Noticia bomba
Periodismo hay mucho. Noticias hay pocas, y son a¨²n menos los periodistas capaces de olerlas. El olfato period¨ªstico siempre ha sido escaso. El asunto puede parecer sencillo, porque cualquiera identifica una noticia cuando se la ponen delante, bien tallada y pulida. El problema es que la noticia, en su estado natural, no suele brillar ni huele a nada. En realidad, no es todav¨ªa una noticia. Quien sabe pillarla al vuelo y adivinar su potencial posee un talento muy raro.
Un caso ejemplar lo protagoniz¨® hace unos a?os Matthew Pritchett. No hablamos de un periodista en un sentido estricto, ya que estudi¨® cinematograf¨ªa y se gana la vida haciendo dibujitos. Sus dibujitos, sin embargo, no son cualquier cosa: Pritchett es el mejor vi?etista de actualidad del Reino Unido y en 2005 la revista profesional Press Gazette, asesorada por los directores de los principales peri¨®dicos del pa¨ªs, le incluy¨® entre las 40 personas que m¨¢s y mejor hab¨ªan influido en el periodismo brit¨¢nico contempor¨¢neo.
Su vi?eta aparece cada d¨ªa en la portada de The Daily Telegraph y es lo primero que buscan sus lectores, que no son pocos: el Telegraph vende 850.000 ejemplares. Matthew Pritchett tiene 45 a?os y desde los 24 asume la responsabilidad cotidiana de proporcionar al lector una noticia con una sonrisa. Trabaja como un condenado: no hace una sola vi?eta, sino 20, y luego elige. En una ocasi¨®n rompi¨® m¨¢s de 50 dibujos hasta conseguir que un perro tuviera la expresi¨®n facial adecuada.
Pocos meses antes de ser incluido entre los 40 grandes del periodismo, Pritchett recibi¨® una llamada matutina. Era Kimberly Quinn, m¨¢xima responsable de la revista conservadora The Spectator, en la que colaboraba ocasionalmente. "Quinn me dijo que estaba ley¨¦ndole la prensa al ministro del Interior, David Blunkett [el ministro era ciego], y que ambos se hab¨ªan tronchado de risa con mi vi?eta". Su dibujito, aquel d¨ªa, se refer¨ªa al plan del propio Blunkett de introducir en el Reino Unido el carn¨¦ de identidad. Se ve¨ªa a dos perros mostr¨¢ndose el carn¨¦. Uno de ellos dec¨ªa: "Esto es mucho mejor que olernos mutuamente el culo".
El vi?etista se sinti¨® muy halagado por los elogios. Tanto, que no se pregunt¨® qu¨¦ hac¨ªa la jefa del conservador The Spectator leyendo la prensa con uno de los m¨¢s influyentes ministros de Tony Blair, antes de las 8 de la ma?ana. "Era obvio, estaban en la cama leyendo la prensa como un matrimonio cualquiera", cont¨® Matthew Pritchett, "pero no deduje nada".
Fueron otros peri¨®dicos los que, semanas despu¨¦s, averiguaron que el ministro laborista y la editora conservadora (ambos casados) manten¨ªan un romance, y que uno de los hijos de Quinn con su marido, editor de la revista Vogue, era en realidad de Blunkett. Cuando esto sali¨® a la luz, Blunkett y Quinn se pelearon, y ella revel¨® que el ministro hab¨ªa concedido un permiso de residencia a su ni?era salt¨¢ndose los tr¨¢mites reglamentarios. El ministro la demand¨® para obtener el derecho a visitar regularmente a su hijo. La bronca fue tan grande y los insultos, tan p¨²blicos y tan sonoros, que ambos se vieron obligados a dimitir, en el ministerio y en The Spectator. Despu¨¦s de aquel esc¨¢ndalo, el declive de Tony Blair se hizo imparable.
En plena tormenta informativa, Matthew se acerc¨® al redactor jefe y le habl¨® sobre aquella llamada tempranera. "?Quiz¨¢ deber¨ªa haberos comentado algo?". El redactor jefe contuvo la furia y opt¨® por la flema: "S¨ª, probablemente deber¨ªas habernos comentado algo".
Es lo que pasa con las noticias. Es dif¨ªcil olerlas, y m¨¢s a las ocho de la ma?ana.
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