Ideas para la izquierda
El fracaso de los socialistas en las recientes elecciones europeas, precisamente por haber afectado a todos los pa¨ªses, remite a algunas causas ideol¨®gicas de car¨¢cter general. La pregunta que se plantea con irritaci¨®n y desconcierto ser¨ªa la siguiente: ?c¨®mo explicar que la crisis o los casos de corrupci¨®n golpeen de manera muy diferente, desde el punto de vista electoral, a la izquierda y a la derecha?
Pienso que la ra¨ªz de esa curiosa decepci¨®n, que se reparte tan asim¨¦tricamente, est¨¢ en las diversas culturas pol¨ªticas de la izquierda y la derecha.
Por lo general, la izquierda espera mucho de la pol¨ªtica, m¨¢s que la derecha, a veces incluso demasiado. Le exige a la pol¨ªtica no s¨®lo igualdad en las condiciones de partida sino en los resultados, es decir, no s¨®lo libertad sino tambi¨¦n equidad. La derecha se contenta con que la pol¨ªtica se limite a mantener las reglas del juego. Es m¨¢s procedimental y se da por satisfecha con que la pol¨ªtica garantice marcos y posibilidades, mientras que el resultado concreto (en t¨¦rminos de desigualdad, por ejemplo), le es indiferente; a lo sumo, aceptar¨¢ las correcciones de un "capitalismo compasivo" para paliar algunas situaciones intolerables.
El vicio de la izquierda es la melancol¨ªa, mientras que el de la derecha, es el cinismo
Por supuesto que ambas aspiran a defender tanto la igualdad como la libertad y que nadie puede pretender el monopolio de ambos valores, pero el ¨¦nfasis de cada uno explica sus distintas culturas pol¨ªticas. La diferencia radicar¨ªa en que la izquierda, en la medida en que espera mucho de la pol¨ªtica, tambi¨¦n tiene un mayor potencial de decepci¨®n. Por eso el vicio de la izquierda es la melancol¨ªa, mientras que el de la derecha es el cinismo.
Esto explicar¨ªa sus distintos modos de aprendizaje, lo que probablemente responde a dos modos psicol¨®gicos de gestionar la decepci¨®n. La izquierda aprende en ciclos largos, en los que una decepci¨®n le hunde durante un espacio de tiempo prolongado y no consigue recuperarse si no es a trav¨¦s de una cierta revisi¨®n doctrinal; la derecha tiene m¨¢s incorporada la flexibilidad y es menos doctrinaria, m¨¢s ecl¨¦ctica, incorporando con mayor agilidad elementos de otras tradiciones pol¨ªticas.
Por eso la izquierda s¨®lo puede ganar si hay un clima en el que las ideas jueguen un papel importante y hay un alto nivel de exigencias que se dirijan a la pol¨ªtica. Cuando estas cosas faltan, cuando no hay ideas en general y las aspiraciones de la ciudadan¨ªa en relaci¨®n con la pol¨ªtica son planas, la derecha es la preferida por los votantes.
La izquierda deber¨ªa politizar, en el mejor sentido del t¨¦rmino, frente a una derecha a la que no le interesa demasiado el tratamiento "pol¨ªtico" de los temas. La derecha hoy exitosa en Europa es una derecha que promueve, indirecta o abiertamente, la despolitizaci¨®n y se mueve mejor con otros valores (eficacia, orden, flexibilidad, recurso al saber de los t¨¦cnicos...). Lo que la izquierda deber¨ªa hacer es luchar, a todos los niveles (frente al imperialismo del sistema financiero, contra los expertos que achican el espacio de lo que es democr¨¢ticamente decidible, contra la frivolidad medi¨¢tica...) para recuperar la centralidad de la pol¨ªtica.
Hoy no es que haya una pol¨ªtica de izquierdas y otra de derechas; el verdadero combate se libra actualmente en un campo de juego que est¨¢ dividido entre aquellos que desean que el mundo tenga un formato pol¨ªtico y aquellos a los que no les importar¨ªa que la pol¨ªtica resultara insignificante, un anacronismo del que pudi¨¦ramos prescindir. Por eso la defensa de la pol¨ªtica se ha convertido en la tarea fundamental de la izquierda; la derecha est¨¢ c¨®modamente instalada en una pol¨ªtica reducida a su m¨ªnima expresi¨®n, a la que le han reducido enormemente sus espacios el poder de los expertos, las constricciones de los mercados y el efectismo medi¨¢tico. Para la izquierda, que el espacio p¨²blico tenga calidad democr¨¢tica es un asunto crucial, en el que se juega su propia supervivencia.
La idea de que la izquierda est¨¢ por lo general menos movilizada se ha convertido en un t¨®pico que a veces revela una concepci¨®n mec¨¢nica y paternalista (cuando no militar) de la pol¨ªtica. Hay quien entiende la movilizaci¨®n como una especie de hooliganizaci¨®n, como si la ciudadan¨ªa fuera una hinchada, y, llegado el momento, propone suministrar la dosis oportuna de miedo o ilusi¨®n para que la clientela se comporte debidamente. Este automatismo no es la soluci¨®n sino el s¨ªntoma del verdadero problema de una izquierda que se est¨¢ acostumbrando a chapotear en una ciudadan¨ªa de baja intensidad.
Lo que la gente necesita no son impulsos mec¨¢nicos sino ideas que le ayuden a comprender el mundo en el que vive y proyectos en los que valga la pena comprometerse. Y la actual socialdemocracia europea no tiene ni ideas ni proyectos (o los tiene en una medida claramente insuficiente).
No quiero caer en un platonismo barato y exagerar el papel de las ideas en pol¨ªtica, pero si la izquierda no se renueva en este plano seguir¨¢ sufriendo el peor de los males para quien pretende intervenir en la configuraci¨®n del mundo: no saber de qu¨¦ va, no entenderlo y limitarse a agitar o bien el desprecio por los enemigos o bien la buena conciencia sobre la superioridad de los propios valores.
Daniel Innerarity es profesor de Filosof¨ªa en la Universidad de Zaragoza. Acaba de publicar El futuro y sus enemigos. Una defensa de la esperanza pol¨ªtica.
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