La tragedia de Ben Bernanke
La Fed imprimi¨® mucho dinero para aliviar la crisis pero no se ha restablecido la plena prosperidad
Resulta dif¨ªcil leer el nuevo libro de memorias del expresidente de la Reserva Federal de EE UU Ben Bernanke, The Courage to Act (El coraje para actuar), sin verlo como una tragedia. Es la historia de un hombre que tal vez haya sido la persona mejor preparada del mundo para el trabajo del que deb¨ªa ocuparse, pero que se vio r¨¢pidamente superado por los desaf¨ªos y nunca logr¨® recuperar el terreno perdido.
Es un gran m¨¦rito de Bernanke que el shock de 2007-2008 no haya dado lugar a otra Gran Depresi¨®n, pero su respuesta en el periodo subsiguiente result¨® inesperadamente decepcionante. En 2000, Bernanke sostuvo que un banco central con voluntad suficiente ¡°siempre¡± podr¨ªa ¡ªal menos, en el mediano plazo¡ª recuperar la plena prosperidad a trav¨¦s de la expansi¨®n cuantitativa. Si un banco central imprime dinero y compra activos financieros a escala suficiente, la gente comenzar¨¢ a aumentar su gasto. Incluso si la gente cree que solo una fracci¨®n de la expansi¨®n cuantitativa ser¨¢ permanente, e incluso si el incentivo a gastar es bajo, el banco central puede volver a poner en marcha la econom¨ªa.
Al final, sin embargo, Bernanke no logr¨® su cometido. Aun cuando la Fed y muchos otros bancos centrales imprimieron mucho m¨¢s dinero del que los economistas hubieran cre¨ªdo necesario para contrarrestar el impacto de la crisis financiera, a¨²n no se ha restablecido la plena prosperidad. Bernanke quintuplic¨® la base monetaria estadounidense: de 800.000 millones de d¨®lares a 4 billones, pero no fue suficiente. Luego le falt¨® ?coraje para dar el siguiente salto: m¨¢s que duplicar la base monetaria, para llevarla a 9 billones de d¨®lares. En sus ¨²ltimos a?os en el cargo, el accionar de Bernanke qued¨® reducido a suplicar en vano al Congreso que instituyera la expansi¨®n fiscal.
?Qu¨¦ fall¨® entonces? La respuesta, como ocurre a menudo, depende del economista a quien se le pregunte. Si entiendo correctamente a Bernanke, sostendr¨¢ que no fall¨® nada fundamental y que un exceso de ahorro temporal prolong¨® artificialmente el tiempo necesario para que la expansi¨®n monetaria agresiva logre recuperar la plena prosperidad. Los fondos soberanos de inversi¨®n patrimonial aversos al riesgo, los millonarios de los mercados emergentes que dejan su dinero en EE UU y Europa, y los Gobiernos que buscan garantizar el margen de acci¨®n han empujado los tipos de inter¨¦s de plena prosperidad sustancialmente a la baja y prolongaron el tiempo necesario para que se disipen los shocks.
Kenneth Rogoff, de la Universidad de Harvard, lo entiende de manera diferente: el error fundamental de Bernanke fue limitarse excesivamente a la oferta monetaria. Seg¨²n modelos econ¨®micos simples, cuando el mercado monetario se encuentra en un equilibrio de plena prosperidad, el mercado de deuda tambi¨¦n lo est¨¢. Pero en el mundo real pudo haber sido m¨¢s eficaz para los Gobiernos recomprar deudas riesgosas e inducir a los prestamistas a aceptar las p¨¦rdidas. Esto, m¨¢s que una pol¨ªtica monetaria flexible, hubiera impulsado el gasto privado y recuperado r¨¢pidamente la plena prosperidad.
Otros arg¨¹¨ªan que la pol¨ªtica monetaria hubiera sido suficiente si tan solo la Fed se hubiera comprometido con una meta inflacionaria anual superior al 2% y hubiera prometido implementar toda la expansi¨®n cuantitativa necesaria para lograrla. Esta simple promesa, si se le daba credibilidad, hubiese sido mucho m¨¢s eficaz que cantidades mucho mayores de expansi¨®n cuantitativa.
Finalmente, hay una cuarta opini¨®n, prominentemente defendida por Larry Summers y Paul Krugman. Ellos sostienen que poca evidencia indica que la pol¨ªtica monetaria lograr¨¢ recuperar la plena prosperidad. Seg¨²n esta postura, el sue?o de Milton Friedman de usar intervenciones monetarias estrat¨¦gicas para contrarrestar los shocks econ¨®micos contin¨²a siendo tan solo eso: un sue?o. Fue la situaci¨®n ¨²nica en Europa y EE UU durante el ¨²ltimo medio siglo ¡ªprincipalmente, el r¨¢pido crecimiento demogr¨¢fico y de la productividad¡ª lo que ayud¨® a que sus ideas parecieran plausibles. Krugman lo dice de la siguiente manera: ¡°Si nadie cree que la inflaci¨®n va a aumentar, no lo har¨¢¡±. ¡°La ¨²nica forma en que podemos estar seguros de aumentar la inflaci¨®n es acompa?ar un cambio del r¨¦gimen monetario con un estallido de est¨ªmulo fiscal¡±.
No s¨¦ cu¨¢l de estas posturas es la correcta, pero creo que esta discusi¨®n es el debate m¨¢s importante en el campo de la macroeconom¨ªa desde que John Maynard Keynes batall¨® con preguntas similares en la d¨¦cada de 1930. Para Keynes, la respuesta estaba clara y era cercana a lo que sostienen Summers y Krugman; de hecho, sus conclusiones lo transformaron de monetarista en keynesiano.
¡°Parece improbable que la influencia de la pol¨ªtica [monetaria] sobre el tipo de inter¨¦s sea suficiente por s¨ª misma¡±, escribi¨® Keynes en 1936. ¡°Considero, por lo tanto, que una socializaci¨®n relativamente completa de la inversi¨®n ser¨¢ la ¨²nica forma de garantizar una aproximaci¨®n al pleno empleo¡±. Son palabras que vale la pena considerar la pr¨®xima vez que necesitemos coraje para actuar.
J. Bradford DeLong es profesor de Econom¨ªa en la Universidad de California en Berkeley e investigador asociado en la Oficina Nacional de Investigaciones Econ¨®micas.
Copyright: Project Syndicate, 2015.
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