Reinventarse o sucumbir a la crisis: ¡°No puedo desaprovechar la oportunidad¡±
La pandemia ha obligado a un buen n¨²mero de trabajadores y empresas a adaptar su actividad en lo que puede ser solo el comienzo de transformaciones de mayor calado. Estas son seis de sus historias
Cada cierto tiempo, un nuevo estudio avisa de que un tanto por ciento de los trabajos actuales no existir¨¢ en el futuro. Como consuelo, aparece la promesa de una oleada de profesiones, hoy desconocidas, que traer¨¢ la tecnolog¨ªa del ma?ana. Van asociadas a nombres que hasta hace poco sonaban a ciencia-ficci¨®n: inteligencia artificial, Internet de las cosas, big data, blockchain, rob¨®tica o la nube. Un informe del Foro Econ¨®mico Mundial de finales de 2018 cifraba en 75 millones los puestos de trabajo que pod¨ªan desaparecer hasta 2022, desplazados por el cambio en la divisi¨®n del trabajo entre humanos, m¨¢quinas y algoritmos ¡ªdesde empleados de f¨¢bricas a personal de servicio al cliente¡ª, aunque esperaba la irrupci¨®n de 133 millones de nuevos puestos de trabajo en ese tiempo ¡ªcon los especialistas en tecnolog¨ªa y datos a la cabeza¡ª.
Los analistas coinciden en que la pandemia se ha inmiscuido en ese destino actuando como un acelerador tecnol¨®gico. Pero ha introducido ciertas variantes. M¨¢s digitalizaci¨®n, m¨¢s empleo medioambiental y m¨¢s oportunidades de negocio en el ¨¢mbito sanitario para que la vida o la muerte de un enfermo en Madrid, Roma o Par¨ªs nunca m¨¢s vuelva a depender de la velocidad a la que se carga un avi¨®n en Pek¨ªn.
Expertos como la catedr¨¢tica de Berkeley Ulrike Malmendier creen que la transformaci¨®n del mercado laboral no ser¨¢ solo unidireccional, impuesta desde las instituciones, sino que tambi¨¦n habr¨¢ movimientos de abajo arriba: las secuelas psicol¨®gicas de ver la fragilidad del sector hotelero, de viajes o la restauraci¨®n puede condicionar las elecciones laborales futuras e incentivar las opciones de m¨¢s futuro.
Si la burbuja inmobiliaria fue el Pearl Harbour de la construcci¨®n, la pandemia lo est¨¢ siendo para la hosteler¨ªa. El Banco de Espa?a calcula que casi un tercio de las firmas dedicadas al sector pueden acabar siendo insolventes si la recuperaci¨®n se retrasa. Los turistas volver¨¢n, pero el trauma de ver c¨®mo la hiperdependencia de la barra y la terraza ha convertido a Espa?a en uno de los pa¨ªses del mundo m¨¢s golpeados por la crisis deja como legado un debate sobre hasta qu¨¦ punto es bueno colocar tantas fichas en un solo sector.
La llegada de los fondos europeos en 2021 puede asfaltar el camino para una diversificaci¨®n del modelo productivo hacia la econom¨ªa verde y digital. El viaje del garaje al cielo de los gigantes tecnol¨®gicos estadounidenses no habr¨ªa sido posible sin un entorno de inversi¨®n que apoyara esas ideas incipientes. En el caso de Espa?a, con las peores tasas de empleo juvenil del continente, el camino empieza en la formaci¨®n. Un informe del FMI publicado hace tres semanas llamaba a empresas y universidades a coordinarse mejor para desarrollar planes de estudio enfocados en la nueva realidad laboral.
Como se puede apreciar en este pu?ado de historias, entre la disyuntiva de reciclarse o morir, hay empresas y trabajadores que ya han aprovechado la pandemia para mudar de piel.
Una f¨¢brica de plantillas reconvertida en muro contra el virus
ARNEPLANT | Arnedo (La Rioja)
¡°O hacemos un ERTE o contratamos a 160 personas¡±. Alfonso Ruiz, gerente de Arneplant, una firma de Arnedo (La Rioja), que se dedica a la fabricaci¨®n de plantillas transpirables para el calzado, recuerda el dilema al que se enfrentaron el pasado 15 de abril. Todo depend¨ªa de que les homologaran una mascarilla para uso m¨¦dico que hab¨ªan fabricado con un dise?o propio, empleando la misma maquinaria con la que fabricaban las suelas, y con la fuerza laboral de 40 empleados que hasta entonces hac¨ªan otra cosa. ¡°Nos la homologaron¡±, relata con un suspiro de tranquilidad. Y empezaron la carrera.
Contrataron a 160 personas cuando debido a los confinamientos ¡ªy al desplome de su mercado¡ª estaban a punto de hacer un ERTE, y comenzaron a fabricar 50.000, 100.000, y finalmente 200.000 mascarillas diarias, ayudando al sistema sanitario de La Rioja, y de las comunidades circundantes con el suministro de mascarillas, pantallas de vinilo y batas para los equipos EPI. Se tuvieron que reinventar en el peor de los escenarios posibles, en medio de una crisis sanitaria y con gran parte de los mercados de proveedores cerrados o secuestrados. ¡°Adem¨¢s lo hicimos con un producto que era casi cuatro veces m¨¢s barato del que por aquellas fechas hab¨ªa en el mercado¡±, explica Alfonso Ruiz.
Pero ese no fue el ¨²nico ¨¦xito de Arneplant, y tampoco el inicio del reto empresarial m¨¢s importante al que se han enfrentado en muchos a?os. ¡°El 20 de marzo, viernes, nos visitaron del Gobierno de La Rioja con un mensaje dram¨¢tico. El sistema sanitario se quedaba sin trajes de protecci¨®n EPI en tres d¨ªas¡±, recuerda. Ese fin de semana movilizaron a m¨¢s de 30 empresas de Arnedo para buscar materia prima, y a otras 350 personas confinadas. ¡°Nosotros cortamos batas y toda esa gente en su casa las cosi¨®¡±, cuenta Alfonso, casi emocionado. ¡°En un fin de semana de infarto entregamos 7.000 batas al personal sanitario¡±. Les pas¨® lo mismo con las pantallas de vinilo. ¡°Tuvimos una idea genial¡±, recuerda. La probaron un viernes, les dijeron que adelante, y ese mismo lunes empezaron a fabricar 30.000 al d¨ªa ¡°que nos pidieron de todos lados¡±. / PEDRO GOROSPE
Volver a estudiar para un mundo tecnol¨®gico
MARI CARMEN HORCAS | Mijas (M¨¢laga)
Una mala noticia puede ser, a veces, la mejor de las noticias. Semanas antes de que la pandemia estallara, a los due?os del bar Doble sabor, regentado en Fuengirola (M¨¢laga) por la familia de Mari Carmen Horcas, les subieron el precio del alquiler. Tras hacer cuentas, decidieron que no merec¨ªa la pena seguir. ¡°Tuvimos suerte, porque otros en nuestra situaci¨®n se han endeudado o han tenido que pedir ERTE. Nosotros tramitamos el desempleo antes de que colapsara el sistema¡±, explica Horcas.
Pese a haber estudiado Publicidad y Relaciones P¨²blicas y contar con un m¨¢ster en comunicaci¨®n corporativa, los ¨²ltimos siete a?os de esta joven malague?a han sido un largo paseo de la barra a la mesa. Como tantos otros j¨®venes sobradamente preparados, no encontr¨® hueco en el mercado laboral, por lo que se conform¨® con sumarse al negocio familiar. Servir la que, dice, era una de las mejores tartas de zanahoria de la Costa del Sol no le llenaba. ¡°Era un trabajo donde no me sent¨ªa realizada, una rutina¡±, recuerda.
Cerrado el bar y con la pandemia en su apogeo, decidi¨® darse una nueva oportunidad y regresar al mundo acad¨¦mico para cursar un m¨¢ster semipresencial de m¨¢rketing y comunicaci¨®n digital en ESESA. Una vez superada la incertidumbre sobre c¨®mo pagarlo gracias a facilidades por parte de la escuela de negocios, las sensaciones de volver a estudiar a los 32 a?os fueron un tanto extra?as. ¡°Al principio me sent¨ªa una de las mayores de la clase, hab¨ªa pasado una d¨¦cada desde que me licenci¨¦, y la comunicaci¨®n avanza muy r¨¢pido, te puedes quedar obsoleta¡±.
Ya metida en la vor¨¢gine diaria, esta lectora voraz de novelas y fan¨¢tica del crossfit en el box La muralla, cree que ha tomado el camino correcto. ¡°Con el confinamiento, el mundo se ha vuelto mucho m¨¢s digital. No puedo desaprovechar la oportunidad. Me encantar¨ªa trabajar como redactora publicitaria, en comercio electr¨®nico o redes sociales¡±.
Carpas contra la saturaci¨®n sanitaria
CARPA 10 | Madrid
Antes del virus, la empresa Carpa 10 estaba acostumbrada a crear espacios para actos m¨¢s bien festivos: de la noche a la ma?ana, levantaban carpas para conciertos, bodas, inauguraciones o juntas de accionistas en las que los canap¨¦s volaban de las bandejas de catering. Incluso para usos deportivos o militares. De repente, la gente dej¨® de casarse, los m¨²sicos de tocar y las empresas de hacer actos presenciales. Hab¨ªa llegado una pandemia. Los ingresos se desplomaron, Carpa 10, de 25 empleados, plante¨® un ERTE, pero no se sent¨® a esperar de brazos cruzados a que la cosa mejorara. Observaron una acuciante necesidad por cubrir derivada de la delicada situaci¨®n sanitaria: la falta espacio en los hospitales.
Env¨ªaron informaci¨®n a los centros sanitarios y r¨¢pidamente obtuvieron respuesta. Habilitaron nuevos espacios en un tanatorio, montaron un hospital de campa?a de 60 camas en Fuenlabrada y otro en el Hospital Universitario HM Sanchinarro de Madrid. Las carpas que antes serv¨ªan para las emotivas ceremonias del s¨ª, quiero, se adaptan al signo de los tiempos y ahora se preparan para hacer test, aislar pacientes con coronavirus y contar con salas de espera. ¡°Tuvimos que reinventarnos. Detectamos r¨¢pidamente que el negocio de eventos iba a parar¡±, explica por tel¨¦fono Pedro S¨¢nchez, director comercial y de marketing de Carpa 10.
Anticip¨¢ndose a lo que est¨¢ por venir, desde la empresa ya han previsto la posibilidad de que se permita a las farmacias realizar pruebas serol¨®gicas para detectar el virus, y est¨¢n ofreciendo colocar sus carpas a aquellas que tengan una esquina grande o una plaza delante.
Sus precios y nivel de sofisticaci¨®n var¨ªan mucho. Desde los 200 euros de las m¨¢s peque?as hasta una grande de 50.000 euros para un hospital de campa?a con suelo, puertas, cerramiento, renovaci¨®n de aire e iluminaci¨®n.
De la recepci¨®n de un hotel a escribir una novela
ANTONIO MART?NEZ | Antequera (M¨¢laga)
Antonio Mart¨ªnez vive desde hace unos meses en un mundo nuevo de fantas¨ªa, magia y personajes fascinantes. Es un lugar donde ocurren misteriosas desapariciones ligadas con la llegada de una extra?a niebla. Ah¨ª se mueve a diario, pr¨¢cticamente todo el d¨ªa, mientras golpea con constancia el teclado de su ordenador. A sus 31 a?os, prepara la que espera sea su primera novela. Llevaba a?os rumiando el proyecto, pero nunca hab¨ªa conseguido tiempo para arrancarla. ¡°Ahora tengo la historia completamente desarrollada y llevo m¨¢s de la mitad del libro escrito¡±, dice orgulloso desde Antequera (M¨¢laga), un municipio de poco m¨¢s de 40.000 habitantes donde vive junto a su pareja y su madre en una casa en el campo.
Hace apenas unos meses, su vida era diferente. Resid¨ªa con su chica, Blanca Gallardo, en un apartamento en Fuengirola. All¨ª trabajaba como recepcionista en el hotel Fuengirola Park, un complejo con m¨¢s de 500 habitaciones. ¡°Estaba muy contento, nos gustaba mucho la vida que ten¨ªamos all¨ª¡±, cuenta el joven antequerano. La pandemia lleg¨® y, con ella, el confinamiento, restricciones y cuarentenas, que alejaron el turismo de la Costa del Sol. El establecimiento cerr¨® y Antonio qued¨® en el paro. La situaci¨®n fue in¨¦dita para ¨¦l ¡ªencontr¨® empleo solo 15 d¨ªas despu¨¦s de acabar sus estudios de Turismo¡ª, pero lejos de agobiarse, busc¨® un nuevo proyecto.
Volvi¨® a su localidad natal. Y pens¨® que era el momento de lanzarse a hacer lo que le m¨¢s le apetec¨ªa. ¡°Esta pandemia nos ha ense?ado que no hay tiempo que perder¡±, subraya. Lector ¨¢vido, hab¨ªa ido apuntado ideas y perfiles de personajes en una vieja libreta. As¨ª que la sac¨®, empez¨® a moldear una historia y ahora pasa ma?ana y tarde escribiendo entre campos de cultivo. ¡°S¨¦ que es complicado que la publiquen, pero me encantar¨ªa vivir de la literatura: es mi pasi¨®n¡±, dice Mart¨ªnez, que cree que el turismo volver¨¢ en cuanto la poblaci¨®n tenga su vacuna. En el hotel, que prev¨¦ abrir de nuevo cuando la situaci¨®n lo permita, tendr¨¢ su red de seguridad laboral si la aventura literaria acaba sin ¨¦xito. ¡°A ver c¨®mo sale el futuro¡±, sentencia. / NACHO S?NCHEZ
Una fruter¨ªa sin ERTE gracias a Internet
JUAN G?MEZ SELECCI?N | Madrid
La familia G¨®mez consigui¨® salvar el a?o sin reducir personal gracias a las nuevas tecnolog¨ªas. Pas¨® de vender frutas y verduras en mercadillos ambulantes de los alrededores de Madrid a despachar cientos de pedidos de toda Espa?a a trav¨¦s de su web. ¡°Durante las primeras semanas de la pandemia vend¨ªamos tanto que nos quedamos sin patatas ni cebollas. No nos hab¨ªa pasado nunca¡±, asegura Carlos G¨®mez. La fiebre, sin embargo, fue moment¨¢nea, y se apag¨® tras el primer estado de alarma. ¡°A medida que volvi¨® la normalidad, cayeron las ventas de la web¡±.
Este milagro fugaz sirvi¨® a Carlos y a su padre Juan para mantener a los cuatro trabajadores en plantilla. ¡°Vend¨ªamos menos que en la calle, pero nos daba para sobrevivir y no mandar a nadie al ERTE¡±, explica Carlos.
Otros compa?eros de los mercadillos, sin presencia en la Red, no corrieron la misma suerte. ¡°Hay gente que lo est¨¢ pasando muy mal. Dejamos de trabajar de un d¨ªa para otro, con las c¨¢maras y los camiones llenos¡±. Adem¨¢s, la vuelta de la venta ambulante ha sido parcial en muchos municipios, en los que, para respetar las distancias de seguridad, se ha reducido el n¨²mero de puestos y los vendedores se turnan para trabajar cada dos semanas.
A sus 35 a?os, Carlos es la nueva generaci¨®n de una familia que se inici¨® en el mundo ambulante hace cuatro d¨¦cadas. Tras estudiar empresariales, decidi¨® aplicar lo aprendido, y hace dos a?os abri¨® una p¨¢gina web para aumentar las ventas, pero hasta este a?o no hab¨ªa terminado de cuajar. Pese a haber actuado de salvavidas en momentos complicados, no tiene claro si la v¨ªa digital acabar¨¢ funcionando en tiempos de normalidad. ¡°La venta de fruta necesita del cara a cara. La venta por Internet ha vuelto a caer, aunque poco a poco va ganando terreno¡±.
De montar eventos a la educaci¨®n medioambiental
INNA GLOBAL | Moraleja de Enmedio (Madrid)
¡°Desde el 10 de marzo hasta hoy, hemos facturado lo mismo que en un solo d¨ªa antes de la pandemia¡±. As¨ª de gr¨¢fica es la situaci¨®n de Jos¨¦ Luis Garc¨ªa y Juan Carlos Garc¨ªa, dos empresarios de Moraleja de Enmedio, en Madrid. Su empresa, Abania, se dedicaba a montar todo tipo de eventos, pero su fuerte eran los enfocados a los m¨¢s peque?os: castillos hinchables, animaci¨®n, talleres, fiestas populares¡ pero todo eso se vino abajo en marzo.
Ahora han apostado por adaptarse a los nuevos tiempos. ¡°Decidimos darle una vuelta y hacer algo educativo de cara al futuro, vincular los eventos al tema del medio ambiente¡±, cuentan desde su oficina. Bajo un nuevo nombre, Inna Global, han reinventado sus talleres para combinar el entretenimiento con la educaci¨®n ambiental, y pretenden llevar la idea a colegios y campamentos de verano. Como a¨²n es pronto para materializar el proyecto debido a las restricciones, han montado un negocio temporal de venta de geles hidroalcoh¨®licos, mascarillas y m¨¢quinas de ozono, y hacen de enlace entre farmac¨¦uticas y empresas que quieren comprar material sanitario. ¡°Es un parche para tener algo que d¨¦ ingresos, pero no nos apasiona¡±, reconocen.
Atr¨¢s han dejado buena parte de lo que hab¨ªan levantado en los ¨²ltimos ocho a?os. Del medio millar de contratos que sol¨ªan tener por temporada, solo han cerrado ocho ¡°microeventos¡± desde que estall¨® el virus. Han tenido que prescindir de los seis empleados que ten¨ªan y de los 300 que llegaban a pasar cada a?o por la empresa mediante contratos temporales entre monitores, animadores y dem¨¢s personal. ¡°Sentimos que hemos hecho da?o a mucha gente que trabajaba con nosotros habitualmente, chavales que estudian y que se sacaban un extra en verano¡±.