La civilizaci¨®n del espect¨¢culo
Lima / Madrid 2010
"Las horas han perdido su reloj"
Vicente Huidobro
Este ensayo fue naciendo en los ¨²ltimos a?os sin que yo me diera cuenta, a ra¨ªz de la inc¨®moda sensaci¨®n que sol¨ªa asaltarme a veces visitando exposiciones, asistiendo a algunos espect¨¢culos, viendo ciertas pel¨ªculas, obras de teatro o programas de televisi¨®n, o leyendo ciertos libros, revistas y peri¨®dicos, de que me estaban tomando el pelo y que no ten¨ªa c¨®mo defenderme ante una arrolladora y sutil conspiraci¨®n para hacerme sentir un inculto o un est¨²pido.
Este libro es mi alegato de defensa. Cuando comenc¨¦ a escribirlo descubr¨ª que llevaba tiempo tocando algunos de sus temas de manera fragmentaria en art¨ªculos y pol¨¦micas, y eso explica que cada cap¨ªtulo tenga como colof¨®n unos "antecedentes" que reproducen aquellos textos tal como fueron publicados (con la ocasional correcci¨®n de una errata o una falta de puntuaci¨®n). Pero he utilizado tambi¨¦n, en algunos cap¨ªtulos, partes, a veces muy amplias, de ensayos y charlas, introduciendo en estos textos, all¨ª s¨ª, enmiendas importantes. Pese a todos esos collages creo que el libro es un ensayo org¨¢nico que fui elaborando a lo largo de a?os aguijoneado por un tema inquietante y fascinante: c¨®mo la cultura dentro de la que nos movemos se ha ido frivolizando y banalizando hasta convertirse en algunos casos en un p¨¢lido remedo de lo que nuestros padres y abuelos entend¨ªan por esa palabra. Me parece que tal transformaci¨®n significa un deterioro que nos sume en una creciente confusi¨®n de la que podr¨ªa resultar, a la corta o a la larga, un mundo sin valores est¨¦ticos, en el que las artes y las letras -las humanidades- habr¨ªan pasado a ser poco m¨¢s que formas secundarias del entretenimiento, a la zaga del que proveen al gran p¨²blico los grandes medios audiovisuales, y sin mayor influencia en la vida social. ?sta, resueltamente orientada por consideraciones pragm¨¢ticas, transcurrir¨ªa entonces bajo la direcci¨®n absoluta de los especialistas y los t¨¦cnicos, abocada esencialmente a la satisfacci¨®n de las necesidades materiales y animada por el esp¨ªritu de lucro, motor de la econom¨ªa, valor supremo de la sociedad, medida exclusiva del fracaso y del ¨¦xito, y, por lo mismo, raz¨®n de ser de los destinos individuales.
En el pasado, la cultura fue a menudo una conciencia que imped¨ªa a las personas cultas dar la espalda a la realidad
?sta no es una pesadilla orwelliana sino una realidad perfectamente posible a la que, insensiblemente, se han ido acercando las naciones m¨¢s avanzadas y libres del planeta, las del Occidente democr¨¢tico y liberal, a medida que los fundamentos de la cultura tradicional entraban en bancarrota, se iban desintegrando, y los iban sustituyendo unos embelecos que han ido alejando cada vez m¨¢s del gran p¨²blico las creaciones art¨ªsticas y literarias, las ideas filos¨®ficas, los ideales c¨ªvicos, los valores y, en suma, toda aquella dimensi¨®n espiritual llamada antiguamente la cultura, que, aunque confinada principalmente en una elite, desbordaba en el pasado hacia el conjunto de la sociedad e influ¨ªa en ella d¨¢ndole un sentido a la vida y una raz¨®n de ser a la existencia que trascend¨ªa el mero bienestar material del ciudadano. Nunca hemos vivido como ahora en una ¨¦poca tan rica en conocimientos cient¨ªficos y hallazgos tecnol¨®gicos ni mejor equipada para derrotar la enfermedad, la ignorancia y la pobreza y, sin embargo, acaso nunca hayamos estado tan desconcertados y extraviados respecto a ciertas cuestiones b¨¢sicas como qu¨¦ hacemos aqu¨ª en este astro sin luz propia que nos toc¨®, si la mera supervivencia es el ¨²nico norte que justifica la vida, si palabras como esp¨ªritu, ideales, placer, amor, solidaridad, arte, creaci¨®n, alma, trascendencia, significan algo todav¨ªa, y, si la respuesta es positiva, qu¨¦ es exactamente lo que hay en ellas y qu¨¦ no. Antes, la raz¨®n de ser de la cultura era dar una respuesta a este g¨¦nero de preguntas, pero lo que hoy entendemos por cultura est¨¢ exonerada por completo de semejante responsabilidad, ya que hemos ido haciendo de ella algo mucho m¨¢s superficial y voluble, o una forma de diversi¨®n ligera para el gran p¨²blico o un juego ret¨®rico, esot¨¦rico y oscurantista para grup¨²sculos vanidosos y de espaldas al conjunto de la sociedad.
La idea de progreso es enga?osa. Qui¨¦n, que no fuera un ciego o un fan¨¢tico, podr¨ªa negar que una ¨¦poca en la que los seres humanos pueden viajar a las estrellas, comunicarse al instante salvando todas las distancias gracias al Internet, clonar a los animales y a los humanos, fabricar armas capaces de volatilizar el planeta e ir destruyendo con nuestras prodigiosas invenciones industriales el aire que respiramos, el agua que bebemos y la tierra que nos alimenta, ha alcanzado un desarrollo sin precedentes en la historia de la humanidad. Al mismo tiempo, nunca ha estado menos segura la supervivencia de la especie por los riesgos de una confrontaci¨®n at¨®mica, la locura sanguinaria de los fanatismos religiosos y la erosi¨®n del medio ambiente, y acaso nunca haya habido, junto a las extraordinarias oportunidades y condiciones de vida de que gozan los privilegiados, el contraste de la pavorosa miseria y las atroces condiciones de vida que todav¨ªa padecen, en este mundo tan pr¨®spero, centenares de millones de seres humanos, y no s¨®lo en el llamado Tercer Mundo, tambi¨¦n en enclaves de horror y verg¨¹enza en el seno mismo de las ciudades m¨¢s opulentas del planeta.
En el pasado, la cultura tuvo siempre que ver con esos temas y fue a menudo el mejor llamado de atenci¨®n ante semejantes problemas, una conciencia que imped¨ªa a las personas cultas dar la espalda a la realidad cruda y ruda de su tiempo. Ahora, m¨¢s bien, lo que llamamos cultura es un mecanismo que permite ignorar los asuntos problem¨¢ticos, distraernos de lo que es serio, sumergirnos en un moment¨¢neo "para¨ªso artificial", poco menos que el suced¨¢neo de una calada de marihuana o un jal¨®n de coca, es decir, una peque?a vacaci¨®n de irrealidad.
Todos estos son temas profundos y complejos que no caben en las pretensiones, mucho m¨¢s limitadas, de este libro. ?ste s¨®lo quiere ser un testimonio personal, en el que aquellas cuestiones se refractan en la experiencia de alguien que, desde que descubri¨®, a trav¨¦s de los libros, la aventura espiritual, tuvo siempre por un modelo a aquellas personas cultas, que se mov¨ªan con desenvoltura en el mundo de las ideas y que ten¨ªan m¨¢s o menos claros unos valores est¨¦ticos que les permit¨ªan opinar con seguridad sobre lo que era bueno y malo, original o ep¨ªgono, revolucionario o rutinario, en la literatura, las artes pl¨¢sticas, la filosof¨ªa, la m¨²sica. Muy consciente de las deficiencias de mi formaci¨®n escolar y universitaria, durante toda mi vida he procurado suplir esos vac¨ªos, estudiando, leyendo, visitando museos y galer¨ªas, yendo a bibliotecas, conferencias y conciertos. No hab¨ªa en ello sacrificio alguno. M¨¢s bien, el inmenso placer de ir, poco a poco, descubriendo que se ensanchaba mi horizonte intelectual, que entender a Nietzsche o a Popper, leer a Homero, descifrar el Ulises de Joyce, gustar la poes¨ªa de G¨®ngora, de Baudelaire, de T. S. Eliot, explorar el universo de Goya, de Rembrandt, de Picasso, de Mozart, de Mahler, de Bart¨®k, de Ch¨¦jov, de O'Neil, de Ibsen, de Brecht, enriquec¨ªa extraordinariamente mi fantas¨ªa, mis apetitos y mi sensibilidad.
Hasta que, de pronto, empec¨¦ a sentir que muchos artistas, pensadores y escritores contempor¨¢neos me estaban tomando el pelo. Y que no era un hecho aislado, casual y transitivo, sino un verdadero proceso del que parec¨ªan c¨®mplices, adem¨¢s de ciertos creadores, sus cr¨ªticos, editores, galeristas, productores, y un p¨²blico de papanatas inconscientes a los que aquellos manipulaban a su gusto, haci¨¦ndoles tragar gato por liebre, por razones cremat¨ªsticas a veces y a veces por pura frivolidad.
Quiero dejar sentada mi protesta, por lo que pueda valer, que, lo s¨¦, no ser¨¢ mucho. Hay demasiados intereses de por medio, hel¨¢s. Probablemente, el fen¨®meno que este ensayo describe en unos cuantos apuntes no tenga remedio, porque forma ya parte de una manera de ser, de vivir, de fantasear y de creer de nuestra ¨¦poca, y que lo que este libro a?ora sea polvo y ceniza sin resurrecci¨®n posible. Pero podr¨ªa ser, tambi¨¦n, ya que nada se est¨¢ quieto en el mundo en que vivimos, que ese fen¨®meno, la civilizaci¨®n del espect¨¢culo, perezca sin pena ni gloria, por obra de su propia inanidad y nader¨ªa, y que otro lo reemplace, acaso mejor, acaso peor, en la sociedad del porvenir. Confieso que tengo poca curiosidad por el futuro, en el que, tal como van las cosas, tiendo a descreer. En cambio, me interesa mucho el pasado, y much¨ªsimo el presente, que ser¨ªa incomprensible sin aqu¨¦l. En este presente hay innumerables cosas mejores que las que vieron nuestros ancestros, desde luego: menos dictaduras, m¨¢s democracias, una libertad que alcanza a m¨¢s pa¨ªses y personas que nunca antes, una prosperidad y una educaci¨®n que llegan a muchas m¨¢s gentes que anta?o y unas oportunidades para un gran n¨²mero de seres humanos que jam¨¢s existieron antes, salvo para ¨ªnfimas minor¨ªas.
Pero, en un campo espec¨ªfico, aunque de fronteras vol¨¢tiles, el de la cultura, creo que hemos retrocedido, sin advertirlo ni quererlo, por culpa fundamentalmente de los pa¨ªses m¨¢s cultos, los de la vanguardia del desarrollo, los que marcan las pautas y las metas que poco a poco van contagiando a los que vienen detr¨¢s. Y asimismo creo que una de las consecuencias que podr¨ªa tener la corrupci¨®n de la vida cultural por obra de la frivolidad, podr¨ªa ser que aquellos gigantes, a la larga, revelaran tener unos pies de barro y perdieran su protagonismo y poder, por haber derrochado con tanta ligereza el arma secreta que hizo de ellos lo que han llegado a ser, esa delicada materia que da sentido, contenido y un orden a lo que llamamos civilizaci¨®n.
Juan Dolio, diciembre de 2010.
Mario Vargas Llosa (Arequipa, Per¨², 1936, premio Nobel de Literatura 2010) ha publicado El sue?o del celta (Alfaguara) y prepara La civilizaci¨®n del espect¨¢culo. www.mvargasllosa.com
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