"El general nos tendi¨® una trampa"
La esposa de Zelaya acusa al jefe del Ej¨¦rcito de ser c¨®mplice del golpe - El secretario general de la OEA llega a Tegucigalpa para desbloquear la crisis
Hay ya en Honduras un peque?o ej¨¦rcito de escondidos. Dirigentes del derrocado Gobierno de Manuel Zelaya, pero tambi¨¦n l¨ªderes sindicales, periodistas inc¨®modos, activistas sociales. El oficial con m¨¢s galones de ese ej¨¦rcito clandestino, sin armas pero con miedo, es una mujer. Hace una semana, Xiomara Castro se dirig¨ªa a la naci¨®n en su calidad de primera dama. Ahora, la esposa de Zelaya est¨¢ escondida. Desde su refugio, que pide no sea desvelado, le cuenta a EL PA?S de qu¨¦ forma el jefe de las Fuerzas Armadas, el general Romeo V¨¢squez, le tendi¨® una "trampa" a su marido utiliz¨¢ndola a ella. El golpe funcion¨®, el presidente Zelaya fue sacado del pa¨ªs y, ahora, la comunidad internacional busca una soluci¨®n para el pa¨ªs centroamericano.
Unos lo intentan por las buenas, pero otros (cuesti¨®n de car¨¢cter o de convicciones democr¨¢ticas) no dudan en utilizar desde ya m¨¦todos m¨¢s expeditivos. A la cabeza de los dialogantes est¨¢ la Organizaci¨®n de Estados Americanos (OEA). Su secretario general, Jos¨¦ Miguel Insulza, lleg¨® ayer a Honduras para tratar de desbloquear la situaci¨®n. Como no pod¨ªa ser de otro modo, la parte m¨¢s vehemente la lidera Hugo Ch¨¢-vez. El presidente venezolano orden¨® ayer suspender el env¨ªo de petr¨®leo a Honduras. ?l sabe, y los hondure?os tambi¨¦n, que el nuevo Gobierno de Roberto Micheletti est¨¢ abocado al sufrimiento si, adem¨¢s del desprestigio internacional, no tiene con qu¨¦ hacer funcionar al pa¨ªs.
Los hondure?os lo llaman "el barco del petr¨®leo". Llega cada 12 o 15 d¨ªas procedente de Venezuela, y no s¨®lo sirve para que los veh¨ªculos marchen o las industrias funcionen. Seg¨²n el acuerdo suscrito entre Zelaya y Ch¨¢vez, la empresa venezolana Petrocaribe se encarga de suministrar a Honduras todo el crudo necesario para su funcionamiento, pero s¨®lo cobra un 40% de la factura. Con el 60% restante, que se refinanciaba a bajo inter¨¦s y con un plazo de pago de 25 a?os, el Ejecutivo de Zelaya funcionaba sin angustias. No hace falta explicar que, a cambio de un trato tan ventajoso, el presidente Manuel Zelaya estaba "a la orden" -una expresi¨®n muy utilizada aqu¨ª- del comandante Ch¨¢vez. Despu¨¦s del golpe, Ch¨¢vez s¨®lo ha tardado seis d¨ªas en suspender el convenio. Y, seg¨²n fuentes hondure?as, ese es el plazo aproximado que queda para que este pa¨ªs empiece a notar la falta de petr¨®leo.
Con esa presi¨®n a?adida lleg¨® ayer Jos¨¦ Miguel Insulza a Honduras. El secretario general de la OEA se encontr¨® a su llegada al pa¨ªs con un astuto recibimiento planeado por Micheletti. Coincidiendo con su hora de llegada prevista -la una de la tarde hora local, ocho m¨¢s en la pen¨ªnsula-, los partidarios del nuevo Gobierno se manifestaban de forma multitudinaria ante la Casa Presidencial. Insulza se entrevist¨® primero con los magistrados de la Corte Suprema y luego con los representantes de la Iglesia.
Hay un dato que todo el mundo tiene claro en Tegucigalpa. El tiempo juega en contra de Zelaya. Sus partidarios, sometidos al f¨¦rreo control del Ej¨¦rcito y la polic¨ªa, tienen muchos problemas para manifestarse. Al toque de queda expl¨ªcito y al estado de sitio latente se une la presi¨®n de los empresarios, que, seg¨²n est¨¢n denunciando las organizaciones sindicales, est¨¢n despidiendo a los trabajadores m¨¢s d¨ªscolos.
Y, observ¨¢ndolo todo, desde su escondite est¨¢ Xiomara Castro. La esposa del presidente Zelaya est¨¢ dispuesta a seguir en el pa¨ªs. Asustada y triste por estar lejos de sus hijos, tambi¨¦n escondidos en Honduras, la primera dama cont¨® a este peri¨®dico las circunstancias que rodearon el golpe.
Pregunta. Su marido, el s¨¢bado por la noche, se fue a dormir tranquilo pensando que el peligro de golpe hab¨ªa sido conjurado. Unas horas despu¨¦s, lo secuestraron y lo sacaron del pa¨ªs en pijama. ?Qui¨¦n lo traicion¨®?
Respuesta. Le voy a contar una cosa y usted le va a poner f¨¢cilmente nombre a esa traici¨®n. El mi¨¦rcoles de la semana pasada, mi marido destituy¨® al general Romeo V¨¢squez, el jefe de las Fuerzas Armadas, por negarse a distribuir las urnas del refer¨¦ndum. En Honduras, desde siempre, es el Ej¨¦rcito el encargado de hacer esta labor. Pues bien, pese a la destituci¨®n y a la crisis que se desat¨®, el general siempre estuvo en contacto conmigo. Me llamaba y me dec¨ªa que no hab¨ªa problema, que todo estaba bien. De hecho, el mismo s¨¢bado yo recib¨ª una llamada de ¨¦l a las dos de la tarde y me dijo: "Mire, do?a Xiomara, usted se ha convertido ahora en mi comandanta y quiero decirle que aqu¨ª est¨¢ todo normal, usted tiene que entender que nosotros nos hemos opuesto a repartir las urnas porque es ilegal, pero que nosotros estamos firmes con el presidente. Y usted d¨ªgale, por favor, de nuestra parte a su marido que, una vez que pase todo esto, que venga al Estado Mayor para que podamos tomarnos un caf¨¦ y arreglarlo todo". Insisto, eso fue a las dos de la tarde del s¨¢bado. Recuerdo que el general Romeo me dijo tambi¨¦n: "La gente est¨¢ controlada. D¨ªgale a su marido que tenga la completa seguridad de que ya no hay peligro". Imag¨ªnese: eso fue a las dos de la tarde del s¨¢bado. Y a las cinco de la ma?ana siguiente ya lo estaban sacando al presidente de nuestra casa. A la fuerza...
P. ?Entonces considera usted que fue una trampa?
R. Justo. Esa es la palabra correcta. Nosotros nos sentimos traicionados. Ning¨²n gobierno le hab¨ªa dado el apoyo a las Fuerzas Armadas como mi marido lo ha hecho. Cuando nosotros ingresamos en el Gobierno hab¨ªa 6.000 polic¨ªas. No ten¨ªan ni equipo, y el presidente los convirti¨® en 14.000 en apenas tres a?os. Y con los soldados hizo lo mismo. Se les apoy¨® poni¨¦ndoles un sueldo decente. Y f¨ªjese: ellos mismos fueron los que le mordieron la mano.
P. ?De qui¨¦n obedece ¨®rdenes el general Romeo V¨¢squez?
R. Usted habr¨¢ visto como yo al presidente de facto levant¨¢ndole la mano al general para que la gente lo aclamara. Han estado juntos en las concentraciones de apoyo al golpe. Me imagino que las ¨®rdenes vendr¨ªan de Micheletti.
Xiomara Castro no es la ¨²nica escondida. El estado de sitio encubierto y la euforia de los nuevos gobernantes hacen que cada d¨ªa sean menos los tel¨¦fonos que contestan, los disidentes dispuestos a dar la cara. La fuerza de Micheletti se alimenta de minutos. Por eso la OEA tiene tanta prisa por encontrar una soluci¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.