25 mentiras y una gran caradura
El escritor Philip Roth desmonta el incre¨ªble caso de un periodista que se invent¨® decenas de entrevistas con genios y celebridades
La historia del periodismo escrito habr¨¢ conocido sobresaltos parecidos. Pero seguramente el incre¨ªble caso de Tommasso Debenedetti supera cualquier proeza anterior. En s¨®lo unas semanas, este joven freelance italiano, especialista en asuntos literarios y culturales, se ha convertido en una celebridad entre los escritores m¨¢s importantes del mundo.
Philip Roth, Gore Vidal, Toni Morrison, E. L. Doctorow, G¨¹nter Grass, Jos¨¦ Saramago, John Grisham, los flamantes premios Nobel Jean-Marie Gustave Le Cl¨¦zio y Herta M¨¹ller... Todos ellos hablan estos d¨ªas de Tomasso Debenedetti mientras bucean en su memoria tratando de recordar c¨®mo y cu¨¢ndo le conocieron.
Todos saben qui¨¦n es, con bastante probabilidad pocos de ellos le han visto, aunque podr¨ªamos apostar que algunos est¨¢n deseando ech¨¢rselo a la cara.
El presunto falsario atribu¨ªa a personajes famosos un sentimiento contra Obama que ellos desmienten
Dura vida la del colaborador de prensa: algunos medios le pagaban 20 euros por entrevista, otros ni eso.
Un tipo con el cuajo, la agenda y la sangre fr¨ªa de Tommasso Debenedetti no aparece todos los d¨ªas. En los ¨²ltimos tiempos, todos esos autores han sido supuestamente entrevistados por ¨¦l. Algunos ni siquiera lo saben. Pero Debenedetti ha publicado en diversos medios italianos largas conversaciones con ellos: preguntas, repreguntas, respuestas brillantes y elaboradas, piezas no exentas de estilo, color, descripci¨®n de vestuario, actualidad pol¨ªtica, garra...
El peque?o detalle es que casi todas esas entrevistas eran falsas. Inventadas. Fantas¨ªa pura.
Lo curioso es que Debenedetti llevaba publicando sus falsos encuentros al menos desde 2006, y nadie se dio cuenta del pastel hasta el pasado mes de marzo.
Fue culpa de, o gracias a, Philip Roth. Y a Barack Obama.
Una periodista del diario La Repubblica, Paola Zanuttini, entrevist¨® el 26 de febrero a Roth para Il Venerd¨¬ con motivo de la publicaci¨®n en Italia de su ¨²ltima novela, La humillaci¨®n. La conversaci¨®n, pesimista y vibrante, titulada El sexo y yo, estaba acabando cuando la periodista hizo la siguiente pregunta a Roth.
-?Por casualidad tambi¨¦n est¨¢ insatisfecho con Barack Obama? En una entrevista a un diario italiano, Libero, resulta que lo encuentra incluso "antip¨¢tico, adem¨¢s de ineficaz y deslumbrado por los mecanismos del poder".
La respuesta de Roth fue fulminante:
-?Pero si nunca he dicho una cosa semejante! Es grotesco. Escandaloso. Es lo contrario de lo que pienso. Considero que Obama es fant¨¢stico. Y encuentro el ataque al que le someten los republicanos muy parecido al que sufri¨® Roosevelt (...). Estoy muy cabreado por esas declaraciones que me han atribuido: nunca he hablado con ese Libero. Desmienta todo. Ahora mismo llamo a mi agente.
La noticia se difundi¨® como la p¨®lvora por los blogs italianos. Maurizio Belpietro, director del tabloide conservador Libero, un sabueso que ha trabajado para Silvio Berlusconi dirigiendo Panorama y que hoy defiende al primer ministro italiano en todas las tertulias televisivas, reconoci¨® su error y su embarazo y mand¨® borrar la entrevista de la web.
Era tarde. La suerte fue que, salvo los blogueros m¨¢s combativos, nadie le dio demasiada importancia al asunto en Italia, ese bonito lugar donde casi todo est¨¢ permitido y se extienden hoy la vulgaridad, la teleirrealidad y la propaganda; las querellas millonarias a los periodistas y los chantajes cruzados v¨ªa peri¨®dicos son el pan de cada d¨ªa, los hechos han desaparecido de gran parte de la prensa y no es infrecuente que algunos medios publiquen noticias inventadas o falsas. (No hace mucho, Vittorio Feltri, director de Il Giornale, el diario de la familia Berlusconi, ha sido castigado a seis meses de inhabilitaci¨®n por el colegio de periodistas: acus¨® con pruebas inventadas al director de Avvenire de ser homosexual).
Pero esta vez la noticia traspas¨® fronteras. Roth se encarg¨® de ello. Ten¨ªa curiosidad por saber qui¨¦n era ese entrevistador fantasma que le hizo renegar tres veces de Obama. Cuando ley¨® la entrevista entera, supo que no s¨®lo era falsa esa respuesta, sino toda la entrevista. Luego, seg¨²n ha contado a The New Yorker, Roth se meti¨® en Internet y descubri¨® que tambi¨¦n John Grisham hab¨ªa sido (falsamente) entrevistado por Debenedetti; que esa charla ficticia hab¨ªa sido publicada en tres diarios italianos (Il Resto del Carlino y La Nazione, conservadores, e Il Giorno, centrista) y que tambi¨¦n inclu¨ªa una perla contra Obama: "La gente est¨¢ enfadada con ¨¦l porque no ha hecho lo que prometi¨®".
Pronto, Google Italia empez¨® a echar humo en las dos orillas del Atl¨¢ntico: la voz corri¨® entre editores, agentes y departamentos de prensa y todos tecleaban Debenedetti + x (siendo x el nombre de su autor famoso). Y as¨ª se fue hilando la madeja.
Probablemente, el sarc¨¢stico Roth se carcaje¨® al saber que s¨®lo unos d¨ªas despu¨¦s de la entrevista trucha, un conocido columnista de Il Corriere della Sera, Pierluigi Battista, la cit¨® en su art¨ªculo Si Roth se convierte en disidente para felicitarle por haber abandonado el barco de Obama en un gesto liberal que habr¨ªa sido "impensable en la jacobina Italia".
Hoy, una red de ilustres autores damnificados tiembla cuando recibe las llamadas de Judith Thurman, escritora y periodista (de plantilla) de The New Yorker. Ella ha investigado a fondo y ha encontrado una veintena larga de entrevistas firmadas por Debenedetti desde 2006 hasta ahora, publicadas casi todas en Il Piccolo de Trieste, la ciudad de Claudio Magris. Luego ha puesto a prueba la memoria de los autores.
Toni Morrison niega haber hablado nunca con el freelance. E. L. Doctorow asegura que es imposible que el lenguaje y la imaginer¨ªa que le atribuy¨® Debenedetti sean suyos. Gunter Grass tiene buena memoria, seg¨²n su editor alem¨¢n, Helmut Frielinghaus, pero no puede recordar a Debenedetti. Nadine Gordimer, afirma su agente, no reconoce sus palabras en ese texto. La mujer de J.-M. G. Le Cl¨¦zio informa de que es "muy improbable" que su marido haya hablado con Debenedetti y menos a¨²n "expresado esas opiniones contra la prohibici¨®n del burka en los edificios p¨²blicos franceses". Un agente de Herta M¨¹ller, en fin, asegura que su clienta raras veces da entrevistas...
Tampoco A. B. Yehoshua o Scott Turow recuerdan haber hablado jam¨¢s con Debenedetti, pero est¨¢n comprobando sus archivos. Igual que han hecho V. S. Naipaul, Jos¨¦ Saramago -que niega haber dicho semejantes disparates sobre las inexistentes novelas de Fernando Pessoa-, J. M. Coetzee, Wilbur Smith, Meir Sgalev, Amos Oz, Elie Wiesel, la abogada iran¨ª y activista Shirin Ebadi...
Otra cosa no, pero Debenedetti es un estajanovista, y tiene buen gusto, olfato y mu?equilla. Demasiada mu?equilla. Grisham, tras leer su entrevista nunca concedida, ha admitido que "no era una mala pieza de ficci¨®n". "La ¨²nica explicaci¨®n que encuentro", ironiza Roth, "es que este misterioso freelance tuviera en mente un plan para vender art¨ªculos atribuyendo a escritores famosos un sentimiento anti-Obama. No s¨¦ qu¨¦ har¨¢ ahora. Seguramente se ha divertido, pero creo que su carrera ha acabado".
Roth, en todo caso, ha declinado emprender v¨ªas legales contra Debenedetti. "Ser¨ªan demasiados viajes a Italia y demasiada obsesi¨®n", explica. Grisham, en cambio, parece inclinado a llevar el caso a los tribunales. El anti-Bartleby italiano, por su parte, ha reaccionado con el mismo desparpajo que sugiere su brillante curr¨ªculo profesional: ha negado haberse inventado nada, ha a?adido que tiene pruebas y cintas que certificar¨¢n su inocencia "en el debido momento". Y se ha manifestado incluso dispuesto a demandar a Roth. Como todo asunto realmente divertido, esto tambi¨¦n tiene su drama dentro. Aparte de la resbaladiza met¨¢fora sobre la decadencia del periodismo, la historia personal de Debenedetti sugiere un homenaje al doctor Freud: pertenece a una familia jud¨ªa romana de muy noble tradici¨®n literaria, es nieto de una gloria nacional del siglo XX, Giacomo Debenedetti, escritor, ensayista y gran cr¨ªtico literario, el primero que entendi¨® en Italia el psicoan¨¢lisis y el talento de Marcel Proust. Y es hijo de Antonio Debenedetti, prestigioso cr¨ªtico de Il Corriere della Sera.
Probablemente su familia estar¨¢ viviendo con hondo pesar la mancha de "un apellido insospechable", como lo ha definido el editor de Libero, Francesco Borgonovo, al justificar el autogol encajado. Pero, al fin y al cabo, un tipo como Debenedetti deber¨ªa ser tratado con ternura. El freelance s¨®lo ha obtenido perjuicios de su compulsiva y megal¨®mana mitoman¨ªa literaria. Il Piccolo le pagaba 20 euros la entrevista, Libero ni siquiera eso -por ese precio, ?qu¨¦ rayos esperaban?-. Como se ve, la vida del colaborador de prensa es cada vez m¨¢s dura. Pero es de justicia admitir que escribir 25 entrevistas con genios y premios Nobel no est¨¢ al alcance de cualquiera. Sobre todo si uno tiene que escribir las preguntas y tambi¨¦n las respuestas.
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