?tica de baja intensidad
"Primero recibe una felicitaci¨®n navide?a de un empresario; luego le env¨ªan unas botellas de un buen vino, y despu¨¦s un jam¨®n. Poco a poco le van introduciendo en un ambiente de lujo y de ¨¢gapes. Un ambiente en el que pueden verse involucradas otras fuerzas vivas de la sociedad, como notarios, jueces, fiscales y periodistas. Le invitan al palco del f¨²tbol, a los toros o a hoteles en los que el empresario tiene intereses. El siguiente paso es que el responsable pol¨ªtico ve la posibilidad de participar en el negocio. Una oportunidad, pues dentro de cuatro a?os quiz¨¢ no est¨¦ ya en el poder".
Este p¨¢rrafo lo he cogido de una de las pocas intervenciones p¨²blicas del juez Torres, en unas jornadas jur¨ªdicas en Bilbao. El magistrado se refiri¨® a estas pr¨¢cticas como un modo de corrupci¨®n de baja intensidad, instalada en la sociedad como un h¨¢bito normal: el de los peque?os agasajos y las d¨¢divas que ofrecen las empresas. Ni que decir tiene que el juez ya conoc¨ªa el informe policial con el listado de personas a las que la principal inmobiliaria implicada en el caso Malaya, Aifos, remiti¨® regalos e invitaciones, y que inclu¨ªa alcaldes, concejales, t¨¦cnicos municipales, jueces, notarios y empleados de banca.
Figurar en la lista no implica que los beneficiarios aceptaran los regalos. Es m¨¢s, muchos de ellos los rechazaron y con su presencia en el listado se est¨¢ cometiendo una irresponsabilidad. Pero tambi¨¦n es evidente que otros muchos los aceptaron. Lo importante de la lista es que pone al descubierto un sistema de componendas que la sociedad ha decidido asumir como normal. Con esa misma normalidad con la que se le rechaza al dentista una factura con IVA, se retoca la declaraci¨®n de la renta para conseguir plaza en el colegio para el ni?o o tantas tentaciones que se ofrecen a periodistas, m¨¦dicos u otros colectivos. En esto, qui¨¦n est¨¦ libre de pecado que tire el jam¨®n, las botellas de vino o las invitaciones al cine o al teatro, en vez de la primera piedra.
Entre el caso de un pol¨ªtico que recibe y acepta un jam¨®n de una constructora con intereses en su municipio, por un lado, y el esc¨¢ndalo de un alcalde que duplica su fortuna junto a un empresario gracias a una recalificaci¨®n ama?ada, por otro, podr¨ªa parecer que hay una diferencia abismal. Pero si uno se fija bien, s¨®lo se trata de una etapa distante en el camino de la corrupci¨®n. Hasta hace alg¨²n tiempo, lo primero se hab¨ªa banalizado e incluso normalizado, mientras lo segundo era censurable. Desde hace poco, lo segundo corre el riesgo de acabar de la misma forma. Los resultados de las pasadas elecciones demostraron una escasa exigencia ¨¦tica de muchos ciudadanos hacia sus regidores, redoblando los votos hacia personas imputadas o bajo sospecha.
La justicia dedica enormes esfuerzos en investigar los actos de prevaricaci¨®n de los cargos p¨²blicos corruptos, pero apenas profundiza en el cohecho. Prevaricar, o lo que es lo mismo, dictar resoluciones injustas a sabiendas, se suele hacer por intereses; en la mayor¨ªa de los casos econ¨®micos. La sentencia por prevaricaci¨®n lleva a la inhabilitaci¨®n, pero la investigaci¨®n del cohecho te dirige al centro de la trama, ya que para que alguien reciba dinero tiene que existir otra persona que lo ofrezca.
El levantamiento parcial del sumario contra el alcalde y el concejal de Urbanismo de Alhaur¨ªn el Grande desvela que la trama es m¨¢s preocupante de lo que se presum¨ªa, pero el PP sigue manteniendo una actitud similar hacia estos dos imputados que militan en sus filas. Empezaron poniendo la mano en el fuego por ellos y van a terminar abrasados por la realidad. Desgraciadamente, tambi¨¦n hay casos en los dem¨¢s partidos. Y contadas excepciones, como la decisi¨®n del PSOE de forzar la dimisi¨®n del alcalde de Mijas tras ponerse un sueldo de 125.000 euros. No resulta alentador que, al igual que con la corrupci¨®n, los partidos pol¨ªticos hayan aceptado que tambi¨¦n existe una ¨¦tica de baja intensidad.
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