La lengua polif¨®nica
Nadie habla ya "el mejor espa?ol". El idioma de ambas orillas del Atl¨¢ntico est¨¢ lleno de vasos comunicantes por los que la lengua va y viene. Un escritor espa?ol que se ha pateado Am¨¦rica Latina y un narrador colombiano asentado en Barcelona reflexionan sobre esos viajes constantes de una lengua en perpetuo movimiento.
La anciana est¨¢ tejiendo en un peque?o telar, sentada en una sillita, en uno de los extremos del enorme boh¨ªo de suelo de madera brillante -al parecer, el sal¨®n de baile de la peque?a localidad inmersa en la frondosa selva- en una de las orillas del canal, o mejor los canales, del Tortuguero, en Costa Rica. De esto hace m¨¢s de veinte a?os. Es uno de mis primeros viajes a la Am¨¦rica que habla espa?ol, y estoy charlando con esa mujer, que me cuenta algunas cosas a prop¨®sito del lugar, de los huevos de tortuga, tan sabrosos, de los peque?os caimanes que llevan a su cr¨ªa sobre el lomo, de los monos aulladores, del tr¨¢fico fluvial que convierte los canales en imprescindibles v¨ªas de comunicaci¨®n.
Los hispanohablantes nunca seremos capaces de abarcar todas las m¨²sicas de nuestro idioma
Me sorprende su espa?ol, en el que la riqueza l¨¦xica muestra palabras para m¨ª castizas, y hasta arcaicas -me trata de vos- junto a otros vocablos cuyo sentido tengo que adivinar -llama lagartos a los peque?os caimanes- igual que me sorprende la m¨²sica que hace resonar su discurso, el modo de pronunciar las erres, las cadencias del fraseo. El momento, el esplendor solar convertido en una luz suave gracias al gigantesco arbolado y remansado en la solemne penumbra del boh¨ªo, la humedad que enaltece los aromas, quedan en mi recuerdo envolviendo ese espa?ol nuevo, diferente, que fluye de la boca de la mujer.
Ya por entonces, tanto en Espa?a como en Am¨¦rica, he escuchado hablar mi lengua con otros tonos, y me he encontrado con vocablos desconocidos y estructuras ling¨¹¨ªsticas extra?as a las de mi costumbre, sin detenerme a reflexionar sobre ello; pero es ahora, conversando con esta anciana, cuando se me revela que lo que ella habla no es un espa?ol secundario, alterado por la distancia de un supuesto n¨²cleo can¨®nico, sino mi propio espa?ol, mi lengua segura, aunque con otra melod¨ªa y algunos rasgos que, en la diferencia, muestran precisamente su personalidad y su autenticidad.
En la ¨¦poca de la que hablo he le¨ªdo con atenci¨®n y gusto a los escritores de lo que conocimos como boom latinoamericano -varios acabar¨¢n convirti¨¦ndose en cl¨¢sicos vivos de nuestro idioma- y he advertido las peculiaridades que le dan a su prosa su inconfundible identidad. Pero es a trav¨¦s de las palabras de esta mujer del pueblo cuando comprendo que mi lengua ya no tiene un ¨²nico lugar de referencia, que puede ser la misma y presentar otra melod¨ªa, e incluso un l¨¦xico donde convivan pac¨ªficamente lo habitual y lo ajeno, en tierras para m¨ª muy lejanas. La revelaci¨®n de que la anciana no habla una lengua segundona de la m¨ªa es, en cierto modo, similar a otra: la que, al leer a los cronistas y escritores de Indias, a ra¨ªz de mi primer descubrimiento americano, tuve al comprender que, en los Comentarios Reales, el Inca Garcilaso realiza un genial injerto, al contarnos la historia de sus antepasados a la luz de la cultura grecolatina.
Con los a?os he recorrido muchos lugares de Iberoam¨¦rica, he vuelto a tener gustosas conversaciones con hablantes populares, y me sigue asombrando, con el deleite de compartir lo m¨¢s hondo de ese patrimonio, la variedad de registros mel¨®dicos y la riqueza de los vocabularios. Los hispanohablantes nunca seremos capaces de abarcar todas las m¨²sicas de nuestro idioma, ni todo el l¨¦xico que lo enriquece. La fragmentaci¨®n comunitaria ha favorecido la existencia de muchos reductos regionales, y en ellos surgen espacios verbales donde la intimidad, la familiaridad, ofrecen nuevos registros de un al parecer infinito panorama de modulaciones del espa?ol.
Es una fecunda historia de hibridaciones, que van haciendo nacer nuevos reto?os sobre el tronco firme de unas estructuras ling¨¹¨ªsticas compartidas por todos. Por eso me gusta referirme a las melod¨ªas y los frutos de nuestra lengua. Hoy ya nadie puede presumir de hablar eso que antes se llamaba "el mejor espa?ol", porque el mejor espa?ol, ya polif¨®nico, est¨¢ disperso por el ancho mundo.
Jos¨¦ Mar¨ªa Merino (A Coru?a, 1941) publicar¨¢ el pr¨®ximo 10 de marzo la antolog¨ªa de todos sus cuentos escritos entre 1982 y 2004 en el volumen Historias del otro lugar (Alfaguara. Madrid, 2010. 680 p¨¢ginas. 22 euros)
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