Laboratorio para la libertad
Es imprescindible construir un nuevo pacto social en el que la universidad gestione la relaci¨®n entre ¡°los que saben y los que no¡±, bajo el principio democr¨¢tico de ¡°nada sobre nosotros sin nosotros¡±
La Universidad es una instituci¨®n sutil. Fr¨¢gil a la vez que influyente. Su singularidad se soporta en el hecho de ser la guardiana de uno de los valores cr¨ªticos para la democracia: la libertad acad¨¦mica. Para cuidar de este tesoro que pertenece al conjunto de la sociedad dispone de un atributo excepcional, la autonom¨ªa universitaria. Sin libertad acad¨¦mica no hay democracia, y sin autogobierno no hay Universidad. La universidad est¨¢ esenc...
La Universidad es una instituci¨®n sutil. Fr¨¢gil a la vez que influyente. Su singularidad se soporta en el hecho de ser la guardiana de uno de los valores cr¨ªticos para la democracia: la libertad acad¨¦mica. Para cuidar de este tesoro que pertenece al conjunto de la sociedad dispone de un atributo excepcional, la autonom¨ªa universitaria. Sin libertad acad¨¦mica no hay democracia, y sin autogobierno no hay Universidad. La universidad est¨¢ esencialmente vinculada a los valores democr¨¢ticos de los que emana, y lo est¨¢, a trav¨¦s de la creaci¨®n y difusi¨®n de conocimiento en una relaci¨®n abierta con la sociedad.
La libertad acad¨¦mica se ejercita a trav¨¦s de un pacto refrendado constitucionalmente entre la sociedad y la Universidad. Un acuerdo que tambi¨¦n afecta a todos los poderes p¨²blicos, tanto del ¨¢mbito legislativo, como del ejecutivo o judicial, que tienen en la Universidad una referencia en la toma de decisiones y en la definici¨®n de pol¨ªticas fundamentadas en el conocimiento cient¨ªfico y la experiencia social; sin perjuicio del compromiso constitucional en favorecer las condiciones para un ejercicio efectivo de la autonom¨ªa universitaria.
Es en el contenido de este pacto social, con el refrendo legal que corresponda, en el que encontramos el m¨¢ximo com¨²n divisor de la instituci¨®n universitaria, m¨¢s all¨¢ de nominalismos y de disputas sobre la naturaleza de instituciones que puedan usar en su definici¨®n el t¨¦rmino Universidad. Sin la ambici¨®n de ser un espacio abierto de libertad para la generaci¨®n y difusi¨®n de conocimiento, no podemos hablar de Universidad. De igual manera que sin el acuerdo y confianza de su comunidad, la Universidad no podr¨ªa soportar las presiones de las pol¨ªticas y de los poderes f¨¢cticos para realizar su funci¨®n.
La Universidad es libertad en acci¨®n. Lo es en la formaci¨®n de capital humano y tecnol¨®gico, en el desarrollo end¨®geno y la internacionalizaci¨®n de los territorios, en la creaci¨®n art¨ªstica y la defensa de los derechos fundamentales o en la responsabilidad social y las actividades de extensi¨®n con las que se relaciona con los ciudadanos. La Universidad es un espacio insustituible para la libertad en una sociedad democr¨¢tica.
Comprometer la actividad universitaria, bien desde la suficiencia financiera, bien desde el control regulatorio es un ataque a la libertad incompatible con la democracia. As¨ª, el grado de compromiso de los reg¨ªmenes pol¨ªticos con la libertad se mide en funci¨®n de las condiciones financieras y regulatorias en las que se desarrolla la autonom¨ªa universitaria.
Una Universidad sumisa o indiferente con los problemas de su comunidad carece de raz¨®n de ser¡±
La Universidad debe servir a la sociedad de la que forma parte favoreciendo el bienestar y la prosperidad, como sin duda lo hacen otras instituciones p¨²blicas y privadas, pero desde una posici¨®n alternativa, necesariamente cr¨ªtica e independiente. Una Universidad sumisa o indiferente con los problemas de su comunidad carece de raz¨®n de ser.
Con independencia de las debilidades y contradicciones que acumula la instituci¨®n universitaria, no es casualidad que una de las primeras formas de expresi¨®n del iliberalismo en su proceso de encriptaci¨®n en las sociedades democr¨¢ticas sea el desprecio hacia la Universidad y la b¨²squeda de su control pol¨ªtico. As¨ª lo ha venido siendo en la emergencia de los autoritarismos que han destruido la convivencia en la reciente historia occidental.
La universidad moderna ha sido durante 200 a?os el gran laboratorio de las sociedades occidentales, capaz de impulsar en cada momento las grandes transformaciones ideol¨®gicas y materiales en sinton¨ªa con las demandas sociales. El lugar en donde ensayar y evaluar de manera controlada los cambios sociales, al igual que en donde defender la conservaci¨®n de nuestro patrimonio m¨¢s valioso. Una doble funci¨®n esencial en una sociedad que desee decidir sobre su futuro; promover los cambios en torno a los valores compartidos y evitar disrupciones que puedan destruir la convivencia en beneficio de unos pocos.
En las ¨²ltimas d¨¦cadas, la Universidad est¨¢ viendo amenazada su hegemon¨ªa como instituci¨®n del conocimiento, sin que aparezcan instituciones alternativas en defensa del bien com¨²n. Son muchas las dificultades a las que se enfrenta para encontrar un espacio diferencial ante la emergencia de nuevos actores guiados por una l¨®gica de mercado orientada por la tecnolog¨ªa, con recursos casi ilimitados y una visi¨®n global.
De igual manera, se ha evidenciado la dificultad de la Universidad para atender a nuevas demandas de formaci¨®n, ajenas a los sistemas tradicionales de reconocimiento de t¨ªtulos oficiales, y a nuevos p¨²blicos ajenos a los tradicionales j¨®venes de clase media y media- alta.
Todo ello confluye en una situaci¨®n en la que no podemos olvidar el impacto estructural de la crisis del 2008 en muchos sistemas universitarios, con recortes en los recursos que han conducido a la precarizaci¨®n del profesorado, a la degradaci¨®n de las infraestructuras, as¨ª como a la falta de una visi¨®n compartida, en especial en la captaci¨®n de recursos para la investigaci¨®n; elemento cada vez m¨¢s determinante en las carreras acad¨¦micas.
En medio de este convulso proceso de transformaci¨®n que est¨¢ viviendo la Universidad, la irrupci¨®n de la sindemia propiciada por el covid, la aceleraci¨®n del impacto del cambio clim¨¢tico y la p¨¦rdida de certezas morales que acarrea la presencia de la guerra en el coraz¨®n de Europa nos obligan a una profunda reflexi¨®n sobrevenida acerca de la funci¨®n que est¨¢ realizando y que debe realizar. Una reflexi¨®n en la que si de algo podemos estar seguros es que nada volver¨¢ a ser igual; tampoco la Universidad que quisimos.
La universidad actual poco tiene que ver con la universitas medieval¡±
La urgencia del desaf¨ªo se mantiene, pero su complejidad se ha multiplicado. Minusvalorar la necesidad de consolidar instituciones libres y abiertas que en la compleja realidad actual sean capaces de articular los valores de la dignidad humana, compromete gravemente la viabilidad de la democracia.
Es innegable que las instituciones que han asumido en cada momento hist¨®rico el papel de centros de producci¨®n y difusi¨®n del conocimiento y de valores sociales han evolucionado con los tiempos, y lo van a seguir haciendo. Desde la academia plat¨®nica o el liceo aristot¨¦lico, a los monasterios, bibliotecas, universidades medievales, reales estudios, gabinetes y laboratorios cortesanos, reales academias y sociedades cient¨ªficas y de amigos del pa¨ªs, academias militares, hasta la universidad moderna, para llegar en el momento actual en el que son las corporaciones tecnol¨®gicas las que dise?an la sociedad.
Ahora, asumir como natural la progresiva irrelevancia de la Universidad y la incapacidad para renovar su pacto constituyente de acuerdo con la realidad actual, se antoja como un derroche y un riesgo insensato. Lo es pese al conocimiento de la complejidad y de las carencias en las que tiene que producirse el proceso de transformaci¨®n de la Universidad. Lo es por las amenazas autoritarias y excluyentes a las que se enfrenta hoy la convivencia democr¨¢tica.
La universidad del futuro seguramente poco tendr¨¢ que ver con la universidad moderna¡±
La universidad actual poco tiene que ver con la universitas medieval, m¨¢s all¨¢ del nombre, y en casos excepcionales los edificios. La universidad del futuro seguramente poco tendr¨¢ que ver con la universidad moderna. Lo que s¨ª sabemos es que la democracia requiere para la construcci¨®n de una sociedad del aprendizaje eco socialmente justa una referencia de libertad que hoy solo ofrece la Universidad.
Necesitamos la Universidad y necesitamos integrar a nuevos p¨²blicos, nuevos lugares de aprendizaje, nuevas formas de aprender, nuevas competencias y nuevas redes de relaci¨®n. Para ello es imprescindible construir un nuevo pacto social en el que la Universidad gestione la relaci¨®n entre ¡°los que saben y los que no¡±, bajo el principio democr¨¢tico de ¡°nada sobre nosotros, sin nosotros¡±. Es hora de asumir que en la compleja y mercantilizada realidad actual la relevancia de la universidad depende m¨¢s que del proteccionismo estatal de sus t¨ªtulos, de su capacidad para vincularse a las comunidades a las que sirve, de ocuparse de los problemas del mundo, de esforzarse por abrir el saber.
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