?Quieren provocar otra depresi¨®n?
Hace a?os dec¨ªa que no ser¨ªa posible que se repitieran los errores de la crisis de 1929. Me equivocaba
En los primeros momentos de la actual crisis econ¨®mica, sol¨ªa incluir en mis discursos una l¨ªnea que a veces provocaba aplausos, generalmente risas y que siempre daba a los oyentes motivos para el optimismo. Dec¨ªa que vista la experiencia de Europa y Estados Unidos en la d¨¦cada de 1930, hoy las autoridades no cometer¨ªan los mismos errores que sus predecesores durante la Gran Depresi¨®n. Esta vez cometer¨ªan errores diferentes y (ojal¨¢) no tantos como entonces.
Por desgracia, mi predicci¨®n result¨® errada. Los funcionarios de la eurozona no s¨®lo insistieron en repetir las torpezas de los a?os treinta, sino que parecen decididos a hacerlo en forma m¨¢s brutal, m¨¢s exagerada y m¨¢s amplia. Eso no me lo esperaba.
Cuando en 2010 estall¨® la crisis de deuda griega, me pareci¨® que las lecciones de la historia eran tan obvias que la soluci¨®n se hallar¨ªa f¨¢cilmente. La l¨®gica estaba clara. Si Grecia no fuera miembro de la eurozona, su mejor opci¨®n habr¨ªa sido entrar en suspensi¨®n de pagos, reestructurar la deuda y depreciar su moneda. Pero como la Uni¨®n Europea no quer¨ªa que Grecia abandonara el euro (hubiera sido un gran retroceso para el proyecto pol¨ªtico europeo) se le ofrecer¨ªa ayuda, apoyo, quita de deuda y asistencia con los pagos en cantidad suficiente para compensar cualquier ventaja que pudiera obtener saliendo de la uni¨®n monetaria.
En cambio, los acreedores de Grecia optaron por apretarles las tuercas. Por eso es probable que hoy Grecia est¨¦ en una situaci¨®n mucho peor que si hubiera abandonado el euro en 2010. El caso griego sirve de contrapartida al de Islandia, que en 2008 se sumergi¨® en una crisis financiera. Mientras Grecia sigue empantanada en la depresi¨®n, Islandia (que no est¨¢ en la eurozona) est¨¢ b¨¢sicamente recuperada.
Claro que, como se?al¨® en 2007 el economista estadounidense Barry Eichengreen, hay motivos t¨¦cnicos por los que salir de la eurozona es dif¨ªcil, costoso y arriesgado. Pero eso es una sola cara de la moneda.
Usando Islandia como comparaci¨®n, el costo que supone a Grecia no salir de la eurozona es equivalente al 75% del PIB de un a?o (y en ascenso). Se me hace dif¨ªcil creer que si Grecia hubiera abandonado el euro en 2010, el efecto econ¨®mico hubiera llegado siquiera a la cuarta parte de eso. Adem¨¢s, me parece igualmente improbable que el impacto inmediato de salir de la eurozona hoy sea mayor que el coste a largo plazo de quedarse, dada la insistencia de los acreedores de Grecia en la austeridad.
Esa insistencia es reflejo del apego de los funcionarios de la UE (especialmente en Alemania) a un marco conceptual que los llev¨® una y otra vez a subestimar la gravedad de la situaci¨®n y recomendar pol¨ªticas que empeoraron las cosas.
En mayo de 2010, el PIB de Grecia registr¨® una ca¨ªda interanual del 4%. La UE y el Banco Central Europeo predijeron que el primer programa de rescate reducir¨ªa el PIB griego otro 3% por debajo de los niveles de 2010, antes de que la econom¨ªa comenzara a recuperarse en 2012.
Pero en marzo de 2012 se impuso otra realidad. El PIB iba camino de ser un 12% inferior a 2010, y se implement¨® un segundo programa. A fin de a?o, hab¨ªa ca¨ªdo un 17% por debajo de 2010. Hoy est¨¢ un 25% por debajo del nivel de 2009. Y aunque algunos predicen una recuperaci¨®n en 2016, no veo que haya ning¨²n an¨¢lisis de la demanda potencial que justifique ese escenario.
La principal raz¨®n por la que las proyecciones erraron tanto es que sus autores subestimaron una y otra vez el impacto del gasto p¨²blico en la econom¨ªa, especialmente en una situaci¨®n de tipos de inter¨¦s cercanos a cero. Y la evidente incapacidad de las medidas de austeridad para reiniciar la econom¨ªa en Grecia o el resto de la eurozona no bast¨® para que las autoridades repensaran la estrategia.
En cambio, parece que est¨¢n redoblando la apuesta, con la teor¨ªa de que cuanto m¨¢s profunda la crisis, m¨¢s impulso habr¨¢ para las reformas estructurales. La idea es que estas son necesarias para fortalecer el crecimiento a largo plazo, y que sieste tarda en aparecer, es porque las reformas eran a¨²n m¨¢s necesarias de lo que se pensaba.
Lamentablemente, es la misma historia de la d¨¦cada de 1930. Como se?ala el comentarista estadounidense Matthew Yglesias, aunque en aquel momento los principales partidos europeos de centroizquierda se dieron cuenta de que las medidas aplicadas no funcionaban, no propusieron alternativas. ¡°Se dej¨® a otros partidos con peores intenciones (Hitler, por ejemplo) entrar en escena y decir que si las reglas del juego llevaban a largos per¨ªodos de desempleo masivo, entonces hab¨ªa que cambiarlas¡±.
Hoy, a?ade Yglesias, los pol¨ªticos europeos de centroizquierda ¡°no tienen ni una estrategia para cambiar las reglas de juego ni agallas para patear el tablero¡±. Por ello impera la austeridad, y las voces discordantes son las de populistas como Marine Le Pen en Francia o Beppe Grillo en Italia, cuyas propuestas econ¨®micas prometen ser a¨²n m¨¢s ineficaces.
Yo cre¨ªa que ser¨ªamos capaces de aprender del pasado, y que la Gran Depresi¨®n fue suficientemente importante en la historia europea para que las autoridades no repitieran los mismos errores. Y sin embargo, por ahora es precisamente lo que parece estar ocurriendo.
J. Bradford DeLong es profesor de Econom¨ªa en la Universidad de California en Berkeley e investigador asociado en la Oficina Nacional de Investigaciones Econ¨®micas de los Estados Unidos.
? Project Syndicate, 2015.
Traducci¨®n de Esteban Flamini.
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