Aborto y vida naciente con malformaciones
Hay que respetar que sea ella quien tome la decisi¨®n, sin imposici¨®n prohibitiva, ni complicidad permisiva
No soy ginec¨®logo, ni jurista, ni casado. Mi relaci¨®n con el aborto se produce en dos campos: el consultorio espiritual y la clase de ¨¦tica. Desde esas perspectivas comento sobre las decisiones conflictivas de interrupci¨®n o prosecuci¨®n de un embarazo amenazado por patolog¨ªas que hacen dudar de la conveniencia de protegerlo.
Respetando la privacidad de las personas que acuden a consulta, se puede dar desde esa experiencia el testimonio siguiente: ni en el caso de la mujer embarazada que, con pesar e incertidumbre, opt¨® por interrumpir el camino hacia el nacimiento de una vida seria e irremisiblemente afectada por malformaciones graves, ni en el caso de la que, en circunstancias semejantes, opt¨® por llevar a t¨¦rmino la gestaci¨®n en medio de la angustia por la inseguridad acerca del futuro de esa vida; en ninguno de ambos casos, reitero, descubrimos indicios de que hayan tomado la decisi¨®n a la ligera, sin sufrir ni dudar. Claro es que, en el caso contrario, no habr¨ªan venido a esta consulta. Pero tambi¨¦n es cierto que, tanto quienes analizan la sociolog¨ªa del comportamiento abortivo, como las mismas personas que mantienen una postura en pro de la mayor permisividad legal, coinciden en reconocer que el aborto conlleva aspectos traum¨¢ticos que impiden decidirlo sin m¨¢s, fr¨ªvolamente.
El acompa?amiento de las personas en la toma de decisi¨®n requiere las condiciones siguientes en quien las atiende en el consultorio: 1) dolerse con la persona doliente; 2) ayudarla en su toma de decisi¨®n, con la informaci¨®n debida y el apoyo personal; 3) respetar que sea ella quien tome la decisi¨®n (sin imposici¨®n prohibitiva, ni complicidad permisiva); 4) no condenarla, aunque la decisi¨®n que haya tomado no sea la m¨¢s deseable desde determinada perspectiva moral; 5) no abandonar a la persona despu¨¦s de la toma de decisi¨®n, cuando necesite apoyo postraum¨¢tico.
Desde esta experiencia, no veo incompatibilidad entre asentir razonablemente al criterio de un moralista que califica determinada decisi¨®n de abortar como objetivamente no deseable y, al mismo tiempo, respetar la decisi¨®n responsable y en conciencia de esa persona que, tras sopesar las alternativas, opt¨® por el mal menor, no sin sufrimiento. Si moralmente no lo condenamos, tampoco aceptaremos que legalmente la penalicen.
Si moralmente no lo condenamos, tampoco aceptaremos que legalmente se penalice
A quien trata estas cuestiones en el marco acad¨¦mico del estudio de la ¨¦tica, le duele el tratamiento simplista del tema. Por ejemplo, hablar de malformaciones en general; meter en un solo paquete todos los casos, desde un simple estrechamiento del conducto esof¨¢gico en un s¨ªndrome de Down hasta una anencefalia; no caer en la cuenta de la incoherencia que supone penalizar la interrupci¨®n del embarazo en supuestos seriamente graves a la vez que se recorta el apoyo con la ley de dependencia a la crianza, sanidad y educaci¨®n de esa vida discapacitada; y un largo etc¨¦tera de acusaciones de antivida a quienes optaron dolorosamente por un mal menor en situaci¨®n de conflicto o presunciones de provida para quienes impusieron por motivaciones ideol¨®gicas la opci¨®n contraria.
Admito que no podemos tratar los problemas en la prensa como en la clase. Pero tambi¨¦n es papel de los medios ayudar a la opini¨®n p¨²blica a clarificar los problemas, tanto en ciencia como en ¨¦tica. No voy a tocar aqu¨ª el tema del comienzo de la vida humana individual, que sit¨²a la cuesti¨®n de su interrupci¨®n, en el sentido estricto, no antes de la fase fetal, pasado el segundo mes tras la concepci¨®n. Me limitar¨¦ a unos ejemplos sobre la complejidad de las malformaciones de la vida naciente.
Un feto anenc¨¦falo, carece de las m¨ªnimas estructuras neurol¨®gicas como soporte para la formaci¨®n de una persona, desde respirar aut¨®nomamente hasta capacitarse para cualquier acto estrictamente humano de sentir, pensar o querer. Aunque hubiera razones para no interrumpir su alumbramiento, no ser¨ªa por considerarlo una realidad humana personal. El aborto de un anenc¨¦falo no es el aborto de un ser humano.
Un feto con una malformaci¨®n incompatible con la vida extrauterina (supongamos el caso de una agenesia renal irremediable), no podr¨¢ llegar a realizar acci¨®n humana, porque no sobrevivir¨¢. Es asemejable al ejemplo anterior.
Ejemplos m¨¢s delicados: fetos con patolog¨ªa grave, sin soluci¨®n curativa, solo paliativa. ¡°Ante un diagn¨®stico prenatal de estas caracter¨ªsticas, la mayor¨ªa de padres solicita una interrupci¨®n de la gestaci¨®n acogi¨¦ndose al tercer supuesto de la ley del aborto¡±. Aunque objetivamente cueste asentir a este planteamiento ¡°debemos¡±, dice el doctor F. Abel, ginec¨®logo y te¨®logo moral, ¡°respetar a las personas que se encuentran en esta situaci¨®n y las decisiones que toman¡± (Diagn¨®stico prenatal, Instituto Borja de Bio¨¦tica, 2001, pp. 3-26). Al mismo tiempo habr¨¢ que seguir trabajando para que en nuestra sociedad no se discrimine a causa de la discapacidad y se responsabilice la sociedad entera del apoyo a la dependencia en todas las fases de la vida. Sin hacer esto ¨²ltimo, no tendr¨¢ credibilidad el legislador que intente suprimir el citado tercer supuesto.
Estos ejemplos pretenden evitar precipitaciones en la manipulaci¨®n de la opini¨®n p¨²blica. Que motivaciones menos confesadas ¡ªpol¨ªtica, ideol¨®gica o religiosamente¡ª no nos impidan debatir con seriedad cient¨ªfica y responsabilidad ¨¦tica.
Juan Masi¨¢ Clavel es jesuita y profesor de Bio¨¦tica en la Universidad cat¨®lica Sophia, de Tokio.
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