Concierto para 'power point', piano y percusi¨®n
Primero cre¨ªmos que asistir¨ªamos a la representaci¨®n de una pieza de los Ballets Tri¨¢dicos creados por Oskar Schlemmer, bailar¨ªn, pintor, escultor y director del taller de artes esc¨¦nicas de la Bauhaus, la m¨ªtica escuela de Weimar creada por Walter Gropius en 1919 y clausurada por los nazis en 1933. Schlemmer era uno de esos hombres del Renacimiento que, por el desarrollo de su talento en varias disciplinas creativas, proliferaron en la escuela alemana. (No fueron pocas las mujeres de la Bauhaus -Lilly Reich, Gunta St?lzl, Marianne Brandt o Anni Albers eran tambi¨¦n algunas de esas mujeres del Renacimiento-, pero una vez m¨¢s la historia las ha silenciado para que las sillas de la posteridad y de la gloria las ocuparan los hombres aunque las hubieran dise?ado ellas. La m¨¢s famosa de esas sillas, conocida como silla Barcelona, fue dise?ada por la arquitecta Lilly Reich, aunque lo que m¨¢s se repita sobre ella es que fue amante de Mies van der Rohe. Porque la propia Bauhaus no escap¨® al machismo de esa historia tendenciosa).
Schlemmer cre¨® el Ballet Tri¨¢dico inspir¨¢ndose en la tradici¨®n suf¨ª de los derviches
Schlemmer cre¨® el Ballet Tri¨¢dico en 1922 y revolucion¨® el escenario con figuras inspiradas en la danza de tradici¨®n suf¨ª de los derviches, figuras que funcionaban como esculturas vivientes gracias al dise?o geom¨¦trico de sus trajes y a su innovadora realizaci¨®n, y a una composici¨®n in¨¦dita del espacio, lograda a trav¨¦s de un movimiento y una iluminaci¨®n del cuerpo que mezcl¨® hasta el asombro tecnolog¨ªa e imaginaci¨®n. Se estren¨® en Stuttgart y se mantuvo 10 a?os en escena en Berl¨ªn: un ¨¦xito inusitado para una producci¨®n que reflexiona sobre el cuerpo humano, la arquitectura, la sociedad moderna, la industrializaci¨®n, la producci¨®n, los nuevos materiales y hasta los nuevos lenguajes.
Eran otros tiempos, est¨¢ claro: 10 a?os en cartel con semejante propuesta es algo ins¨®lito, impensable en unos tiempos, los nuevos, donde los espect¨¢culos que permanecen m¨¢s tiempo en cartel, fuera de Espa?a, son los musicales Chicago o Los miserables (nada nuevo bajo el sol y ni siquiera bajo la sombra), y en lo que a Madrid respecta, Mamma m¨ªa! o, ci?¨¦ndonos al baile (baile versus ballet), ?Fama, a bailar! (mejor lo dejamos sin comentarios).
Sumidos, en fin, en semejante panorama, aunque, eso s¨ª, puntualmente animados por la XXV edici¨®n del Festival Internacional Madrid en Danza, que nos deleit¨®, por ejemplo, con propuestas como 4 men, Alice, Bach and the deer, de la compa?¨ªa israel¨ª Yossi Berg and Oded Graf Dance Company, nos apuntamos sin dudar a una de las convocatorias lanzadas por el Centro de Arte Reina Sof¨ªa al cumplir unos 20 a?os que, especialmente desde la llegada en 2008 de Manuel Borja-Villel, el primer director elegido por concurso p¨²blico, podr¨ªamos llamar flamantes, al menos en lo que a su po¨¦tica respecta, que quiz¨¢s no sea poco (o acaso s¨ª).
El Reina hab¨ªa anunciado bab¨¹. Oskar Schlemmer y las danzas de la Bauhaus como una actividad paralela a una de sus celebraciones de cumplea?os: la exposici¨®n sobre el artista que se encuentra actualmente en el museo. Pero poco antes de la esperada fecha nos enteramos de que danza, como hab¨ªamos entendido, no iba a ser (aunque el programa, enga?oso, habla de "artes en vivo").
Vaya, qu¨¦ pena, pero aun as¨ª creemos que estar¨¢ bien, pues se tratar¨¢ de una proyecci¨®n, acompa?ada por la interpretaci¨®n en directo de algunas partituras del propio Schlemmer para piano y percusi¨®n. Pero lo que nos encontramos en el Teatro Nouvel es al nieto de Schlemmer (Raman) dando una charla, pobre e inconexa, acompa?ada de un sonrojante power point en el que ni siquiera las traducciones al espa?ol eran correctas ("porque las he hecho yo", se disculp¨® el nieto ante nuestro estupor).
La parte musical del acto fue brillante, en lo que a las partituras respecta y, especialmente, en lo que correspondi¨® a la pianista coreana, pero lo del nieto ten¨ªa el nivel de una presentaci¨®n de colegio, no de Museo Nacional. "Ser¨¢ el impuesto revolucionario que la familia cobra por el dep¨®sito de la obra", coment¨® alguien a la salida. No s¨¦ si estaba en lo cierto, pero parece lo m¨¢s probable.
Me consta que numerosos asistentes se sintieron estafados (encima costaba cuatro euros para quienes no dispon¨ªan de invitaci¨®n): muchos abandonaron el Auditorio en pleno acto, otros, en el intermedio, y las quejas en el facebook del Reina son demoledoras (al dibujante Joaqu¨ªn Secall le debo el inmejorable t¨ªtulo de esta columna: ?el primer concierto para power point de la historia!). Ah, si Schlemmer levantara la cabeza. El abuelo, claro.
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