Clases ¡®online¡¯, ?por qu¨¦ llamarlo amor cuando quieren decir sexo?
Ni desde el Estado ni desde las comunidades aut¨®nomas se impulsaron planes de digitalizaci¨®n en el ¨¢mbito universitario. Se sigui¨® apostando por estructuras del siglo XX
La gran pol¨¦mica generada en las ense?anzas universitarias, en relaci¨®n a los ex¨¢menes presenciales en pleno pico de la pandemia de la covid-19, deja al descubierto una de las grandes confusiones entre lo que es la ense?anza online y lo que es el mero traslado de las clases y metodolog¨ªas presenciales al otro lado de una pantalla.
Numerosas universidades p¨²blicas, que tradicionalmente no desarrollaban ense?anza online, se han encontrado con una situaci¨®n inusitada cuando la presencialidad ya no era posible y...
La gran pol¨¦mica generada en las ense?anzas universitarias, en relaci¨®n a los ex¨¢menes presenciales en pleno pico de la pandemia de la covid-19, deja al descubierto una de las grandes confusiones entre lo que es la ense?anza online y lo que es el mero traslado de las clases y metodolog¨ªas presenciales al otro lado de una pantalla.
Numerosas universidades p¨²blicas, que tradicionalmente no desarrollaban ense?anza online, se han encontrado con una situaci¨®n inusitada cuando la presencialidad ya no era posible y decidieron, sobre la marcha, que el profesorado trasladara el modelo cl¨¢sico magistral a un modelo mal denominado ¡°online¡±. Lo que ocurri¨® fue variopinto. Un porcentaje, m¨¢s bien minoritario, se puso (o nos pusimos) a aprender en tiempo r¨¦cord a trasladar nuestra docencia al modelo online. Otro porcentaje, m¨¢s mayoritario, decidi¨® que, m¨¢s o menos con una c¨¢mara y unos powerpoints o pdf, podr¨ªa hacer lo mismo que hac¨ªa en clase, pero a trav¨¦s de internet. Y otro porcentaje, minoritario, simplemente no hizo nada, con el argumento de que no ten¨ªa la obligaci¨®n porque la universidad donde trabajaba era presencial.
Los tres colectivos ten¨ªan sus razones con sus diferentes argumentos sin obviar las diferentes actitudes ante el alumnado, pero s¨ª cabe en relaci¨®n a este aspecto, una doble reflexi¨®n. La primera trata sobre la inexistencia de un plan real de digitalizaci¨®n de la universidad p¨²blica impulsado desde el Estado y las comunidades aut¨®nomas. De hecho, se sigui¨® apostando por estructuras del siglo XIX. Desde hace m¨¢s de una d¨¦cada, diferentes universidades en nuestro pa¨ªs optaron por el modelo online con bastante ¨¦xito, como la Universitat Oberta de Catalunya o la UNED. Sin embargo, la universidad p¨²blica, sin un plan definido, mantuvo la dicotom¨ªa entre ense?anza presencial y la opci¨®n online muy minoritaria.
La segunda idea es la relacionada con la tendencia a parchear las cosas. Cuando la p¨¦rfida covid nos impidi¨® la interacci¨®n social f¨ªsica, surgi¨® la ¡°falsa ense?anza online¡± con id¨¦nticos contenidos y metodolog¨ªas tradicionales tras una pantalla. Entonces, los servicios de inform¨¢tica de las universidades desarrollaron sistemas de evaluaci¨®n online donde el profesor podr¨ªa vigilar a los alumnos a trav¨¦s de sus c¨¢maras (misi¨®n, por otro lado, imposible en una pantalla de como mucho 25 pulgadas), y lo que era perfectamente previsible: los alumnos copian (cuando pueden).
En realidad, confundir la ense?anza online con lo anterior es como llamar amor al sexo. La ense?anza online se basa en cinco pilares: a) las lecciones online, en tiempo real y/o disponibles para el alumno de manera as¨ªncrona, b) los contenidos o materiales a disposici¨®n de los alumnos en todo momento y desde el principio, c) la temporalizaci¨®n de las tareas, fundamental para que el alumno sea consciente de su propio aprendizaje, d) las tutor¨ªas con el profesor para solventar dudas y e) la evaluaci¨®n online, continua y basada en las capacidades adquiridas, donde la memorizaci¨®n es una de ellas, pero no la ¨²nica.
En la ense?anza online, cada alumno evoluciona en su aprendizaje de manera individual, no siguiendo el ritmo que marque el profesor, como en la ense?anza presencial cl¨¢sica. Este tren de la verdadera ense?anza online ya pas¨® por la universidad p¨²blica y solo se subieron algunos docentes, quienes, sin contraprestaci¨®n, decidieron dedicar su esfuerzo a su implantaci¨®n. El profesor aqu¨ª deja su papel como fuente central de conocimiento para convertirse en un dinamizador del aprendizaje. Es hora de tomar ese tren, desmontando y transformando muchas estructuras universitarias, especialmente cuando el papel del profesor pasa a convertirse en dise?ador de m¨®dulos de ense?anza y cuando la docencia ha de valorarse igual o m¨¢s que la investigaci¨®n. En definitiva, no se trata de sexo, se trata de amor (por la docencia).
Daniel Arias Aranda es catedr¨¢tico de Organizaci¨®n de Empresas de la Universidad de Granada.
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