El que engorda, paga m¨¢s
Cient¨ªficos estadounidenses han propuesto gravar las bebidas azucaradas para frenar la epidemia de sobrepeso - La industria alimentaria responde con un 'ataque preventivo'
En la guerra contra la obesidad, los cient¨ªficos han encontrado un nuevo enemigo: las bebidas azucaradas. Un prestigioso grupo de estudiosos y expertos en nutrici¨®n le ha pedido al Gobierno Federal de EE UU que aplique un nuevo impuesto sobre ese tipo de refrescos, a los que acusan de tener una responsabilidad central en la epidemia de sobrepeso que vive el pa¨ªs. Con el dinero recaudado se podr¨ªa financiar una parte de la reforma sanitaria en marcha. La industria, sin embargo, contemplando una posible ca¨ªda de ventas, ha pasado al ataque, reforzando sus lobbies en Washington y prepar¨¢ndose para evitar cualquier incremento de precio, a toda costa.
La propuesta de gravar los refrescos la plante¨® el mes pasado un grupo de prestigiosos expertos de las Universidades de Yale y Harvard, en un pol¨¦mico art¨ªculo publicado en New England Journal of Medicine. Su propuesta es que el Gobierno Federal imponga un nuevo impuesto de un c¨¦ntimo de d¨®lar por cada onza (28 gramos) de refresco que incluya edulcorantes cal¨®ricos (una lata de Coca-Cola tiene 139 calor¨ªas). Es, en realidad, una medida largamente contemplada y, hasta el momento, nunca aprobada.
Tomarse una cola no suele interpretarse como saltarse el r¨¦gimen
La tasa sobre bebidas generar¨ªa 10.000 millones de euros en un a?o
Su precio pol¨ªtico podr¨ªa ser muy alto. Significar¨ªa un incremento del precio de algo tan barato como un refresco. Ya en mayo, en el Capitolio se hablaba de imponer un impuesto de ese tipo para financiar, en parte, la reforma del maltrecho sistema sanitario norteamericano. Una organizaci¨®n privada de Washington, el Centro para el Inter¨¦s P¨²blico en la Ciencia, propuso aplicar el impuesto sobre colas, t¨¦s preparados, zumos y bebidas energ¨¦ticas, sin incluir las bebidas diet¨¦ticas, siguiendo la estela de Islandia, que el pasado mes de septiembre aprob¨® un incremento de los impuestos sobre el az¨²car y los alimentos altamente azucarados. Del 7% de IVA que se aplica sobre los productos normales, se ha pasado al 24,5% de gravamen.
En EE UU hubo algunas reuniones en el Senado, pero la medida no cuaj¨®. En pleno debate sobre la reforma sanitaria y su financiaci¨®n, el grupo de expertos universitarios ha retomado esa causa. Critican los refrescos por ser bombas cal¨®ricas, repletas de az¨²car, una sustancia de escasas propiedades saciantes. Adem¨¢s, explican, los consumidores no suelen compensar el haber bebido muchos refrescos reduciendo otros alimentos en las comidas o las cenas. Existe una separaci¨®n psicol¨®gica entre las calor¨ªas l¨ªquidas y las s¨®lidas. En muchos casos, tomarse una cola no se interpreta como saltarse el r¨¦gimen.
Adem¨¢s de que el az¨²car es una importante fuente de calor¨ªas, "el cuerpo experimenta m¨¢s problemas a la hora de reconocer las calor¨ªas procedentes del l¨ªquido y est¨¢ menos entrenado para darles un uso", seg¨²n explica Kelly Brownell, uno de los autores del informe, reconocido experto en obesidad y director del Centro Rudd para Pol¨ªticas Alimenticias y Obesidad de la Universidad de Yale.
Brownell fue elegido en 2006 como uno de los hombres "m¨¢s influyentes del mundo" por la revista Time. Entre otros cient¨ªficos que firman la propuesta est¨¢n Thomas Frieden, que despu¨¦s de escribir el art¨ªculo ocup¨® el cargo de director del Centro para el Control y la Prevenci¨®n de Enfermedades del Gobierno Federal, y Thomas Farley, responsable del departamento de Sanidad del Gobierno de Nueva York.
La tasa propuesta incrementar¨ªa el precio de los refrescos azucarados entre un 15% y un 20% y generar¨ªa unos ingresos para el Estado de 10.000 millones de euros en un a?o. Adem¨¢s, le ahorrar¨ªa a un consumidor medio, el que bebe medio litro de refrescos azucarados diarios, unas 174 calor¨ªas al d¨ªa, si se pasa a bebidas diet¨¦ticas.
"Ser¨ªa algo adecuado, dado que las personas que consumen este tipo de refrescos registran elevados niveles de diabetes, dolencias card¨ªacas, gota y caries. Adem¨¢s, ellos no pagar¨¢n por los elevados costes de estas dolencias de sus propios bolsillos, la carga fiscal caer¨¢ sobre otros, as¨ª que parece justo que aquellos que consumen esas bebidas paguen una porci¨®n del coste", explica Walter Willett, tambi¨¦n coautor del informe y jefe del Departamento de Nutrici¨®n de la Universidad de Harvard. "Adem¨¢s, un precio ligeramente m¨¢s elevado tiende a reducir el consumo, algo que beneficiar¨ªa a todo el mundo, especialmente a los ni?os, que se ven m¨¢s afectados por el consumo de los refrescos".
La industria alimentaria, sin embargo, ha comenzado un ataque preventivo para evitar que los pol¨ªticos lleguen siquiera a sopesar esta propuesta. Han creado la organizaci¨®n Americanos Contra los Impuestos sobre la Comida, que se define en su web como una coalici¨®n de "ciudadanos preocupados -individuos responsables, familias con problemas econ¨®micos, negocios grandes y peque?os y comunidades a lo largo del pa¨ªs- opuestas a las propuestas gubernamentales de incrementar los impuestos sobre comida y bebida, incluyendo refrescos, zumos y l¨¢cteos de sabores".
Desde el mes pasado emite un anuncio en el que se ve a una madre cargada con bolsas mientras sale de su coche, despu¨¦s de hacer la compra. "Dicen que s¨®lo ser¨¢n unos c¨¦ntimos", dice. "Bueno, esos c¨¦ntimos cuentan cuando se trata de alimentar a una familia. Washington, si nos escuchas, que sepas que lo que parece poco para ti es mucho para nosotros".
Entre los miembros de esta coalici¨®n no hay s¨®lo madres en apuros econ¨®micos. Se encuentran las empresas 7 Eleven, Sunny Delight Beverages, Red Bull North America, PepsiCo, The Coca-Cola Company, McDonald's y Domino's Pizza, entre otras. Los directivos de estas compa?¨ªas han pasado al ataque indiscriminado en diversos medios.
Muhtar Kent, presidente de Coca-Cola, dijo a la agencia Bloomberg recientemente que nunca vio "un Gobierno que le diga a la gente lo que comer y lo que beber. Si funcionara, ser¨ªa como si todav¨ªa existiera la Uni¨®n Sovi¨¦tica".
"Ser¨ªa una situaci¨®n absurda que un ciudadano que ha perdido su trabajo, que puede perder su casa en un embargo, que ve como suben los precios de los bienes y la gasolina, tuviera que pagar m¨¢s por la comida", explica Nelson Eusebio, codirector de esa coalici¨®n y director de la Asociaci¨®n Nacional de Supermercados de Am¨¦rica. "Es injusto que el Gobierno le diga a los ciudadanos c¨®mo y cu¨¢ndo deben comer. Y adem¨¢s, hasta el momento nadie ha podido probar que haya una relaci¨®n entre los refrescos azucarados y la obesidad. Hay muchachos flacos que tambi¨¦n consumen esas bebidas".
Los cient¨ªficos que proponen el impuesto afirman todo lo contrario, que el az¨²car l¨ªquido es causa indudable de sobrepeso, y coinciden en comparar la actitud de la industria alimentaria con la de la del sector del tabaco a finales del siglo pasado, cuando los gobiernos comenzaron a incrementar los impuestos sobre el consumo de aquella sustancia y restringieron duramente la normativa publicitaria en aquel ¨¢mbito.
"La industria se comporta del mismo modo que el lobby del tabaco, invirtiendo millones en anuncios y campa?as publicitarias, present¨¢ndose como familias y ciudadanos preocupados, a favor de ideas abstractas como la libertad o la independencia, en defensa de su negocio", explica el profesor Brownell, de Yale. "Pero si se le explica bien el caso a la ciudadan¨ªa, que el impuesto puede financiar programas de asistencia m¨¦dica y que puede evitar dolencias graves, creo que vale la pena, sin duda".
Desde luego, aumentar el precio de un producto ser¨ªa una potente medida de disuasi¨®n. Aun as¨ª, otras reformas han resultado ser muy convincentes a la hora de concienciar a los consumidores sobre su nutrici¨®n y su peso. A veces, la informaci¨®n es tan influyente como el dinero.
Hace un a?o y medio el gobierno de Nueva York orden¨® a las cadenas de restaurantes que publicaran el recuento de calor¨ªas de todos y cada uno de sus productos en sus men¨²s. A la gran urbe de la costa este de EE UU le sigui¨® el Estado de California y otras ciudades como Filadelfia o Nashville. As¨ª, junto al precio de comidas como un Big Mac con patatas medianas y una cola, aparecen las calor¨ªas. Seis d¨®lares y 1.130 calor¨ªas. El m¨¢ximo diario recomendado por los nutricionistas est¨¢ entre 1.500 y 2.000.
Es una medida impactante, ya que los ¨²ltimos estudios cient¨ªficos demuestran que los ciudadanos subestiman el contenido cal¨®rico de la mayor¨ªa de alimentos, especialmente los l¨ªquidos. Esa es la conclusi¨®n de un an¨¢lisis fechado en 2006, elaborado por expertos de la Universidad de Arkansas y la de Villanova, en Filadelfia, titulado Atacando la epidemia de obesidad; los beneficios potenciales de publicar la informaci¨®n nutricional en los restaurantes.
El estudio da pruebas fehacientes de que "los consumidores subestiman ampliamente las calor¨ªas, las grasas, las grasas saturadas y los niveles de sodio en los men¨²s. De media, subestiman los platos menos saludables en m¨¢s de 600 calor¨ªas, o entre un tercio y la cantidad completa de grasas y grasas saturadas recomendadas para un d¨ªa completo.
Si los consumidores ingieren 600 calor¨ªas m¨¢s que las que creen, en una comida en un restaurante a la semana, a?adir¨ªan a sus dietas 30.000 calor¨ªas anuales. Estas calor¨ªas podr¨ªan ser la causa de un aumento de peso de aproximadamente 4 kilos, si todos los dem¨¢s factores se mantienen inalterados".
Es la guerra contra la mala alimentaci¨®n, en un pa¨ªs en el que unos 182 millones de personas, el 64% de la poblaci¨®n, sufre sobrepeso, seg¨²n el Centro para el Control y la Prevenci¨®n de Enfermedades (CDC) del Gobierno federal. Un 33% de la ciudadan¨ªa adulta de EE UU es obesa. Son 72 millones, el 18% de todos los obesos que existen en el mundo.
Siguiendo la estela de Nueva York, Washington comenz¨® recientemente a sopesar la posibilidad de aprobar una ley que obligara a las cadenas con 20 o m¨¢s restaurantes del pa¨ªs a publicar su informaci¨®n nutricional en los men¨²s. El senador por Iowa Tom Harkin y la representante por Connecticut Rosa DeLauro, ambos dem¨®cratas, presentaron el pasado mes de mayo una propuesta de ley federal en ese sentido. "Los problemas no son s¨®lo m¨¦dicos", dijo Harkin en un comunicado. "Son tambi¨¦n econ¨®micos. Gastamos casi dos billones de d¨®lares (1,35 millones de euros) cada a?o en atenci¨®n sanitaria en EE UU. El 75% de ellos se destina a tratar y atender enfermedades cr¨®nicas que, en muchos casos, se pueden prevenir. Es hora de tomar acciones preventivas y ofrecerles a los consumidores las armas que necesitan para tomar un mayor control sobre su dieta y su salud". Diversas instituciones, como la Asociaci¨®n de Cardiolog¨ªa de Am¨¦rica y la Asociaci¨®n de Diab¨¦ticos de Am¨¦rica, han dado su total apoyo a esta propuesta.
En? ese ¨¢mbito, Nueva York se ha convertido en una ciudad pionera, que marca la pauta del pa¨ªs. Hace un a?o, el alcalde Michael Bloomberg orden¨® que todos los restaurantes que operen en espacios p¨²blicos, como hospitales, parques, prisiones, escuelas o residencias de ancianos, se adhieran por ley a una serie de estrictas normas alimentarias, como servir leche descremada, prohibir el excesivo uso de aceite en las freidoras, ofrecer fruta como postre o reducir la sal en la cocci¨®n de los platos.
Medidas como ¨¦sa no vienen exentas de pol¨¦mica. La Asociaci¨®n de Restaurantes del Estado de Nueva York llev¨® a juicio al Gobierno de Bloomberg por ordenar la publicaci¨®n de las calor¨ªas en los men¨²s de las cadenas de restaurantes. Le demandaron con dos argumentos. Por un lado, alegaban que la legislaci¨®n federal prohib¨ªa la existencia de leyes a nivel estatal o local en ese sentido. Adem¨¢s, argumentaban que se estaba violando la primera enmienda a la Constituci¨®n norteamericana, que ampara la libertad de expresi¨®n. Dec¨ªan que el Gobierno de Nueva York les estaba forzando a expresarse cuando en realidad no ten¨ªan por qu¨¦ hacerlo. Una especie de coerci¨®n nutricional.
"El juez les respondi¨® que revelar informaci¨®n factual no es una forma de expresi¨®n, es un derecho de los clientes", explica Jennifer Pomeranz, abogada y directora de la secci¨®n de Iniciativas Legales del Centro Rudd de la Universidad de Yale. "Las empresas fracasaron en los juzgados, al tiempo que California y otras ciudades aprobaban nuevas medidas. Esto abri¨® la posibilidad de una nueva ley federal, aunque haya Estados, como Utah y Georgia, que han legislado espec¨ªficamente para prohibir que los restaurantes se vean forzados a desvelar sus calor¨ªas, en contra del bienestar de sus ciudadanos".
A pesar de los contratiempos, Nueva ?York ha descubierto la clave para combatir la obesidad: concienciar en contra del exceso, de las porciones gigantes, cargadas de aditivos, de los enormes refrescos y las enormes patatas que suelen venderse con los men¨²s de comida r¨¢pida. Ha sido necesaria una epidemia de obesidad en el mundo desarrollado para que los cient¨ªficos y nutricionistas pongan de moda la frugalidad a la hora de ingerir calor¨ªas.
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