Liberaci¨®n
El expresidente de Estados Unidos encarn¨® una pol¨ªtica lisa y llanamente de supremacismo blanco
Mientras celebramos el habernos liberado del desgobierno de Donald Trump, no debemos olvidar que su presidencia encarn¨® la pol¨ªtica lisa y llana del supremacismo blanco estadounidense. En sus expresiones, Trump se mostr¨® como un gobernador segregacionista sure?o de los a?os sesenta y, tras perder la elecci¨®n de 2020, como un senador secesionista en v¨ªsperas de la guerra civil. Para que la victoria sobre la pol¨ªtica destructiva de T...
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Mientras celebramos el habernos liberado del desgobierno de Donald Trump, no debemos olvidar que su presidencia encarn¨® la pol¨ªtica lisa y llana del supremacismo blanco estadounidense. En sus expresiones, Trump se mostr¨® como un gobernador segregacionista sure?o de los a?os sesenta y, tras perder la elecci¨®n de 2020, como un senador secesionista en v¨ªsperas de la guerra civil. Para que la victoria sobre la pol¨ªtica destructiva de Trump se sostenga, hay que superar el racismo que lo llev¨® al poder. Es el desaf¨ªo urgente al que se enfrentan no s¨®lo Estados Unidos, sino tambi¨¦n muchas sociedades multi?¨¦tnicas en todo el mundo.
Trump le vendi¨® a un subconjunto de los votantes estadounidenses (blancos, mayores, menos educados, suroccidentales, habitantes de las periferias urbanas y del campo, cristianos evang¨¦licos) la idea de que pod¨ªan recuperar el pasado racista de Estados Unidos. Ese grupo de votantes (algo as¨ª como el 20% o 25% de los estadounidenses adultos) fue la principal base de apoyo de Trump en la elecci¨®n de 2016 y le bast¨® para adue?arse del Partido Republicano y luego conseguir una apretada victoria en el Colegio Electoral (tras perder el voto popular por tres millones).
Victoria que tambi¨¦n fue posible gracias a otras peculiaridades de la pol¨ªtica estadounidense. Si en Estados Unidos votara una proporci¨®n alta de la poblaci¨®n (como en pa¨ªses donde la inscripci¨®n en el padr¨®n es autom¨¢tica y se alienta a votar o es obligatorio), Trump no hubiera tenido ninguna posibilidad de ganar en 2016. Pero persisten en la pol¨ªtica estadounidense viejas barreras contra el voto de afroamericanos, pobres y j¨®venes, cuyo prop¨®sito es mantener la supremac¨ªa pol¨ªtica y econ¨®mica de sectores blancos adinerados (en resumen: su prop¨®sito es permitir la elecci¨®n de tipos como Trump).
La pol¨ªtica vulgar de Trump fue prueba de la persistencia de su atractivo racista para evang¨¦licos blancos de m¨¢s edad y para algunos votantes m¨¢s j¨®venes, como los que el 6 de enero asaltaron el Capitolio y amenazaron con linchar al vicepresidente Mike Pence por no impedir la certificaci¨®n de la victoria de Joe Biden en el Colegio Electoral. Muy pocos analistas prestaron atenci¨®n a la continuidad entre la nostalgia racista de Trump y la pol¨ªtica similar de Ronald Reagan, que us¨® una consigna casi id¨¦ntica (¡°Hagamos a Estados Unidos grande otra vez¡±) con el mismo prop¨®sito.
Pero la pol¨ªtica racista no es un problema exclusivo de Estados Unidos, aunque le afecta en modo particular desde sus or¨ªgenes como sociedad esclavista. El estilo pol¨ªtico de Trump tiene an¨¢logos en otros pa¨ªses multi¨¦tnicos donde el racismo tambi¨¦n configura las estructuras de poder.
Pensemos en el primer ministro israel¨ª Benjam¨ªn Netanyahu, otro pol¨ªtico manipulador, que se aferr¨® al poder denigrando a los israel¨ªes ¨¢rabes y negando hasta la justicia m¨¢s elemental al pueblo palestino. Los evang¨¦licos blancos estadounidenses tienen un profundo parentesco con la derecha israel¨ª; Trump y Netanyahu compartieron las mismas pol¨ªticas excluyentes.
Pensemos en el brasile?o Jair Bolsonaro, apodado el Trump del tr¨®pico. Aqu¨ª tambi¨¦n la conexi¨®n con Trump no es s¨®lo cuesti¨®n de estilo y temperamento. Los grupos evang¨¦licos blancos en Estados Unidos vieron en Bolsonaro a uno de los suyos y trabajaron asiduamente para ayudarle a ganar. Ahora Bolsonaro gobierna atacando a la cultura afrobrasile?a y a las poblaciones ind¨ªgenas de Brasil.
Pensemos tambi¨¦n en la estrecha relaci¨®n de Trump con el presidente ruso Vlad¨ªmir Putin. Algunos dicen que este posee kompromat (materiales comprometedores) sobre Trump. Otros ven intereses financieros compartidos. Pero otra parte de la historia es una obvia afinidad pol¨ªtica. Un ingrediente importante del ¨¦xito de Putin ha sido recalcar a los rusos ¨¦tnicos la idea de que son los verdaderos l¨ªderes de la sociedad multi¨¦tnica de Rusia. La adopci¨®n pol¨ªtica putinista de la religi¨®n ortodoxa rusa es an¨¢loga a la que hizo el expresidente de Estados Unidos de la religi¨®n evang¨¦lica blanca.
Otro admirador declarado de Trump es el primer ministro indio Narendra Modi; los dos se deshicieron en elogios mutuos durante la visita que hizo Trump a la India en 2020. La base de apoyo de Modi incluye a nacionalistas hinduistas de extrema derecha que predican el odio contra la minor¨ªa musulmana de la India. La ocupaci¨®n militar del Estado mayoritariamente musulm¨¢n de Cachemira en 2019 ordenada por el Gobierno de Modi concit¨® poca atenci¨®n internacional, pero es un claro ejemplo de la b¨²squeda de r¨¦dito pol¨ªtico interno mediante la represi¨®n violenta de una etnia.
Por desgracia, el chauvinismo ¨¦tnico puede hallarse en casi cualquier sociedad multi¨¦tnica. No es accidente que Trump haya elogiado la represi¨®n china de la poblaci¨®n uigur de la provincia de Xinjiang, mayoritariamente musulmana. Y su Gobierno se ha mantenido b¨¢sicamente en silencio frente a la violenta expulsi¨®n de la poblaci¨®n musulmana rohiny¨¢ en Myanmar.
Si hay una constante en la pol¨ªtica racista en todo el mundo es esta persecuci¨®n casi universal de poblaciones nativas. En todo el mundo, los pueblos ind¨ªgenas han sido despojados de sus tierras, forzados a la servidumbre, asesinados brutalmente y arrojados a la pobreza por colonos reci¨¦n llegados. Pero esta desposesi¨®n nunca fue suficiente para los conquistadores. Adem¨¢s de infligir da?o e incluso genocidio, los conquistadores tambi¨¦n echaron la culpa de sus problemas a los pueblos ind¨ªgenas, acus¨¢ndolos de ser perezosos, indignos de confianza y peligrosos, mientras prosegu¨ªa el robo de sus tierras.
Pero tambi¨¦n hay buenas noticias. La derrota de Trump y el rechazo mayoritario de la opini¨®n p¨²blica estadounidense a los insurrectos del Capitolio nos ense?an que podemos superar nuestros peores instintos, temores y prejuicios. Los racistas blancos en Estados Unidos est¨¢n perdiendo el poder, y lo saben. Los tiempos realmente est¨¢n cambiando. El pueblo estadounidense vot¨® contra la continuidad de Trump. El d¨ªa antes de la insurrecci¨®n, los votantes de Georgia eligieron como senadores a un afroamericano y a un jud¨ªo, los primeros en la historia del Estado, que ganaron a dos candidatos trumpistas en ejercicio.
De modo que la partida de Trump es una oportunidad para empezar de nuevo, no s¨®lo en la profundamente herida sociedad estadounidense, sino en las sociedades multi¨¦tnicas divididas en todo el mundo. No hay excusas para gobernar usando el odio racial y el chauvinismo ¨¦tnico. En la era pos?Trump, todos los Gobiernos deben expulsar a los predicadores del odio.
El mundo tambi¨¦n debe aprender de la historia para seguir adelante. En 1948, a la sombra de las atrocidades de la II Guerra Mundial, todos los Estados miembros de la nueva Organizaci¨®n de las Naciones Unidas aprobaron la Declaraci¨®n Universal de los Derechos Humanos. Este documento magn¨ªfico se basa en el principio de la dignidad humana universal, ¡°sin distinci¨®n alguna de raza, color, sexo, idioma, religi¨®n, opini¨®n pol¨ªtica o de cualquier otra ¨ªndole, origen nacional o social, posici¨®n econ¨®mica, nacimiento o cualquier otra condici¨®n¡±.
La Declaraci¨®n Universal debe ser nuestro norte. Su 75? aniversario en 2023 ya est¨¢ cerca, y tenemos los medios para decirles no a los odiadores, a los demagogos, a los divisores. Trump pidi¨® a sus seguidores que prescindieran de usar mascarilla y dej¨® a Estados Unidos en ruinas, con 400.000 muertos por la covid?19. Ahora nosotros hemos prescindido de Trump, y podemos ocuparnos de la tarea de poner fin a la pandemia y curar a nuestras sociedades profundamente divididas.
Jeffrey D. Sachs es profesor de Desarrollo Sostenible, profesor de Gesti¨®n y Pol¨ªtica Sanitaria y director del Centro de Desarrollo Sostenible en la Universidad de Columbia. ? Project Syndicate 1995-2021. Traducci¨®n de Esteban Flamini.