"El f¨²tbol me gust¨® m¨¢s que la vida"
Ferenc Puskas, uno de los mejores jugadores de todos los tiempos, fallece en Budapest a los 79 a?os
"Se met¨ªan conmigo porque dec¨ªan que no manejaba la pierna derecha y yo les respond¨ªa: 'Qu¨¦ derecha ni qu¨¦ co?o. Si tiro con las dos piernas, el culo siempre estar¨¢ en el suelo. ?Qu¨¦ demonios!". Siempre con su prominente saco estomacal a cuestas, Ferenc Puskas, fallecido ayer en Budapest a los 79 a?os, fue un personaje irrepetible, en la vida y en el f¨²tbol, sus dos pasiones, por m¨¢s que la segunda le tirara m¨¢s: "El f¨²tbol me ha gustado m¨¢s que la vida", sostuvo hace unos a?os en la serie documental El partido del siglo, de Canal +. As¨ª era el mayor goleador del siglo XX, seg¨²n le bautiz¨® la Federaci¨®n Internacional de Historia y Estad¨ªstica del F¨²tbol. Asuntillo, dec¨ªa ¨¦l, del que nunca presumi¨®: "Met¨ª muchos goles siendo mayor; de viejo la pelota ya te obedece".
Resisti¨® en activo hasta los 40 a?os y dej¨® un rastro gal¨¢ctico: 682 goles en 700 partidos
Nunca presumi¨®: "Met¨ª muchos goles siendo mayor; de viejo la pelota ya te obedece", dec¨ªa
Nacido en Budapest el 2 de abril de 1927, era hijo de un buen jugador nacido al norte de Hungr¨ªa cuyo verdadero apellido era Purcfeld, de origen alem¨¢n. Pero el padre de Don Pancho -como luego le apodar¨ªa Di St¨¦fano- se borr¨® el apellido al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Su trueque result¨® premonitorio: en magiar, Puskas significa escopeta. La que ten¨ªa su hijo en la pierna izquierda, pura dinamita desde que el chaparro Ferenc correteaba de cr¨ªo entre la arboleda que rodeaba al estadio del Kispest (antiguo nombre del inolvidable Honved, soldado en magiar).
"Era el equipo del Ej¨¦rcito, no era un gran equipo, pero s¨ª un club honrado. Y no pod¨ªa ser de otra manera, porque mi padre era el entrenador. Hab¨ªa sido un buen futbolista hasta que se cas¨® contra mi madre". Ferenc se alist¨® en el club a los diez a?os, pero el estallido de la guerra retras¨® el despegue del Honved y de la celestial selecci¨®n h¨²ngara, que en los a?os 50 asombr¨® a todo el planeta. Un combinado extraordinario que se mantuvo invicto durante 23 partidos consecutivos, desde el 14 de mayo de 1950 -cuando derrot¨® a Austria con el primer gol de Puskas como internacional- hasta su inesperada derrota en la final del Mundial suizo de 1954 ante Alemania. Por el camino, Hungr¨ªa gan¨® la medalla de oro en los Juegos de Helsinki de 1950 y, por encima de todo, protagoniz¨® el genuino Partido del Siglo, cuando Hungr¨ªa, como proclam¨® la estupefacta prensa brit¨¢nica, "invadi¨® Wembley". El 25 de noviembre de 1953, 120.000 aficionados abarrotaron el templo londinense para recibir al equipo magiar, y todos con la sospecha de que Inglaterra mantendr¨ªa su leyenda: jam¨¢s hab¨ªa perdido en Wembley, nadie hab¨ªa profanado La Catedral de los inventores del f¨²tbol moderno.
Con Hidegkuti y Bozsik en la medular y Kocsis, Puskas y Czibor en el ataque, Hungr¨ªa arras¨® a Inglaterra (3-6), con dos goles de Puskas. "Fuimos a Inglaterra y no le interes¨¢bamos a nadie. Ten¨ªamos a un chico que hac¨ªa de entrenador y simplemente nos dijo: 'Salid ah¨ª y no hag¨¢is tonter¨ªas'. ?Qu¨¦ co?o tonter¨ªas! En tres minutos les hab¨ªamos metido dos goles, pero el segundo nos lo anularon y a m¨ª se me solt¨® la lengua y le dije de todo al ¨¢rbitro", contaba Puskas en 1995 en una entrevista con EL PA?S en Budapest.
Tras la ¨¦pica victoria en Londres, Hungr¨ªa se present¨® en el Mundial de Suiza de 1954 con el indiscutible cartel de gran favorito. Nadie pod¨ªa con aquella m¨¢quina ofensiva. En la primera fase, Puskas y sus compa?eros arrasaron a Alemania (8-3), pero perdieron por lesi¨®n a su l¨ªder, que ya no pudo jugar hasta la final, precisamente contra Alemania. A la cita, Hungr¨ªa acudi¨® con tantos pron¨®sticos a favor como cuatro a?os antes hab¨ªa tenido Brasil ante Uruguay. Gustav Sebes, el seleccionador h¨²ngaro, aline¨® a Puskas, que a¨²n no estaba del todo recuperado, y el equipo lo pag¨® con el segundo maracanazo de la historia. Alemania venci¨® (3-2) y Puskas, aun renqueante, marc¨® un tanto y vio c¨®mo le anulaban otro de forma injusta. Hungr¨ªa perdi¨® el partido de su vida. "Nuestra mejor virtud era el amor propio, el f¨²tbol era lo mejor que ten¨ªamos y sab¨ªamos que ten¨ªamos que morir por ¨¦l", sosten¨ªa Don Pancho. Un amor propio que se puso a prueba dos a?os despu¨¦s, cuando en noviembre de 1956 los militares sovi¨¦ticos "saludaron" -como ironizaba Puskas- a Hungr¨ªa. Ferenc, que como la mayor¨ªa de sus compa?eros era militar -lleg¨® a coronel- tuvo facilidades para salir del pa¨ªs. Aprovechando una eliminatoria de Copa de Europa con el Athletic de Bilbao, Puskas y otros muchos futbolistas del Honved se fugaron del pa¨ªs en un autob¨²s del ej¨¦rcito. La Hungr¨ªa sovi¨¦tica logr¨® que la UEFA le sancionara durante dos a?os, pena que luego le fue rebajada a seis meses. El destino era Suiza, y de ah¨ª a Italia, donde brot¨® la Hungaria, un equipo de ap¨¢tridas que dirig¨ªa Fernando Daucik, un checoslovaco emparentado con otra joya h¨²ngara, Ladislao Kubala, su cu?ado. Pese a las reticencias de la FIFA, la Hungaria se dedic¨® a dar exhibiciones por todo el mundo: "Ten¨ªamos que trincar la tela como fuese, porque no ten¨ªamos nada", contaba Puskas, que tras muchas vicisitudes logr¨® fichar por el Real Madrid a principios de la temporada 1958-1959. Ten¨ªa 31 a?os y con tanto bolo hab¨ªa engordado 18 kilos, todos ellos envolviendo su ombligo. "Hemos fichado a Puskas", le dijo entonces Antonio Calder¨®n, gerente madridista, a Carniglia, su t¨¦cnico. Y ¨¦ste contest¨®: "?Ah, s¨ª? ?Y qu¨¦ hacemos con su barriga". "Esa se la quita usted", respondi¨® Calder¨®n. Era julio y en Madrid el calor era asfixiante. "?Hijos de Satan¨¢s! Me tir¨¦ seis semanas sin escuchar otra cosa que 'corre, corre, corre'. Algunos pensaron que me mor¨ªa. Cuando me daban descanso al mediod¨ªa, en vez de ir a comer me quedaba dormido sobre la hierba", relataba Puskas.
Nunca alivi¨® del todo su hinchaz¨®n, hizo publicidad de unas salchichas y hasta una cerveza llev¨® su nombre. Nada impidi¨® que fuera cinco veces m¨¢ximo goleador de la Liga espa?ola y anotara 35 goles en 39 partidos de Copa de Europa con el Madrid. Resisti¨® hasta los 40 a?os y dej¨® un rastro gal¨¢ctico: 682 goles en 700 partidos oficiales, incluidos cuatro al Eintracht de Francfort en la memorable final de la Copa de Europa de 1960. Tras su despedida del Madrid, inici¨® un peregrinaje por medio mundo como entrenador, periplo en el que logr¨® llevar al Panathinaikos griego a una final europea, en 1971, que perdi¨® 2-0 ante el Ajax de Cruyff. Poco a poco se fue apartando del f¨²tbol, del que en 1995 renegaba por dos cuestiones: "No soporto que ahora, cuando un jugador falla un pase a un compa?ero, ¨¦ste encima le d¨¦ una palmada. Yo les dec¨ªa: 'Oye, hijo de puta, aunque sea con la mano, pero d¨¢mela". As¨ª era Don Pancho: un tipo ca?¨®n, irrepetible.
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