?Son inevitables las crisis financieras?
El candidato dem¨®crata Barack Obama ha dicho que la actual crisis financiera es "la m¨¢s seria desde la Gran Depresi¨®n" y ha culpado de la misma a la filosof¨ªa econ¨®mica de los republicanos en el poder, en la que "hasta las regulaciones con sentido com¨²n son innecesarias y poco sensatas". Por su parte, el senador republicano John McCain ha anunciado que, si gana las elecciones en noviembre, pondr¨¢ en marcha "una gran reforma" en Washington y en Wall Street.
Estas dos declaraciones se encuadran en los partes de guerra de la crisis financiera y bancaria tras los ¨²ltimos d¨ªas negros de la Bolsa neoyorquina. Y denotan la necesidad de dar una respuesta a la sucesi¨®n de crisis que golpea a los mercados mundiales, a veces con gran virulencia. En esta ocasi¨®n, tras las bancarrotas en serie de bancos, culminadas con la de Lehman Brothers, y las muletas p¨²blicas y privadas que van ayudando a evitar el desplome del firmamento financiero, est¨¢ bien proporcionar liquidez al conjunto del sistema para evitar una interrupci¨®n s¨²bita del crecimiento que conducir¨ªa al colapso de la primera econom¨ªa del mundo y al contagio de las dem¨¢s; pero no parece suficiente cuando los bancos llevan perdidos m¨¢s de un bill¨®n de d¨®lares y no se vislumbra todav¨ªa el fondo de una crisis que ha alcanzado tambi¨¦n a la mayor aseguradora del mundo. La voluntad de las autoridades estadounidenses es clara: el secretario del Tesoro se ha manifestado dispuesto a "hacer lo que sea necesario para mantener la estabilidad de nuestro sistema financiero" y, en efecto, tanto el Gobierno como la Fed est¨¢n demostrando una alta capacidad de reacci¨®n, as¨ª como una generosa puesta a disposici¨®n de recursos proporcionados por los contribuyentes para tapar deudas, errores y falsedades de empresas privadas. Gracias a esa actitud de decidida intervenci¨®n socializadora de p¨¦rdidas y a la colaboraci¨®n del Banco Central Europeo, el Banco de Inglaterra y otros bancos centrales, no se repetir¨¢n esta vez los terribles acontecimientos que conformaron la Gran Depresi¨®n.
Un nuevo marco regulador no eliminar¨¢ las crisis financieras, pero podr¨¢ reducir su intensidad
Hay que abandonar la actitud derrotista de que es dif¨ªcil cambiar el sistema que nos tiene atrapados
La pregunta que se hacen los ciudadanos es si los mercados financieros son inestables y fr¨¢giles por definici¨®n y si las crisis que los recorren con tanta frecuencia son o no evitables. Para intentar responder a estas cuestiones podemos aferrarnos a la fatal recurrencia de los ciclos econ¨®micos en general y de los financieros en particular o, como argumento m¨¢s pr¨®ximo, a los or¨ªgenes de la actual crisis financiera. Los ciclos de los negocios son todav¨ªa un misterio sin desentra?ar del todo por la ciencia econ¨®mica, pero la mayor¨ªa de la doctrina acepta que a periodos bajistas le suceden otros alcistas, de modo que a la tristeza le sigue la alegr¨ªa y vuelta a empezar. Su origen se sit¨²a en los mecanismos propios de la naturaleza del capitalismo y algunos economistas, como la venezolana Carlota P¨¦rez, creen que la secuencia "revoluci¨®n tecnol¨®gica-burbuja financiera-colapso-¨¦poca de bonanza" se reinicia cada cierto tiempo de forma inexorable. No obstante, los gobiernos se afanan en prolongar los periodos de euforia y en eludir o reducir al m¨¢ximo las ¨¦pocas de vacas flacas, pese a que algunos seguidores del Nobel de Econom¨ªa Robert Lucas crean que las pol¨ªticas p¨²blicas destinadas a estabilizar el ciclo son ineficaces y, en algunos casos, contraproducentes.
Respecto a los or¨ªgenes de la crisis financiera actual, los analistas apuntan a los tres procesos que la econom¨ªa de Estados Unidos ha vivido en la ¨²ltima d¨¦cada: burbuja inmobiliaria, boom del cr¨¦dito hipotecario y revoluci¨®n tecnol¨®gica que, aplicada a las finanzas, ha permitido remover el riesgo crediticio de los balances de los bancos y traspasarlo en forma de t¨ªtulos a entidades financieras e inversores institucionales de todo el mundo: el riesgo normal asociado a todo cr¨¦dito y, lo que es peor, el riesgo suicida derivado de la concesi¨®n de pr¨¦stamos a miles y miles de personas insolventes, que no otra cosa son las hipotecas subprime. La revoluci¨®n tecnol¨®gica ha permitido tambi¨¦n sofisticar de forma extraordinaria los productos y los mercados: del sota, caballo y rey de los cr¨¦ditos, acciones y obligaciones hemos pasado en poco tiempo a instrumentos h¨ªbridos entre renta fija y variable y entre pr¨¦stamos y bonos; a productos derivados como las opciones, futuros y swaps, o a la titulizaci¨®n de todo tipo de activos y flujos de caja derivados de derechos contractuales, etc¨¦tera. Todo lo cual, unido a la existencia de los que Stiglitz llama "operadores de o¨ªdo" (especuladores a corto que, err¨®neamente, creen conocer c¨®mo funciona el mercado de valores y se desentienden de los fundamentos), ha aumentado la rapidez de respuesta de los mercados pero tambi¨¦n su volatilidad y la velocidad de transmisi¨®n de sus turbulencias, de manera que se hace mucho m¨¢s dif¨ªcil para el regulador saber en qu¨¦ lugar de la cadena del sistema financiero est¨¢n localizados los riesgos.
Este desconocimiento de la situaci¨®n real de los balances de los colegas y del nivel de contaminaci¨®n de los riesgos provocada por la onda expansiva de las hipotecas basura ha generado una enorme crisis de confianza mutua entre las entidades bancarias, lo que ha reducido hasta la pr¨¢ctica inanici¨®n la actividad de los mercados interbancarios de dep¨®sitos, esenciales para el normal desarrollo del cr¨¦dito. De este modo, se han bloqueado los canales habituales de financiaci¨®n de las empresas y de las familias, paralizando los proyectos de inversi¨®n y reduciendo las perspectivas de crecimiento econ¨®mico de numerosos pa¨ªses, entre ellos Espa?a. Si a estas consecuencias les sumamos los da?os derivados de la avaricia desatada de muchos directivos irresponsables, dispuestos a eludir los compromisos relativos al control de riesgos con tal de conseguir emolumentos multimillonarios a corto plazo y a?adimos la creciente inhibici¨®n de los organismos reguladores estadounidenses, tendremos una imagen bastante fiel de la econom¨ªa de casino convertida en pre¨¢mbulo de la crisis actual.
?Y qu¨¦ hacer para evitar esta proliferaci¨®n de crisis financieras? La pol¨¦mica que las acompa?a afecta tambi¨¦n al proceso de liberalizaci¨®n del sector que se viene desarrollando durante las tres ¨²ltimas d¨¦cadas. En general, se considera que la liberalizaci¨®n de las finanzas aumenta la eficiencia en la asignaci¨®n de los recursos, pero tambi¨¦n parece claro que hace m¨¢s vulnerable a la econom¨ªa y contribuye a hacer m¨¢s frecuentes e intensas las perturbaciones financieras. Por eso, prestigiosos economistas, como Arrow o Stiglitz, han insistido en las diferencias existentes entre los mercados financieros y los mercados ordinarios de bienes y servicios, se?alando que los indudables beneficios econ¨®micos derivados de la liberalizaci¨®n de estos ¨²ltimos se convierten en resultados dudosos en el caso de la liberalizaci¨®n de los mercados financieros. En un trabajo reciente, el profesor Antonio Torrero se?ala que tambi¨¦n el Banco Mundial y el FMI han llegado a conclusiones parecidas, por lo que las experiencias del pasado est¨¢n sirviendo para "revisar las expectativas demasiado optimistas". No es que se rechace la liberalizaci¨®n financiera y la competencia como principios rectores, sino "que se admite mayor cautela y se tiene m¨¢s en cuenta el incremento del riesgo asociado al proceso liberalizador".
Todo lo anterior nos lleva a considerar la conveniencia de establecer un marco regulatorio estricto y una supervisi¨®n vigilante de los mercados, capaces tanto de animar la innovaci¨®n como de restringir las pr¨¢cticas deshonestas o temerarias, de tal manera que la sociedad pueda influir en el comportamiento de los participantes en el mercado financiero. Un marco regulatorio que, dadas la globalizaci¨®n de la econom¨ªa y (en particular) de las finanzas, debe contar con las organizaciones globales necesarias para que la hagan efectiva. Parece, pues, llegado el momento para la imaginaci¨®n institucional, para construir una nueva estructura internacional para entidades financieras sobre cimientos m¨¢s s¨®lidos que los actuales. Se est¨¢ para ello en una coyuntura propicia, pues hasta los m¨¢s recalcitrantes liberales aceptar¨ªan ciertos grados de intervenci¨®n, a la vista de que la lib¨¦rrima circulaci¨®n de los flujos de capitales no es precisamente una fuente de la que manan bendiciones celestiales.
?Contribuir¨¢ el nuevo marco regulador a eliminar las crisis financieras? Pues seguro que no, aunque es muy posible que logre espaciarlas en el tiempo y reducir su intensidad. Si son eficaces podr¨¢n, desde luego, evitar las crisis derivadas directamente de comportamientos deshonestos, que no son un asunto menor. En todo caso, como ha escrito Paul Davidson, hay que abandonar la actitud derrotista de que es demasiado dif¨ªcil cambiar el delirante sistema que nos tiene atrapados.
Roberto Velasco es catedr¨¢tico de Econom¨ªa Aplicada en la UPV/EHU.
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