El diablo del Mar Rojo
Para m¨ª, una de las grandes im¨¢genes del verano es la de las mantas nadando majestuosamente sobre el lecho de arena blanca en Formentera. Ni tan s¨®lo el que una de sus primas gigantes se cargara al bueno de Steve Irwin ha disminuido -al contrario- la fascinaci¨®n que me producen. Mi atracci¨®n por las mantas, m¨¢s all¨¢ de los siempre interesantes temas luctuosos, tiene su origen, claro, en los libros de Hans Hass.
Mientras escribo estas l¨ªneas tengo frente a m¨ª La manta, el diablo del mar Rojo, en la vieja primera edici¨®n de Juventud de 1954, y no dejo de suspirar ante la rom¨¢ntica capacidad de evocaci¨®n del dibujo de portada, con dos de esas maravillosas y fantasmag¨®ricas criaturas planeando como ¨¢guilas submarinas en un mar lleno de peligros. Encontr¨¦ el rastro de Hass por casualidad recientemente en el Museo de Ciencias Naturales de Viena -su ciudad natal-, donde una de las salas est¨¢ consagrada al aventurero pionero del buceo. Desde ni?o sab¨ªa de las peripecias de ese trit¨®n humano que afirmaba que la falta de miedo le proteg¨ªa "mejor que el arp¨®n y el cuchillo", y sosten¨ªa la peregrina teor¨ªa de que la mejor manera de lidiar con un tibur¨®n es irte a por ¨¦l de frente y con actitud amenazante.
Comprender¨¢n mi asombro al descubrir que Hass (1919) est¨¢ a¨²n vivo. Siempre le he admirado por su valor y no menos por su escultural secretaria, la inolvidable -sobre todo en ba?ador- Lotte, a la que inteligentemente convirti¨® en reclamo visual de sus filmaciones y, m¨¢s inteligentemente a¨²n, en su mujer. Cre¨ªa que lo sab¨ªa todo de Hass, la versi¨®n austriaca de Costeau, pero en este reencuentro con ¨¦l he tirado de la manta (y nunca mejor dicho) para hallar algunos datos de su biograf¨ªa desconcertantes.
Resulta que durante la II Guerra Mundial trabaj¨® para la K. Verb?nde, los Hombres K., las secretas unidades de comandos de la marina del III Reich. Hass y su colega Alfred von Wurzian, que se convertir¨ªa en uno de los jefes de los nadadores de combate (Kampfschwimmer), experimentaron en el Egeo para los nazis con el revolucionario respirador Dr?ger-Gegenlunge, que no hace delatoras burbujitas. Hass sali¨® con bien de todo aquello, aunque los rusos luego le quitaron su barco, que era nada menos que un velero que hab¨ªa pertenecido a otro personaje inolvidable, Felix von Luckner, el valiente corsario de la I Guerra Mundial, y que Luckner hab¨ªa bautizado con su apodo de guerra, Seeteufel, el Diablo de los Mares.
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