De sol y t¨¢banos
Desde mi descubrimiento de los toros, en los d¨ªas ya remotos de mi infancia, mi relaci¨®n con lo que algunos todav¨ªa llaman fiesta, ha tenido no poco de esquizofr¨¦nico. Con los toros he vivido alg¨²n minuto placentero y horas de profunda irritaci¨®n; algunos de mis amigos m¨¢s cercanos, de mis m¨¢s admirados artistas y escritores, nunca han ocultado su ardor taurino, mientras que otros, tan dignos de afecto y admiraci¨®n, desprecian e ignoran los toros, y no pocos militan fervorosamente en la creciente tropilla de taur¨®fobos y abolicionistas.
De aquellos d¨ªas epilogales del verano manchego en que por primera vez mi padre me llev¨® a la plaza de Albacete; de los a?os prelondinenses que siguieron, en los amenes de la dictadura, cuando con mi amigo Isabelo Garrido peregrinaba por los tendidos de Vista Alegre y Las Ventas; y a¨²n despu¨¦s de Londres, muerto ya Franco, en que volv¨ª epis¨®dicamente a las plazas para aliviar las murrias veraniegas, me quedan unas cuantas im¨¢genes por entre las telara?as de la memoria: algunos naturales portentosos de Ord¨®?ez y Paco Camino, la profundidad de un jovenc¨ªsimo Curro V¨¢zquez, la maestr¨ªa crepuscular de Anto?ete, la gozosa sabidur¨ªa de Espl¨¢, el talento reconcentrado de Joselito, la austeridad de El Cid, el sobrecogimiento estremecido de Jos¨¦ Tom¨¢s... Fuera de estos destellos, lo que ahora me llega de los toros, me parece insoportablemente burocr¨¢tico, como una Eurovisi¨®n de la tauromaquia, una acumulaci¨®n de atavismos lindantes con la zafiedad y la barbarie.
Visto lo visto, pese a los funcionarios de lo antitaurino, percibo que cada d¨ªa voy sinti¨¦ndome m¨¢s cercano al abate Marchena, Jovellanos, Eugenio Noel, al mismo Goya si bien se mira, que al sanedr¨ªn de catedr¨¢ticos de la chabacaner¨ªa trascendental, de los nuevos ricos de la fiesta, que acuden a las plazas m¨¢s atentos a las barreras de sombra que al albero. Pero mi presente aversi¨®n por los toros brota de la visi¨®n goyesca de la fiesta, m¨¢s cercana a la propia dignidad del hombre, que a la dudosa piedad por unos animales que, invariablemente, siempre acaban en la mesa.
Publio L¨®pez Mond¨¦jar es historiador de la fotograf¨ªa.
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