Corre, conejo
A medida que duelen los huesos con los cambios del tiempo y cada vez es m¨¢s complicado eso de cerrar los ojos y que no vuelvan a abrirse hasta siete u ocho horas m¨¢s tarde, ya que la vigilia espanta al sue?o m¨¢s de una vez a lo largo de la noche d¨¢ndote aquella temible "informaci¨®n" de la que hablaba Martin Amis en su novela, consistente en que muchos de los tuyos ya se han ido y a ti cada vez te queda menos tiempo, me agobia lo que antes me ilusionaba. Por ejemplo, cubrir el festival de Cannes, la extenuaci¨®n de estar viendo pel¨ªculas y, sobre todo, opinando de ellas, desde las ocho de la ma?ana a las diez de la noche durante trece d¨ªas.
Pero este a?o, acudir a circo tan espectacular y sofisticado, tiene para m¨ª el encanto del nirvana. Aunque la programaci¨®n fuera fatigosa, la oportunidad de huir de este pa¨ªs en ¨¦poca de elecciones a la prodigiosa luz de la Costa Azul tiene efecto de anticipado nirvana. Percibo sensaci¨®n tan grata cuando veo en la tele a peperos y sociatas rugiendo a los presumibles votantes que no nos dejemos enga?ar por las mentiras del rival, que cada uno de ellos posee la inefable y milagrosa soluci¨®n para arreglar Espa?a. Se agradece que nos prevengan contra nuestra ingenuidad, que den por supuesto que somos gilipollas cuando a los embusteros les puede resultar tan f¨¢cil enga?arnos. Salgo a la calle y veo multitud de carteles con la imagen de la zarzuelera Aguirre y acr¨®sticos que asocian la gloria con su esperanzador mombre. Veo al culturista G¨®mez record¨¢ndonos que ¨¦l representa al hombre com¨²n. ?Y qu¨¦ pasa con los que no queremos o no podemos serlo? Veo a un se?or apellidado Lissavetsky, cuya pinta podr¨ªa haber sido mod¨¦licamente utilizada en pel¨ªculas sobre el KGB o la Stasi, ese en¨¦rgico se?or que milagrosamente aparec¨ªa en casi todas las im¨¢genes de la selecci¨®n espa?ola al ganar el Mundial, asegurando que encarna el gobierno de mi calle. Y acojona un poco saber que cada calle precisa un gobernador. De ah¨ª a que intenten gobernar tu propia casa solo hay un paso. Y me repito: pies ?para qu¨¦ os quiero?
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