Heinz Berggruen, gran coleccionista de arte
Don¨® a la ciudad de Berl¨ªn 85 obras de Picasso, 52 de Klee y 14 de Matisse, adem¨¢s de otras de Laurens, Giacometti y Braque
El galerista y coleccionista de arte Heinz Berggruen, que en 1996 don¨® a Berl¨ªn su valiosa colecci¨®n, falleci¨® el viernes en Par¨ªs a los 93 a?os. El parisiense Museo Picasso le rindi¨® tributo con una exposici¨®n el pasado oto?o. Nacido en Berl¨ªn en una familia jud¨ªa, huy¨® de los nazis a Estados Unidos en 1936. En 2004, la capital alemana le nombr¨® hijo predilecto por su "contribuci¨®n al enriquecimiento cultural de Berl¨ªn".
La historia del arte la escriben los historiadores y cr¨ªticos, pero la hacen los artistas. La simplificaci¨®n es total y absoluta. Esa misteriosa "historia del arte", con sus pintorescos argumentos y sus fluctuaciones en la Bolsa de valores -econ¨®micos y art¨ªsticos- la hacen -tambi¨¦n- los galeristas y coleccionistas. Heinz Berggruen (Berl¨ªn, 1914-Par¨ªs, 2007) era uno de los m¨¢s ilustres. Para quienes no somos lo bastante viajados ni le¨ªdos, su importancia se nos hab¨ªa escapado hasta hace unos pocos meses, cuando la conservadora del Museo Picasso de Par¨ªs, Anne Baldassari -otra manera a¨²n de ocuparse de la maldita "historia del arte"-, organiz¨® una gran exposici¨®n titulada Picasso / Berggruen, une collection particuli¨¨re. Seg¨²n Baldassari, Berggruen estaba pose¨ªdo "por una pasi¨®n obsesiva por la obra de Picasso". Y lo cierto es que hace falta esa "pasi¨®n obsesiva" para obtener, entre 1947 y el a?o 2000, 85 picassos -y 52 klees, 14 matisses y un n¨²mero menor de laurens, giacomettis o braques- cuando no se tiene una gran fortuna.
Pierre Daix, gracias a una entrevista, nos cuenta c¨®mo puede comenzarse una colecci¨®n que acabar¨¢ por ser c¨¦lebre: "Paul ?luard ten¨ªa Le Dormeur, un muy bello dibujo de Picasso de 1942. Es el primero que compr¨¦ para m¨ª. ?luard me pidi¨® un dinero que no ten¨ªa: 5.000 francos, 1.500 d¨®lares de entonces, en 1952. Me parec¨ªa imposible. Sab¨ªa que ?luard necesitaba ese dinero, pero era demasiado para mi bolsillo. Y no quer¨ªa regatear, no se regatea con un ?luard. Le dije que el dibujo me parec¨ªa maravilloso, pero que ten¨ªa que renunciar a ¨¦l por una cuesti¨®n de precio. Entonces me mostr¨® una acuarela de Paul Klee y me dijo que si compraba el picasso el klee me lo regalaba. Los dos por el mismo precio. Pocos d¨ªas m¨¢s tarde me cruc¨¦ con el marchante suizo Walter Feilchenfeldt y sin dudarlo ni un momento me compr¨® el klee por el precio que me reclamaban por las dos obras. Es as¨ª como me qued¨¦ con Le Dormeur, que luego regal¨¦ a mi esposa".
Heinz Berggruen es un alem¨¢n pero tambi¨¦n un jud¨ªo. Hab¨ªa estudiado en Francia, en Toulouse y Grenoble, pero tras un breve paso por Berl¨ªn en 1936, decide marchar a EE UU. Ha comprendido que el clima alem¨¢n se enrarece por momentos. Toda su familia morir¨¢ en un campo de concentraci¨®n mientras ¨¦l estudia en San Francisco. En 1944 regresa a Alemania, como traductor del Ej¨¦rcito americano. Intenta poner en marcha una revista y contribuir a impulsar la democracia. Pero se siente m¨¢s a gusto en Par¨ªs, donde abre una galer¨ªa en 1949. Picasso, Tzara y Matisse le ayudan. No tiene dinero, pero s¨ª criterio. Y conoce a mucha gente. Y habla bien el franc¨¦s, el ingl¨¦s, el alem¨¢n y el espa?ol.
Hasta 1980 mantiene abierta su galer¨ªa especializada en arte moderno. La cierra para consagrarse a su colecci¨®n, que, el a?o 2000, dona a la ciudad de Berl¨ªn, a un museo que ahora lleva su nombre. Antes la quiso exponer para descubrir si ten¨ªa poder de atracci¨®n. Un mill¨®n y medio de personas la visitaron. El kunst que le agradaba a Berggruen ya no era entarte. Y en medio de todo ese kunst, los picassos, sus picassos, obtenidos en el mercado, visitando al pintor en el taller y gracias a una larga amistad. "La ¨²ltima vez que le vi fue cuatro a?os antes de su muerte. Hab¨ªa ido a visitarle con un amigo, con cuadros que ¨¦l hab¨ªa regalado en otra ¨¦poca a Marie-Th¨¦r¨¨se y que ella quer¨ªa vender pero no estaban firmados. Jacqueline no quiso que ¨¦l lo hiciera ahora. Cuando ya nos ¨ªbamos, Picasso me firm¨® ese grabado que yo le hab¨ªa comprado a su impresor Lacouri¨¨re. Lo firm¨® al margen, a l¨¢piz, con la misma falta de ortograf¨ªa de siempre: "Pour mon ami Bergruen". Su amigo falleci¨® el pasado viernes en el hospital Americano de la capital francesa.
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