres a?os el ingente caudal de apoyos pol¨ªticos con que Maragall contaba cuando tom¨® posesi¨®n como presidente, en diciembre de 2003? Su hermano Ernest, estrecho colaborador desde la etapa de la alcald¨ªa de Barcelona, ha descrito con claridad la situaci¨®n en que el presidente se hallaba el pasado mes de junio, a la hora de decidir si optaba a un segundo mandato: "En pol¨ªtica, ning¨²n clima es peor al de la fr¨ªa soledad explicitada por los propios".
El PSOE quer¨ªa que Maragall forzara el recorte del Estatuto en el Parlamento catal¨¢n
Al pactar el Estatuto con CiU, el PSC estim¨® que el presidente catal¨¢n ya no ten¨ªa futuro
Los "propios" eran, en primer lugar, sus compa?eros socialistas. Pero, en este caso, tambi¨¦n otros agentes pol¨ªticos: los aliados con los que formaba el tripartito de la izquierda catalana, Esquerra Republicana (ERC) e Iniciativa Verds-Esquerra Unida (ICV-EU). M¨¢s el PSOE y el Gobierno con su presidente, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, al frente. A aquella "fr¨ªa soledad" ha llegado Maragall paulatinamente, pero los hitos del trayecto est¨¢n claros, seg¨²n explican miembros del Ejecutivo catal¨¢n y de los tres partidos que lo han formado.
El primer apoyo que Maragall perdi¨® fue el del PSOE y Zapatero. Y fue en el verano de 2005, por no impedir que llegara al Congreso de los Diputados un proyecto de Estatuto de Autonom¨ªa con las pretensiones maximalistas impuestas por los nacionalistas de CiU y ERC en el Parlamento catal¨¢n.
Los socialistas espa?oles, que llevaban como una cruz su propia alianza en el Congreso con los independentistas de ERC, pensaban que Maragall deb¨ªa haber forzado el recorte del proyecto en Catalu?a. O, caso de no lograrlo, forzar el aborto en el Parlamento.
En aquel momento, relatan varios miembros del Gobierno de la Generalitat, la relaci¨®n entre los dos presidentes se enfri¨® hasta tal punto que Maragall "tuvo que recurrir a terceras personas para enviar mensajes a Zapatero". Aunque luego se restableci¨® la comunicaci¨®n, ya nunca ser¨ªa como antes.
Despu¨¦s, en octubre de aquel mismo a?o, Maragall tuvo un choque frontal con las c¨²pulas del PSC, Esquerra e Iniciativa, cuando emprendi¨® sin consultarles el primer intento de reestructurar a fondo su Gobierno. Lo frenaron en seco. No pudo cambiar ni un solo consejero. Pero el desapego de Esquerra e ICV se inici¨® entonces.
El choque se produjo porque Maragall concibi¨® la crisis como una reafirmaci¨®n de su autoridad frente a los partidos, que desde el principio de la legislatura le hab¨ªan impuesto los consejeros a situar en el Ejecutivo en sus respectivas cuotas. Esquerra hab¨ªa llegado hasta el extremo de filtrar a la prensa los nombres de los seis primeros consejeros republicanos antes de que Maragall los hubiera aceptado.
El desenganche del PSC fragu¨® un poco m¨¢s tarde, entre enero y mayo de 2006, a ra¨ªz de la segunda crisis de Gobierno, y fue el que dej¨® definitivamente aislado a Maragall.
Uno de los diputados del PSC que participaron en las negociaciones con el PSOE sobre el Estatuto lo explica as¨ª: "Cuando el 19 de enero vemos que podr¨¢ haber un acuerdo incluso con CiU, se va abriendo paso la idea de que la etapa post estatutaria requerir¨¢ otros protagonismos y Maragall ya no ser¨¢ el hombre de la nueva situaci¨®n".
Esta idea fue macerando poco a poco con los datos arrojados por los sondeos sobre intenci¨®n de voto. Que, a su vez, iban acusando los estragos provocados por meteduras de pata como la fotograf¨ªa de Carod con la corona de espinas en Jerusal¨¦n, que proyectaban una imagen fr¨ªvola del presidente. Maragall iba perdiendo terreno frente al l¨ªder de la oposici¨®n, Artur Mas. Las encuestas dec¨ªan que el PSC ya no ganaba en votos a CiU.
Pero si alguna cosa distingue a Maragall es una testarudez a prueba de los mayores desaf¨ªos. Poco antes del refer¨¦ndum del Estatuto todav¨ªa aseguraba a sus colaboradores que intentar¨ªa "hasta el ¨²ltimo momento" optar a la reelecci¨®n. No lo ha logrado y el jueves pasado, en una entrevista por la televisi¨®n auton¨®mica, no ocult¨® su dolido estado de ¨¢nimo. Habl¨® de "decepci¨®n".
En primavera, Maragall quiso hacer frente a esta situaci¨®n con la segunda crisis de Gobierno, preparada durante la pasada Semana Santa. Pero, contra sus previsiones, esta reestructuraci¨®n, tambi¨¦n llevada a cabo contra la voluntad de los tres partidos aliados, termin¨® encabalg¨¢ndose con el refer¨¦ndum del 20 de junio sobre el Estatuto, en el que uno de los partidos del Ejecutivo, Esquerra, decidi¨® propugnar el voto negativo. Eso rompi¨® el Gobierno a las tres semanas de la reestructuraci¨®n, puso punto final al tripartito y oblig¨® a Maragall a anunciar el adelanto de las elecciones.
En ese momento comenz¨® el fr¨ªo silencio que Maragall tuvo que interpretar como la p¨¦rdida de confianza de los suyos. Lo m¨¢ximo que llegaron a decir los dirigentes del PSC fue que dejaban en manos del propio Maragall la decisi¨®n de optar a un segundo mandato. No le dijeron que le quer¨ªan, como ¨¦l esperaba y deseaba. Como necesitaba. En la soledad, tuvo que desistir.
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