Esta tarde muri¨® en Ginebra
- 1986. Viernes 14 de febrero. Ferrari me dice que est¨¢ preocupado por la falta absoluta de noticias de Borges. [...] Al rato me confiesa que Fanny le cont¨® que seg¨²n el nuevo m¨¦dico Borges est¨¢ en una cl¨ªnica, probablemente en Ginebra. Borges me dijo: "No estoy nada bien. No s¨¦ c¨®mo me ir¨¢. Tanto da morir en una parte o en otra". A Fanny le habr¨ªa dicho: "Ojal¨¢ que en este viaje me muera". (Sin embargo, ¨²ltimamente Borges recordaba el proverbio chino que dice: "No hay hombre tan joven que no pueda morir ma?ana, ni hombre tan viejo que no pueda vivir un a?o". ?No es que desea morir? Pienso que proclama eso porque es m¨¢s f¨¢cil expresar el deseo de morir que el deseo de seguir viviendo. Adem¨¢s, el que desea la muerte es un fil¨®sofo valiente y el que desea seguir viviendo es un mentecato ofuscado y eg¨®latra).
- Lunes 12 de mayo. Hoy habl¨¦ con Borges, que est¨¢ en Ginebra. A eso de las nueve, cuando ¨ªbamos a tomar el desayuno, llam¨® al tel¨¦fono. Silvina atendi¨®. Pronto comprend¨ª que hablaba con Mar¨ªa Kodama. Silvina le pregunt¨® cu¨¢ndo volv¨ªan: Mar¨ªa no contest¨® a esa pregunta. Silvina habl¨® tambi¨¦n con Borges y volvi¨® a preguntar: "?Cu¨¢ndo vuelven?". Me dio el tel¨¦fono y habl¨¦ con Mar¨ªa. Le comuniqu¨¦ noticias de poca importancia sobre derechos de autor (una cortes¨ªa, para no hablar de temas pat¨¦ticos). Me dijo que Borges no estaba muy bien, que o¨ªa mal, y que le hablara en voz alta. Apareci¨® la voz de Borges y le pregunt¨¦ c¨®mo estaba. "Regular, no m¨¢s", respondi¨®, "Estoy deseando verte", le dije. Con una voz extra?a, me contest¨®: "No voy a volver nunca m¨¢s". La comunicaci¨®n se cort¨®. Silvina me dijo: "Estaba llorando". Creo que s¨ª. Creo que llam¨® para despedirse.
- S¨¢bado 14 de junio. Despu¨¦s de almorzar en La Biela, con Francis Korn, decid¨ª ir hasta el quiosco de Ayacucho y Alvear. Un individuo joven, con cara de p¨¢jaro, me salud¨® y me dijo, como excus¨¢ndose: "Hoy es un d¨ªa muy especial". Cuando por segunda vez dijo esa frase le pregunt¨¦: "?Por qu¨¦?". "Porque falleci¨® Borges. Esta tarde muri¨® en Ginebra", fueron sus exactas palabras. Segu¨ª mi camino. Pas¨¦ por el quiosco. Fui a otro de Callao y Quintana, sintiendo que eran mis primeros pasos en un mundo sin Borges. Que a pesar de verlo tan poco ¨²ltimamente yo no hab¨ªa perdido la costumbre de pensar: "Tengo que contarle esto. Esto le va a gustar. Esto le va a parecer una estupidez". Pens¨¦: "Nuestra vida transcurre por corredores entre biombos. Estamos cerca unos de otros, pero incomunicados. Cuando Borges me dijo por tel¨¦fono desde Ginebra que no iba a volver y se le quebr¨® la voz y cort¨®, ?c¨®mo no entend¨ª que estaba pensando en su muerte? Nunca la creemos tan cercana. La verdad es que actuamos como si fu¨¦ramos inmortales. Quiz¨¢ no pueda uno vivir de otra manera. Irse a morir a una ciudad lejana tal vez no sea tan inexplicable. Cuando me he sentido muy enfermo a veces dese¨¦ estar solo: como si la enfermedad y la muerte fueran vergonzosas, algo que uno quiere ocultar".
Babelia
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