Digerir la ampliaci¨®n
El a?o 2007 ha comenzado con la incorporaci¨®n de dos nuevos socios a la Uni¨®n Europea. Con esta ampliaci¨®n, continuaci¨®n de la que en mayo de 2004 trajera a la UE a ocho pa¨ªses de Europa Central y Oriental, la Europa cautiva por los acuerdos de Yalta completa su vuelta al seno de la familia europea. Debemos, pues, felicitar a los nuevos ciudadanos europeos que, como los espa?oles en 1986, completan un largo y duro camino presidido por enormes sacrificios e incertidumbres.
La fecha de adhesi¨®n, conviene recordar, no es el final del camino, sino el comienzo de un proceso en el que se requerir¨¢n nuevos sacrificios, aunque esta vez acompa?ados de nuevos derechos y de nuevas expectativas, y cuyo ¨¦xito relativo s¨®lo podr¨¢ ser juzgado m¨¢s adelante. Naturalmente, la situaci¨®n en la que se encuentran estos pa¨ªses no es ¨®ptima; como tampoco lo era la de Espa?a en 1986 (un pa¨ªs con dos d¨ªgitos de inflaci¨®n y desempleo, adem¨¢s de una omnipresente violencia terrorista), pero por ello se han tomado las medidas oportunas en cuanto a salvaguardias y periodos transitorios.
La ampliaci¨®n, se dice frecuentemente, se ha hecho precipitadamente, como si no hubieran transcurrido diecisiete a?os desde que cayera el muro de Berl¨ªn. Pero visto desde Bucarest o Sof¨ªa, el siglo XX (es decir, la II Guerra Mundial y su secuela, la Guerra Fr¨ªa) acab¨® s¨®lo hace unos d¨ªas. Y visto de Sarajevo o Kosovo, resulta evidente que el siglo XXI todav¨ªa no ha llegado a todos los rincones de Europa.
Mal que les pese a muchos, la ¨²ltima ampliaci¨®n no s¨®lo es irreversible, sino que dista de ser la ¨²ltima. La pr¨®xima estaci¨®n se llama "antigua Yugoslavia" y all¨ª los desaf¨ªos que la Uni¨®n Europea debe enfrentar son de una magnitud que har¨¢ palidecer los encontrados en esta ¨²ltima ampliaci¨®n. Ning¨²n l¨ªder se atreve a decirlo alto y claro, pero la verdad es que lo m¨¢s dif¨ªcil est¨¢ a¨²n por llegar. Llevar la democracia, la paz y la prosperidad a esa regi¨®n es sin duda uno de los objetivos por los que la Uni¨®n Europea del siglo XXI ser¨¢ juzgada.
Sin embargo, m¨¢s que hablar de los desaf¨ªos que se presentan ante nosotros en Kosovo, Bosnia, Albania, Macedonia, Croacia, Serbia o Montenegro y de c¨®mo enfrentarnos a ellos, hoy se ha convertido en moneda corriente hablar de "fatiga de ampliaci¨®n". Muchos l¨ªderes europeos se empe?an hoy en d¨ªa en rega?ar a la historia por plantear problemas de dif¨ªcil soluci¨®n o ir demasiado r¨¢pido. Hay quienes parecen a?orar la Europa a seis, con su ambiente familiar y de chimenea, o la Europa a quince, con ese ambiente despreocupado de club de ricos y listos. Pero lamentarse porque la historia no se deja imponer reglas ni ritmos es simplemente pueril. Quienes est¨¦n fatigados deben apartarse a un lado y dejar su puesto a aquellos que no lo est¨¦n, a aquellos que crean que no s¨®lo es posible, sino imperativo, honrar los compromisos de ampliaci¨®n existentes y, a la vez, continuar profundizando el proceso de integraci¨®n.
Claramente pues, el t¨¦rmino correcto para describir lo que le ocurre a la Uni¨®n Europea hoy en d¨ªa no es "fatiga de ampliaci¨®n", sino "fatiga de liderazgo". En 1989, cuando cay¨® el muro de Berl¨ªn, Mitterrand y Thatcher optaron por protestar y resistirse ante lo inevitable (la unificaci¨®n alemana), pero Kohl y Gonz¨¢lez decidieron aprovechar la oportunidad para construir una Europa m¨¢s amplia y a la vez m¨¢s unida. Con ello demostraron que no se trata de elegir entre ampliaci¨®n y profundizaci¨®n, sino de buscar la mejor sincronizaci¨®n entre ambas, as¨ª como los mecanismos y modalidades para que ambas se refuercen mutuamente. As¨ª se ha hecho hasta ahora, y as¨ª se deber¨¢ seguir haciendo en el futuro.
No es una cuesti¨®n de fe, sino un hecho: la Europa a veintisiete est¨¢ infinitamente m¨¢s integrada que la Europa a quince, a doce, a nueve o a seis. Adem¨¢s, las ampliaciones han sido el instrumento de pol¨ªtica exterior m¨¢s exitoso y transformador del que ha dispuesto la Uni¨®n Europea: de forma pac¨ªfica, y bas¨¢ndose en principios democr¨¢ticos universales, la Uni¨®n Europea ha conseguido extender la paz, la libertad y la prosperidad a millones de europeos y europeas.
Ciertamente, la opini¨®n p¨²blica europea es cada vez m¨¢s hostil a los procesos de ampliaci¨®n. Sin embargo, los datos demuestran que las opiniones p¨²blicas nacionales reflejan en gran medida los mensajes negativos que sus propios l¨ªderes emiten cuando asocian las ampliaciones a la p¨¦rdida de empleos o el recorte de prestaciones sociales. Y en el colmo del cinismo, los l¨ªderes de algunos pa¨ªses no s¨®lo terminan por delegar en sus ciudadanos decisiones dif¨ªciles que ellos no quieren asumir ni defender, sino que pretenden convencernos de que recurriendo al refer¨¦ndum para aprobar futuras adhesiones contribuyen a la democratizaci¨®n del proceso de integraci¨®n y de la vida pol¨ªtica europea.
Afortunadamente, la sensatez de los ciudadanos es a veces m¨¢s elevada que la de los l¨ªderes ya que, en la pr¨¢ctica, son mayor¨ªa los europeos que piensan que profundizaci¨®n y ampliaci¨®n son compatibles.
Para digerir la ampliaci¨®n hay que mirar al futuro, no a?orar el pasado. Con la adhesi¨®n de Bulgaria y Rumania, el n¨²mero de miembros de la UE se eleva a veintisiete y su poblaci¨®n sobrepasa los 470 millones. La UE es ya la primera econom¨ªa del mundo, superando a Estados Unidos tambi¨¦n en cuanto a su capacidad exportadora. Los europeos no somos tan ricos como los estadounidenses en t¨¦rminos relativos (ya que somos menos eficientes), pero nuestra riqueza se distribuye mucho m¨¢s equitativamente (ya que somos m¨¢s solidarios y tenemos un concepto de ciudadan¨ªa m¨¢s amplio).
La integraci¨®n europea ha demostrado ser la receta perfecta para hacer frente a la globalizaci¨®n, aprovechando sus oportunidades econ¨®micas a la vez que manteniendo elevados est¨¢ndares en lo relativo a las libertades, las identidades y la cohesi¨®n social. La Europa a veintisiete es pues un formidable ¨¦xito pol¨ªtico, econ¨®mico y de seguridad cuyos logros son admirados en un mundo en el que dif¨ªcilmente puede encontrarse un espacio de paz, libertad y prosperidad tan amplio ni tan extenso.
Afianzar lo logrado, continuar trasladando este ¨¦xito al resto de los europeos y, a la vez convertir a la UE en una fuerza para el progreso global, debe ser el objetivo a lograr ahora que se cumplen cincuenta a?os del Tratado de Roma (a menos, claro est¨¢, que estos fatigados l¨ªderes nuestros nos convenzan de que construir un muro de cuatro mil kil¨®metros en nuestras fronteras sea, como parece considerarse en EEUU, la mejor soluci¨®n a los problemas generados por la interdependencia con nuestros vecinos).
Jos¨¦ Ignacio Torreblanca es profesor de Ciencia Pol¨ªtica en la UNED.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.