"El mundo ser¨¢ como Toronto, ir¨¢ hacia la diversidad"
No hemos quedado aqu¨ª para comer, aunque comemos (a la 1.30). Ni bien ni mal; de cafeter¨ªa, con un buen men¨² de sabores y colores pensado para los turistas. David Miller, alcalde de Toronto, aprovecha un hueco en su visita a Madrid para ver el Museo del Prado. Entre los cuadros y la gastronom¨ªa, Miller (Inglaterra, 1958) no lo duda. En Toronto, la ciudad de mayor diversidad ¨¦tnica del mundo y en la que sus 2,6 millones de habitantes usan m¨¢s de un centenar de lenguas, puede comer lo que quiera, pero no tiene a Goya ni a Vel¨¢zquez.
La mitad de los habitantes de Toronto no ha nacido all¨ª. ?C¨®mo se puede gobernar una ciudad as¨ª? David Miller lo hace encantado: "La diversidad es uno de nuestros mayores activos. Somos inmigrantes o descendientes de inmigrantes: casi todos somos de fuera, as¨ª que nadie es de fuera. Comprendemos las diferencias, estamos mejor preparados para aceptarlas".
El alcalde de Toronto celebra la diferencia, pero "bajo una sola ley, la de Canad¨¢"
Miller ten¨ªa nueve a?os cuando lleg¨® a Canad¨¢. Se hizo abogado y se especializ¨® precisamente en inmigraci¨®n. "Es algo que nos ha hecho m¨¢s fuertes. Y es bueno aprender unos de otros. Es como un edred¨®n: distintos y juntos, somos mejores y m¨¢s interesantes". ?M¨¢s tolerantes tambi¨¦n? "S¨ª, no es casualidad que fuera el primer lugar de Canad¨¢ que legaliz¨® los matrimonios gays" (julio de 2003), dice el alcalde, y asiente categ¨®ricamente su fornido concejal Kyle Rae, de ascendencia -y pinta- escocesa y pionero en la lucha por los derechos de los homosexuales. "Pero no es tolerancia; eso lo dejamos atr¨¢s. Se trata de aceptaci¨®n y respeto".
"El mundo ser¨¢ como Toronto", asegura Miller; "avanzar¨¢ hacia la diversidad". Ojo, a?ade: "Creemos en que cada uno tenga su religi¨®n, su lengua, pero todos somos canadienses, y eso significa que hay una sola ley, un derecho com¨²n".
En la forja del edred¨®n canadiense, las bibliotecas, los centros comunitarios y la ense?anza p¨²blica juegan un papel vital: "Simon y Julia, nuestros hijos, de 11 y 12 a?os, se extra?ar¨ªan si les pregunt¨¢ramos por diferencias con sus amigos chinos o coreanos...".
No todo el monte es or¨¦gano, acepta: hay que avanzar en integraci¨®n econ¨®mica -"es m¨¢s f¨¢cil si todo el mundo tiene trabajo, claro"-, en pol¨ªtica de empleo -"a veces, desperdiciamos talento"- y en superar el ¨ªndice de aislamiento [m¨¢s de un 30% de un barrio perteneciente a un grupo ¨¦tnico: los guetos del multiculturalismo]. Pero insiste: "Nuestra gran diferencia con Europa es que nadie piensa en t¨¦rminos de ellos y nosotros: no somos canadienses e inmigrantes, somos nosotros".
Una pareja mixta -blanco y asi¨¢tica- saluda a Miller. Son de Toronto. El d¨ªa anterior coincidieron en el avi¨®n, en el primer vuelo directo de Air Canada. Madrid y Toronto, que comparten el mismo especialista en desarrollo urbano, el londinense Greg Clark, van a desarrollar proyectos de cooperaci¨®n, a "abrir el di¨¢logo entre dos ciudades globales". Miller se deshace en elogios para Alberto Ruiz-Gallard¨®n: "Muy encantador, muy acogedor. Pol¨ªticamente empezamos en sitios distintos, pero parece que hemos llegado al mismo lugar: ¨¦l est¨¢ en el centro de la derecha y yo en el centro de la izquierda". ?Cambiar¨ªa la alcald¨ªa con ¨¦l? "Bueno, eso har¨ªa feliz a mi mujer". Jill Arthur, de origen venezolano, no tiene la menor duda.
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