Hacia la normalizaci¨®n del autocuidado de los docentes
Los profesionales deben desarrollar estrategias de protecci¨®n ante los malestares de la escuela, la universidad, los museos o cualquier otro escenario donde la educaci¨®n suceda
Desde hace unos a?os, el t¨¦rmino cuidado ha pasado de ser usado de manera excepcional a ser usado de manera repetida en muchos y muy variados contextos. Partiendo de una acepci¨®n m¨¦dica y del entorno de lo corporal, lo que entendemos por ¡°cuidados¡± se ha ido extendiendo a campos donde con anterioridad era poco o nada utilizado, como el arte contempor¨¢neo, la arquitectura o la ecolog¨ªa. Resulta desgraciadamente ejemplificador lo que ocurre cuando tecleamos en Google cuidados + mujeres o cuidados + hombres: mientras que en el primer caso las im¨¢genes hacen casi todas ellas referencia a procesos de crianza, en el segundo caso las im¨¢genes hacen referencia al autocuidado corporal, en concreto al cuidado de la piel, el afeitado y consejos de belleza masculina. Es decir, cuando cuidan las mujeres, cuidan de los dem¨¢s, y cuando cuidan los hombres, se cuidan a ellos mismos.
El t¨¦rmino se ampl¨ªa desde las acciones que realizamos en beneficio de nuestra salud f¨ªsica hasta los beneficios de nuestra salud mental y es rescatado por las te¨®ricas feministas, quienes expanden el significado comenzando a hablar del autocuidado como una estrategia pol¨ªtica de resistencia ante una vida en malestar. Todas las fuentes feministas insisten en la importancia de que los pensamientos en torno al autocuidado se desliguen expl¨ªcitamente de la idea de que cuidarse a una misma es un ejercicio que podr¨ªamos calificar de ego¨ªsta.
En el terreno de la educaci¨®n, los cuidados ya se entienden como un proceso necesario, especialmente hacia los estudiantes, como se refiere el colectivo Zemos 98 en su texto Pedagog¨ªa de los cuidados, pero lo que todav¨ªa no encontramos normalizada es la idea del autocuidado docente.
Cuando hablamos de autocuidados docentes, podemos hablar de cuando las profesionales de la educaci¨®n nos cuidamos a nosotras mismas tanto a nivel f¨ªsico como a nivel mental y desarrollamos estrategias de protecci¨®n ante los malestares de la escuela, la universidad, los museos o cualquier otro escenario donde la educaci¨®n suceda.
Estrategias que pueden ser infinitas como ser capaces de decir no ante la sobrecarga laboral, destinar parte del tiempo escolar a actividades aparentemente improductivas y alejadas del curr¨ªculum (como compartir con los estudiantes el proceso de transformar y hacer m¨¢s agradable el espacio de aprendizaje), o aprender a realizar actividades m¨¢s all¨¢ del ¨¢mbito de la educaci¨®n, disfrutando experiencias que repercutan en nuestro bienestar personal, como no hacer nada, ir a un concierto, leer una novela o hacer una cena lenta.
En un escenario vital donde los quehaceres de profesoras han quedado profundamente alterados por las consecuencias de la covid-19, quiz¨¢ sea el mejor momento para demandar la necesidad de potenciar y normalizar los autocuidados docentes, tanto a las administraciones educativas, como a la comunidad escolar como a nosotras mismas.
En los pr¨®ximos meses, entender estos autocuidados como acciones tan necesarias como el aumento de los salarios o la formaci¨®n continua va a ser importante porque si no nos autocuidamos los y las profesionales que llevamos a cabo las acciones sobre las que se sostiene la vida, esa vida quedar¨¢ destruida y no ser¨¢ posible ni siquiera cuidar a los otros.
Mar¨ªa Acaso es investigadora en arte y educaci¨®n
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