Las "ratas" en el b¨²nker
Los episodios del culebr¨®n sangriento sobre la apoteosis y ca¨ªda de Gadafi parecen no tener fin. Tras las esperanzas suscitadas por la r¨¢pida conquista de Tr¨ªpoli, despu¨¦s de cinco meses de estancamiento, el v¨¦rtigo de la victoria y la frustraci¨®n creada por el desvanecimiento del tirano han originado una espiral de violencia dif¨ªcil de controlar. El asalto al b¨²nker de Bab el Azizia, en donde se le supon¨ªa atrincherado despu¨¦s del bombardeo a¨¦reo por la OTAN de la puerta blindada que permit¨ªa acceder a ¨¦l, el d¨ªa a d¨ªa y hora a hora de los informadores nos ha descubierto una serie de im¨¢genes fantasmales y de horrores cuya existencia sospech¨¢bamos, pero el d¨¦spota cuyo ego es superior al planeta y lo rodea como el anillo de Saturno sigue agazapado en el laberinto de t¨²neles que se ramifica a lo largo y a lo ancho de su vasto pa¨ªs.
El serial consagrado a la familia Gadafi supera en suspense al de cualquier canal televisivo de ¨¦xito
Los cap¨ªtulos del serial consagrado a su familia superan en suspense a los de cualquier canal televisivo de ¨¦xito. Se anuncia un d¨ªa la huida, desmentida al punto, de su hija Aisha a Europa; otro, la captura de dos de sus v¨¢stagos, entre ellos el temible Saif el Islam (Espada del Islam), a quien los rebeldes llaman Saif el Sheit¨¢n (Espada de Sat¨¢n), y este reaparece al punto, iluminado por los focos de la televisi¨®n local, en medio de la tiniebla tripolitana para burlarse de la noticia y fanfarronear con los exquisitos modales de su educaci¨®n brit¨¢nica. Ni las madrigueras del b¨²nker de Bab el Azizia ni del barrio de Ab¨² Salim dan con los protagonistas del filme que se podr¨ªa titular All in the Family: las c¨¢maras de Al Yazira descubren tan solo el lujo extravagante de sus moradores y, como el reverso de la medalla, el garaje y las celdas en donde fueron ejecutados sumariamente los opositores antes de la apresurada huida. Por fin, la agencia oficial argelina comunica que Sonia, la esposa, Aisha, la hija, y dos de los hijos varones, An¨ªbal y Mohamed, han cruzado la frontera por el paso de Ghat y se hallan a salvo de sus amados s¨²bditos. El follet¨ªn contin¨²a, no obstante, y el telespectador retiene el aliento al acecho del truculento o ignominioso final.
Por desgracia, los asesinatos con muestras de tortura y cad¨¢veres calcinados de quienes Gadafi llamaba "ratas" han sido seguidos de fusilamientos por parte de los rebeldes de reales o supuestos mercenarios a su sueldo, especialmente en los barrios considerados como bastiones del dictador. La suerte reservada a decenas de africanos -los despreciados hrratin de los beduinos- que hab¨ªan ido a buscarse el pan en Eldorado petrolero libio y a quienes el tirano, a la desesperada, incit¨® a empu?ar las armas, exige una intervenci¨®n r¨¢pida del Consejo Nacional de Transici¨®n para poner coto a estos desmanes si quiere establecer las bases de un futuro Estado de derecho sobre las ruinas de la sociedad libia.
Las revelaciones del arquitecto holand¨¦s que, milagrosamente a salvo en su pa¨ªs (la lecci¨®n de lo acaecido a quienes construyeron las pir¨¢mides de Egipto no cay¨® en saco roto), mantiene a¨²n hoy el anonimato por miedo a los servicios secretos del dictador, agregan al follet¨ªn elementos de ciencia ficci¨®n: t¨²neles y m¨¢s t¨²neles, residencias de lujo al abrigo de los bombardeos, estudios ultramodernos de televisi¨®n. Y conforme el curso de los acontecimientos se acelera las lenguas se desatan: los ingenieros alemanes que trabajaron en la fara¨®nica empresa del Gran R¨ªo que deb¨ªa abastecer a partir de los acu¨ªferos de Hasuna a las ciudades costeras, hablan de centenares de kil¨®metros de canales y carreteras subterr¨¢neos aptos para encubrir la huida del l¨ªder y conducirle a algunos de sus recintos palaciegos del inmenso territorio de Fezz¨¢n, que se extiende de Sabha a la frontera argelina. Aunque invisible en lo hondo de su laberinto, su voz no se apaga. Relevado a veces por alguno de sus hijos, alterna pat¨¦ticas promesas de negociaci¨®n para una transici¨®n democr¨¢tica con las reiteradas exhortaciones a liquidar a "las ratas, cruzados e infieles" de acuerdo con el lema "Al¨¢, Muamar, Libia y nada m¨¢s".
Pero las cosas han cambiado desde hace medio a?o. Las "ratas" aprietan el cerco a su guarida con la esperanza de capturar vivo o muerto a aquel a quien aplican ya el mismo sustantivo insultante con el que les denigr¨® a ellos.
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