Y en esto lleg¨® Obama
El futuro es imprevisible y en algunos casos, como el espa?ol, hasta el pasado lo es. Por eso es dif¨ªcil hablar del futuro de la gesti¨®n Obama, aunque, sin duda, hay que moderar unas expectativas exageradas.
Por razones obvias, mis prioridades en pol¨ªtica exterior coinciden con las que considero que son las de mi pa¨ªs. En Espa?a, potencia media, ¨¦stas se sit¨²an en la Uni¨®n Europea, Am¨¦rica Latina y el Mediterr¨¢neo. Y de manera natural, tambi¨¦n es prioridad la relaci¨®n con Estados Unidos.
Hay bastante consenso sobre la grave situaci¨®n por la que atraviesa el mundo, inmerso en la mayor crisis financiera y econ¨®mica de la que se tenga recuerdo, con amenazas a la seguridad global tan evidentes como las del Oriente Pr¨®ximo y Asia Central, el terrorismo internacional o la criminalidad organizada afectando a todas las regiones del planeta. Y parece perdida la previsibilidad de la poco a?orada era de la pol¨ªtica de bloques, porque conviene recordar que a la gerontocracia sovi¨¦tica de anta?o no se le hubiera ocurrido cortar el gas a los europeos. Eran malvados previsibles.
Estados Unidos no puede en solitario; Europa y Am¨¦rica Latina no pueden sin Estados Unidos
En este marco global, al que acompa?an las amenazas de cambio clim¨¢tico, irrumpe Obama. "Y en esto lleg¨® Obama", como se dec¨ªa en Cuba hace 50 a?os.
Estados Unidos es, y va a seguir siendo, la primera potencia del mundo, y como tal seguir¨¢ teniendo intereses y prioridades globales. Pero la dimensi¨®n y complejidad de las crisis que atravesamos hacen imposible que EE UU pueda afrontarlas en solitario. Esto marca el fin de un unilateralismo que ha agravado la situaci¨®n. As¨ª parece haberlo reconocido el nuevo presidente.
Sin embargo, a los que sienten satisfacci¨®n al comprobar que EE UU no puede seguir consider¨¢ndose como un superpoder en solitario, y anuncian los albores de su decadencia, conviene advertirles que nosotros, europeos o latinoamericanos, tampoco podremos prescindir de Estados Unidos para afrontar los desaf¨ªos que tenemos por delante. La ecuaci¨®n es simple: EE UU no puede solo; sin EE UU no podemos.
Al unilateralismo suele oponerse el multilateralismo, pero mejor har¨ªamos en pensar en articulaciones regionales abiertas, como la Uni¨®n Europea o una Am¨¦rica Latina coordinada, para que haya un sistema internacional de relaciones de poder y de cooperaci¨®n m¨¢s eficiente y compensado.
Am¨¦rica Latina, aunque hay excepciones, deber¨ªa definir prioridades e intereses comunes, asumiendo su variedad, en una nueva relaci¨®n con Estados Unidos. Lo mismo esperar¨ªa de la Uni¨®n Europea, pero con m¨¢s raz¨®n dado el grado de desarrollo de su integraci¨®n econ¨®mica y pol¨ªtica.
No es dif¨ªcil imaginar, si contribuimos a ello, una nueva relaci¨®n entre estas dos regiones del mundo y el Estados Unidos presidido por Obama. Incluyo la posible triangulaci¨®n de la relaci¨®n atl¨¢ntica: Estados Unidos, Am¨¦rica Latina y la Uni¨®n Europea.
La condici¨®n de potencia global conduce a pol¨ªticas de brocha gorda y los que no tenemos esa condici¨®n podemos afinar con el pincel. El trato con la potencia global es m¨¢s razonable cuando los que no lo son tienen claras sus prioridades y analizan las convergencias y complementariedades, as¨ª como las contradicciones, con aqu¨¦lla.
Europeos y latinoamericanos nos podemos pronunciar sobre cualquier problema, pero debemos reconocer que si se trata, por ejemplo, de Corea del Norte o de otra cuesti¨®n alejada de nuestras prioridades, la relevancia o el peso que tengamos en la soluci¨®n ser¨¢ menor que la de China, por seguir con el ejemplo.
Tampoco hay que esperar a que sea EE UU quien decida o proponga la definici¨®n de sus intereses para reaccionar por nuestra parte. En Latinoam¨¦rica, el problema es m¨¢s de ausencia de estrategia por parte de EE UU que de una estrategia equivocada. En Europa, despu¨¦s de los acuerdos estrat¨¦gicos de 1995, poco o nada se ha implementado para contrastar nuestras prioridades como Uni¨®n con las de EE UU.
A diferencia de lo que ocurr¨ªa hace 25 a?os, en que EE UU ve¨ªa la relaci¨®n de Europa con Am¨¦rica Latina como inaceptable, ahora puede y debe tener una relaci¨®n sur-atl¨¢ntica mucho m¨¢s s¨®lida. Tambi¨¦n debe actualizar la nor-atl¨¢ntica. Y habida cuenta de los intereses en juego, las identidades culturales y otras variables, se puede ir construyendo una relaci¨®n triangular. Si se piensa en la realidad econ¨®mica, en la significaci¨®n para la lucha contra el cambio clim¨¢tico, e incluso en los intereses de seguridad frente al crimen organizado y al narcotr¨¢fico, pondr¨ªamos realmente en valor este conjunto.
Existen bases suficientes para avanzar en las relaciones entre estos conjuntos y hay que aprovecharlas, clarificando nuestras prioridades y contrast¨¢ndolas con la Administraci¨®n Obama. La materializaci¨®n de las expectativas generadas por el relevo presidencial en EE UU no depende s¨®lo de Obama, sino tambi¨¦n de la disposici¨®n que otros tengan para aprovechar este cambio de significaci¨®n hist¨®rica, explorando nuevas formas y actitudes para la cooperaci¨®n.
Los m¨¢rgenes de maniobra de Obama, y de todos nosotros, se ampliar¨¢n o estrechar¨¢n en funci¨®n de lo que hagamos, no s¨®lo de lo que haga su Administraci¨®n. Por sus caracter¨ªsticas, su elecci¨®n es, en s¨ª misma, un hecho hist¨®rico que a d¨ªa de hoy no se habr¨ªa producido en ninguno de los pa¨ªses democr¨¢ticos que conozco. De los otros ni hablemos.
Felipe Gonz¨¢lez es ex presidente del Gobierno espa?ol.
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