Chile quiere m¨¢s
Por las calles de Santiago y de las principales ciudades de Chile, desde hace meses la gente marcha. El caso de los estudiantes ya es conocido en el mundo entero. ?Qu¨¦ piden? En resumidas cuentas, que la educaci¨®n sea m¨¢s justa, menos discriminatoria, cohesionante y no otra eficaz herramienta de segregaci¨®n. Esto encierra, en el fondo, la demanda por educaci¨®n de calidad para todos. ?ltimamente se ha focalizado la reclamaci¨®n en educaci¨®n p¨²blica gratuita, aunque, a decir verdad, era m¨¢s poderosa y amplia su consigna anterior: fin al lucro.
Durante los ¨²ltimos 20 a?os, econ¨®micamente Chile ha crecido mucho. La pobreza que conoc¨ªamos a fines de los ochenta, cuesta encontrarla hoy d¨ªa. Esa pobreza ha sido sustituida por familias que poseen bienes que procuran confort, y deudas que inquietan. El mercado lleg¨® a muchos, hasta entonces, proletarios. Se crearon universidades para pobres, las grandes tiendas expandieron el cr¨¦dito, la seguridad social se convirti¨® en un negocio de privados y capitalizaci¨®n individual, y lo mismo la salud. El Estado perdi¨® su prestigio aglutinante. Junto con el dinero, lleg¨® un nuevo tipo de inseguridad. La percepci¨®n de que los grandes abusan sin contrapeso y sin que uno pueda defenderse est¨¢ difundida entre los chilenos. Grupos econ¨®micos contados con los dedos de una mano concentran cerca del 80% de la riqueza del pa¨ªs.
La sociedad reclama respeto y no teme poner a prueba la democracia pidiendo m¨¢s igualdad
El poder pol¨ªtico, por su parte, tambi¨¦n se halla encapsulado. Se hicieron cargo de la reconstrucci¨®n democr¨¢tica los mismos que vivieron su destrucci¨®n el a?o 1973. Salvo las infaltables excepciones, los Gobiernos de la Concertaci¨®n estuvieron en manos de esa camada. Esos Gobiernos, hay que decirlo, fueron exitosos en m¨²ltiples aspectos, aunque sean precisamente algunas de sus opciones centrales las que est¨¦n siendo discutidas. M¨¢s que malestar lo que se percibe en Chile es la demanda de un paso adelante en un proceso que no creo que sea atrevido llamar civilizatorio. La l¨®gica del chorreo de riqueza ya no alcanza a satisfacer las necesidades de una sociedad que quiere participar, que reclama respeto y que no teme poner a prueba la democracia pidiendo mayores niveles de igualdad.
La reclamaci¨®n de estas aspiraciones ha sido bastante repentina. Ven¨ªa mostrando s¨ªntomas, pero incluso durante la ¨²ltima elecci¨®n presidencial estos temas no tuvieron mayor presencia. Un porcentaje inmenso de chilenos no vota y el sistema electoral que lleva a repartir toda la representatividad en dos bloques ha dejado de reflejar el sentir de los ciudadanos.
Antes que los estudiantes, que ya llevan ciento treinta y tantas marchas, varias multitudinarias, lo hicieron decenas de miles en contra de la megacentral hidroel¨¦ctrica que Endesa y Colb¨²n tienen proyectado construir en La Patagonia. El movimiento por los derechos de los homosexuales acaba de congregar el fin de semana pasado a cerca de 15.000 personas. Este lunes, a prop¨®sito del D¨ªa de la Raza (que nombre m¨¢s brutal para el Descubrimiento de Am¨¦rica), varios miles se tomaron el centro de la capital apoyando la causa mapuche. No se trata de un proceso revolucionario. Con esa caricatura se carga de ¨¦pica y resta sensatez a los acontecimientos en curso.
Son las generaciones sin trauma, los hijos de unos padres endeudados (y esos mismos padres agobiados), los que no temen golpes militares, hartos de formar parte de un pa¨ªs como invitados, quienes est¨¢n pronunci¨¢ndose. La preponderancia de lo individual est¨¢ d¨¢ndole paso a la preocupaci¨®n por lo colectivo. Lo que la gente reclama por las calles es m¨¢s y mejor democracia.
Est¨¢ por verse c¨®mo se las arregla el actual Gobierno de derecha con semejante repertorio. Por el momento, dista mucho de sacar aplausos.
Patricio Fern¨¢ndez es periodista chileno y autor del blog Lejos de todo (http://blogs.elpais.com/lejos-de-todo).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.