Estamos ansiosos perdidos
La crisis, las prisas, la presi¨®n, la autoexigencia. Las amenazas, reales o magnificadas por la percepci¨®n de cada uno, nos acechan. La ansiedad es nuestro mecanismo de defensa frente al peligro. Pero puede volverse contra nosotros. ?Por qu¨¦ estamos al borde de un ataque de nervios?
Elena se despierta sobresaltada. No ha tenido pesadillas, o no las recuerda. Mira el reloj: las cuatro y cuarenta y cinco de la madrugada. La misma hora que ayer, y antes de ayer, y todas las noches desde hace una semana. El coraz¨®n acelerado, un sudor fr¨ªo brot¨¢ndole de s¨²bito, el est¨®mago en la boca. No se alarma, no demasiado. Sabe lo que no le pasa. No le va a dar un ataque al coraz¨®n, no se va a morir, no en este momento. La primera vez que le sucedi¨® algo as¨ª ¡°pero a lo bestia¡±, hace un par de a?os, poco despu¨¦s de la traum¨¢tica muerte de su padre, se asust¨® tanto que su marido, que ahora duerme como un tronco a su lado, la llev¨® a urgencias del hospital Pr¨ªncipe de Asturias de Alcal¨¢ de Henares, a 10 minutos de su casa, creyendo que le estaba dando un infarto. En absoluto. Despu¨¦s de que un internista descartara tal posibilidad, Elena acab¨® con un ansiol¨ªtico debajo de la lengua y un diagn¨®stico r¨¢pido del psiquiatra de guardia que posteriormente confirmar¨ªa el psic¨®logo privado al que acudi¨® durante todo el a?o siguiente: ataque de p¨¢nico compatible con trastorno de ansiedad generalizada.
Desde entonces, Elena, de 42 a?os, casada y madre de dos hijos, est¨¢ aprendiendo a vivir con su angustia. Hija modelo, hermana mayor, trabajadora perfeccionista, madre clueca, se recuerda siempre preocupada por todo y por todos. Pero desde aquel ¡°clic¡± que ella atribuye al fallecimiento de su padre y su consiguiente ¡°quiebra emocional¡±, la preocupaci¨®n se le fue de las manos. A¨²n tiene rachas. Aunque se reconoce nerviosa a menudo, mantiene su inquietud a raya a base de disciplina. Pero un rev¨¦s familiar, una mala noticia, un apret¨®n de trabajo como el que le cay¨® hace una semana puede volver a desencadenarle ¡°yuyus¡± como el descrito.
La ansiedad prepara al organismo para atacar, esconderse o huir de un depredador. El problema es cuando el ¡®tigre¡¯ es la vida
Momentos en los que siente que no llega, que algo malo va a suceder, que no puede con su vida. Por eso ya no se asusta. Ni recurre a los comprimidos de benzodiacepinas que le prescribi¨® el psiquiatra. Sabe que si aguanta el tiempo suficiente controlando la respiraci¨®n, cerrando los ojos, tratando de pensar en otra cosa, el sudor remitir¨¢, pasar¨¢n las n¨¢useas, el coraz¨®n volver¨¢ a su ritmo. Puede que hasta le d¨¦ tiempo a echar una cabezada hasta las siete, hora en la que tendr¨¢ que levantarse, llevar a sus hijos al colegio y empezar su jornada de 10 horas en una agencia de publicidad. Elena padece de ansiedad, el trastorno mental menor m¨¢s com¨²n ¨Centre un 15% y un 20% de la poblaci¨®n, mujeres en una proporci¨®n de dos tercios, lo sufrir¨¢ en alg¨²n momento de su vida, seg¨²n la OMS¨C, y la va capeando como puede, como tantos. La diferencia es que ella lo sabe porque un d¨ªa su inquietud la puso contra las cuerdas y pidi¨® ayuda. Otros ni siquiera le ponen nombre ni remedio a su sinvivir.
Al borde del abismo. D¨ªas de v¨¦rtigo. Presi¨®n insostenible. Cumbres de infarto. Tiempos convulsos. Llevamos meses, a?os incluso, leyendo a diario sentencias apocal¨ªpticas en los medios a prop¨®sito de la situaci¨®n de las empresas, los Gobiernos, los pa¨ªses, la humanidad entera. No es de extra?ar que muchos est¨¦n al borde de un ataque de nervios.
Estamos asustados. Individual y colectivamente. El 45% de los trabajadores tienen miedo a perder su empleo y m¨¢s del 80% creen que las cosas no mejorar¨¢n en un futuro pr¨®ximo, seg¨²n el estudio Los espa?oles y la enfermedad del miedo, publicado por la Fundaci¨®n Pfizer en 2010. El doctor Enrique Baca, especializado en psiquiatr¨ªa y neurolog¨ªa, alert¨® en la presentaci¨®n del mismo de que ese miedo puede llevar a las personas y a la sociedad a la ansiedad y la par¨¢lisis. La paradoja es que si no estuvi¨¦ramos ansiosos, estar¨ªamos muertos.
¡°Son trastornos comunes por lo frecuentes, pero no siempre leves¡±, dice un psiquiatra. La ansiedad puede causar mucho dolor
La ansiedad es un mecanismo de defensa de los seres humanos frente al peligro. El sistema de alerta cerebral que activa el organismo para encarar las amenazas y que nos ha permitido sobrevivir como especie desde hace milenios. Imaginemos a un hombre primitivo que presiente que un depredador ¨Cpongamos un tigre¨C viene a por ¨¦l. Sus sentidos se agudizan, su coraz¨®n se acelera, sube su presi¨®n arterial. Su cuerpo se prepara para atacar al enemigo, esconderse o huir. Eso es ansiedad. La ansiedad buena. La que nos salva la vida cuando vemos que el coche de delante frena y hace que nosotros tambi¨¦n frenemos en mil¨¦simas de segundo para evitar el choque. La que nos permite pensar y actuar m¨¢s r¨¢pida y eficientemente cuando el tiempo apremia.
¡°El problema es cuando no hay tigre¡±, explica el psiquiatra Alberto Fern¨¢ndez-Liria, jefe del servicio de salud mental del hospital de Alcal¨¢ de Henares. ¡°O cuando el tigre es un gato como salir a la calle, acudir al trabajo, conocer gente, lidiar con los problemas del d¨ªa a d¨ªa, enfrentar la vida cotidiana. No vivimos en la selva, la estrategia tiene que ser diferente. La ansiedad normal se convierte en patol¨®gica cuando nos anula, nos paraliza, nos causa m¨¢s problemas de los que nos quita¡±.
Fern¨¢ndez-Liria tiene prohibido a su equipo decirle a ning¨²n paciente ¡°a usted no le pasa nada¡± o ¡°lo suyo es de la cabeza¡± cuando acuden a urgencias con una crisis de p¨¢nico como la de Elena. ¡°Claro que les pasa algo: tienen taquicardia, contracciones muscu?lares que pueden ser doloros¨ªsimas, sienten que les falta el aire, se creen morir. Hay que explicarles que su cuerpo se ha preparado para salir por patas porque percibe un peligro que puede ser o no real. Decirles qu¨¦ les sucede suele tranquilizarles bastante. Despu¨¦s viene el abordaje terap¨¦utico, que no es tan simple. El objetivo es que el afectado cambie ese mecanismo, que aprenda a poner las cosas en su sitio. No se trata de no tener ansiedad, sino de saber manejarla¡±.
¡°Digamos que hay personas con el dispositivo de alarma defectuoso. Se les dispara solo o ante situaciones que no lo requieren. Su percepci¨®n del peligro es err¨®nea. O no lo hay o, si lo hay, lo magnifican. Solo cuando eso interfiere gravemente en su vida cotidiana podemos hablar de trastorno de ansiedad¡±, ilustra Enrique Echebur¨²a, catedr¨¢tico de Psicolog¨ªa Cl¨ªnica de la Universidad del Pa¨ªs Vasco. Seg¨²n Echebur¨²a, hay muchos m¨¢s ansiosos cr¨®nicos de los que creemos. ¡°Hasta el 80% de las personas son lo que los anglosajones denominan worriers, algo as¨ª como agon¨ªas o sufridores. Gente que est¨¢ siempre en vilo, que cree que algo malo est¨¢ al caer, que se preocupa por todo y piensa que si no se preocupa es peor. Son personas que nunca disfrutan del todo, vale, pero tambi¨¦n pueden ser magn¨ªficos padres y profesionales, siempre hipervigilantes, pendientes de todo. Mientras se soportan a ellas mismas y no les hacen imposible la vida a los dem¨¢s y les rechazan, van tirando. Otros se acaban rompiendo. El l¨ªmite entre lo normal y lo patol¨®gico es muy particular. Ya dijo alguien que enfermo es aquel que va al m¨¦dico¡±.
Los sufridores que traspasan ese l¨ªmite, como Elena, padecen el llamado trastorno de ansiedad generalizada (TAG). Es el m¨¢s prevalente del conjunto de patolog¨ªas ansiosas, que tambi¨¦n incluye el trastorno de p¨¢nico ¨Ccuando los ataques se cronifican¨C, los trastornos f¨®bicos (agorafobia, fobia social), los trastornos obsesivo-compulsivos, el trastorno de estr¨¦s postraum¨¢tico y los trastornos adaptativos ante acontecimientos vitales. ¡°Son enfermedades comunes, por lo frecuentes, pero no siempre leves¡±, advierte el psiquiatra Fern¨¢ndez-Liria, que alerta del peligro de ¡°patologizar el sufrimiento normal, pero tambi¨¦n de despreciar el dolor que genera¡±. La ansiedad puede causar mucho sufrimiento. Y no solo al que la padece.
¡°Me gustar¨ªa llamar la atenci¨®n a los que, como yo, no entendemos qu¨¦ lleva a los afectados de la pandemia del siglo XXI (ansiedad, ataques de p¨¢nico, estr¨¦s) a tener que consumir medicamentos como el diazep¨¢n y el tranquimaz¨ªn. Necesitamos que se conozca este problema. Yo lo padezco de otra manera: veo a mi esposa y madre de mis tres hijos casi siempre ausente, con perennes ganas de llorar y sinti¨¦ndose un estorbo para la familia. Solo quiero que sep¨¢is que la familia y los amigos estamos ah¨ª para daros la mano y salir juntos¡±. Hace unas semanas, Fernando envi¨® esta conmovedora carta al director de EL PA?S bajo el t¨ªtulo De diazepanes y tranquimazines. Le llamamos una tarde pocos d¨ªas despu¨¦s de salir publicada. Nada m¨¢s descolgar el tel¨¦fono accedi¨®, agradecido, a contar por qu¨¦ la escribi¨®. Se o¨ªa de fondo un barullo de ni?os peque?os. Hoy es fiesta y Fernando, de 33 a?os, est¨¢ en casa cuidando de sus tres hijos de entre 5 y 2 a?os. Su esposa, Blanca, de 31, est¨¢ ahora mismo ingresada en una cl¨ªnica madrile?a. ¡°Est¨¢n intentando ajustarle la medicaci¨®n porque tiene la ansiedad descontrolada, una dependencia brutal de las pastillas y es un peligro para s¨ª misma¡±, dice Fernando ya en la cafeter¨ªa donde comparte su historia.
Desde fuera, Blanca y Fernando forman una pareja feliz. J¨®venes, con buenos empleos, un matrimonio urbano con los agobios t¨ªpicos de un trabajo exigente y la crianza de los hijos. Dentro viven un infierno. Hace tres a?os que ella empez¨® a sufrir ataques de p¨¢nico y una angustia creciente a la hora de coger el autob¨²s, acudir al trabajo, salir a la calle. Ella achaca sus problemas al estr¨¦s laboral y dom¨¦stico y a sus relativas dificultades econ¨®micas. ¡°Nos metimos en una hipoteca importante, nacieron los gemelos, se multiplicaron los gastos, digamos que estamos mejor que muchos, pero vamos justos¡±, rebaja Fernando. Blanca acudi¨® a su m¨¦dico de atenci¨®n primaria, que le recet¨® ansiol¨ªticos ¨Clas benzodiacepinas son el medicamento m¨¢s utilizado¨C para mitigarle la ansiedad y le prescribi¨® una baja laboral que se alarg¨® cerca de dos a?os ante la creciente impaciencia de Fernando. ¡°No lo entend¨ªa. Yo tambi¨¦n tengo estr¨¦s, m¨¢s ca?a que a m¨ª no le meten a nadie. La ve¨ªa encerrada en casa y me parec¨ªa un s¨ªntoma de pura debilidad. Le dec¨ªa: ¡®Blanca, espabila, que te van a poner en la calle¡¯. Ahora me arrepiento de mi ignorancia¡±.
Hay quien necesita presi¨®n para rendir al m¨¢ximo. El problema no es la ansiedad, sino la respuesta de cada uno ante ella
Despu¨¦s de un periodo de mejor¨ªa en el que ella misma se fue rebajando la dosis de ansiol¨ªticos hasta prescindir de ellos, Blanca volvi¨® a trabajar. Pero a principios de este verano volvieron los nervios, las palpitaciones, las crisis. La visita al m¨¦dico de cabecera. Los ansiol¨ªticos tomados sin m¨¢s control que su voluntad, cada vez m¨¢s mermada. Hasta que, a la vuelta de vacaciones, el jefe de Blanca llam¨® a Fernando. Su esposa se hab¨ªa desplomado en la oficina. La trasladan en ambulancia al hospital. All¨ª, Blanca le confiesa a su marido que se ha tomado un pu?ado de pastillas. ¡°No quiero morir, solo tengo mucho dolor dentro y quiero que se me pase¡±, le dijo. ¡°Se te cae el mundo encima¡±, resume hoy ¨¦l. Desde entonces se le ha ca¨ªdo otras cuatro veces. Las mismas que Blanca, otra vez de baja en casa, ha vuelto a sobremedicarse con sus benzodiacepinas a pesar del control al que la someten sus familiares. Despu¨¦s de la ¨²ltima, la psiquiatra de urgencia aconsej¨® su ingreso voluntario en una cl¨ªnica para ¡°desintoxicaci¨®n y ajuste farmacol¨®gico¡±, seg¨²n reza en el informe. Lleva all¨ª 10 d¨ªas. ¡°Cuando salga, dicen que la derivar¨¢n a un psic¨®logo para ver d¨®nde est¨¢ la ra¨ªz de lo que le ocurre¡±, dice Fernando. ?No tendr¨ªa que haber sido al rev¨¦s?
Los ¡®ansiosos¡¯ que piden ayuda suelen hacerlo, en primera lugar, a su m¨¦dico de cabecera. La Sociedad Espa?ola de Medicina de Familia estima que uno de cada tres pacientes acude a consulta con s¨ªntomas relacionados con problemas de salud mental. No necesariamente expresan inquietud o tristeza. Les duele la cabeza, la espalda, el est¨®mago; tienen insomnio, problemas dermatol¨®gicos, infecciones, inapetencia o hambre desaforada; est¨¢n fatigados f¨ªsica y mentalmente, se encuentran mal. Son lo que los expertos llaman somatizaciones de los males del alma. ¡°El organismo se resiente de la sobrecarga a la que lo somete el proceso de activaci¨®n constante de la ansiedad, y el cuerpo se queja¡±, ilustra el catedr¨¢tico de Psicolog¨ªa Antonio Cano Vindel, presidente de la Sociedad Espa?ola para el Estudio de la Ansiedad y el Estr¨¦s (SEAS), que estima que esos, digamos, efectos secundarios de la ansiedad no tratada no solo merman la calidad de vida, sino que pueden acortarla.
De la aptitud y la actitud del facultativo depende un buen diagn¨®stico y abordaje del afectado. El catedr¨¢tico de Psiquiatr¨ªa y director del Instituto de Atenci¨®n Psiqui¨¢trica del Hospital del Mar de Barcelona, Antoni Bulbena, coautor de la Gu¨ªa para el manejo de pacientes con trastornos de ansiedad en atenci¨®n primaria, opina que el tratamiento ideal combina la terapia farmacol¨®gica con la psicol¨®gica y la ambiental. ¡°La medicaci¨®n es ¨²til en los casos agudos, pero abordar el problema solo con f¨¢rmacos puede ser absurdo; igual que solo con psicoterapia en seg¨²n qu¨¦ casos. Cada paciente es distinto, pero al final se trata de que sepa qu¨¦ le pasa, lo entienda, y aprenda estrategias y herramientas para manejarse en su ambiente¡±. ¡°Eso es f¨¢cil decirlo¡±, responde una m¨¦dico de familia acostumbrada a verle la cara a la ansiedad al otro lado de su mesa de consulta. ¡°Pero solo tenemos cinco minutos por paciente, si llega; los servicios p¨²blicos de salud mental, salvo para casos graves, tienen unas listas de espera tremendas, y el paciente te pide desesperadamente un alivio¡±. En esas circunstancias, la prescripci¨®n de ansiol¨ªticos y antidepresivos es el recurso m¨¢s factible ¨Cy barato: un psic¨®logo privado cuesta en torno a 90 euros la sesi¨®n¨C, cuando no el ¨²nico para proporcion¨¢rselo. Otra cosa son los efectos no deseados.
El consumo de ansiol¨ªticos se ha duplicado en la ¨²ltima d¨¦cada. El 16% de los espa?oles ha tomado alg¨²n psicof¨¢rmaco en el ¨²ltimo a?o, seg¨²n el presidente de la SEAS. De las 900.000 personas que consumen hipnosedantes, seg¨²n el Plan Nacional de Drogas, entre 600.000 y 700.000 son mujeres. Factores hormonales, la doble jornada laboral y dom¨¦stica y la mayor propensi¨®n a pedir ayuda son los aspectos que citan los expertos para explicar la prevalencia femenina de la ansiedad. Esos mismos expertos no son un¨¢nimes a la hora de calificar ese nivel de consumo de f¨¢rmacos. Unos, como el psiquiatra Bulbena, estiman que hay muchos m¨¢s casos de ansiedad no diagnosticados ni tratados que de consumo innecesario de medicamentos. Otros hablan de automedicaci¨®n, uso inadecuado o abusivo. Y otros, como los psic¨®logos Cano Vindel o Juan Jos¨¦ Legarda, directamente de adicci¨®n.
Legarda dirige Tavad, un centro especializado en adicciones radicado en Madrid donde desintoxica y rehabilita a alcoh¨®licos, cocain¨®manos y tambi¨¦n a adictos ¨C¡°sobre todo adictas¡±¨C a las benzodiacepinas. ¡°Es la droga de las mujeres¡±, sostiene. ?Por qu¨¦? ¡°Porque es legal, porque se la receta el m¨¦dico, porque es muy efectiva al principio. Pero cuando pasan sus efectos, si no se cambia la manera de gestionarla, la ansiedad sigue ah¨ª. Y se vuelve a tomar pastillas para aliviarla, y cada vez se necesitan m¨¢s, y al final se puede confundir la ansiedad propia con la de la abstinencia, y no es dif¨ªcil caer en el c¨ªrculo vicioso de la adicci¨®n¡±. Seg¨²n Legarda, la ansiedad y las adicciones est¨¢n ¨ªntimamente relacionadas. ¡°La mayor¨ªa de la gente no es feliz la mayor parte del tiempo. La clave es c¨®mo manejar ese malestar. Unos tiran de determinaci¨®n. Pero hay personas con ansiedad que buscan y encuentran refuerzo en cosas que les calmen: la comida, los medicamentos, el alcohol, y algunas caen en la adicci¨®n¡±.
Pablo ha conducido hoy 300 kil¨®metros desde un pueblo de provincias hasta Madrid para acudir a la consulta semanal con su terapeuta de Tavad. Lleva tres meses siguiendo el programa de un a?o ¨C5.000 euros, incluido tratamiento hospitalario, farmacol¨®gico y psicoterap¨¦utico¨C que ofrece este centro para librarse de la dependencia, en su caso, del alcoholismo. Pablo, empresario de ocio, de 34 a?os, casado y con una hija de 3, se reconoce ¡°ansioso¡± desde que recuerda. No hace falta que lo jure: habla a borbotones, se retuerce las manos, tiene las u?as mordidas hasta los codos. Pero desde que falt¨® su padre cuando ¨¦l ten¨ªa 28 a?os y se tuvo que hacer cargo del negocio familiar, su ansiedad se exacerb¨®. Tuvo varias crisis de p¨¢nico, en las que acababa en urgencias, sin decidirse a usar ¨C ¡°por miedo a los efectos secundarios¡±¨C los ansiol¨ªticos que le recetaban y sin tomar ninguna medida especial al respecto. S¨ª acudi¨®, sin embargo, a otros remedios.
¡°Siempre fui un bebedor social. El alcohol forma parte de mi vida: lo vendo, lo sirvo, invito y me dejo invitar por trabajo. Pero empec¨¦ a beber m¨¢s y m¨¢s a menudo para evadirme de la presi¨®n, para relajarme de m¨ª mismo. Hasta que empezaron los problemas con mi mujer y atisb¨¦ lo que me esperaba si segu¨ªa as¨ª. He visto a muchos acabar mal, y yo no quiero: por eso estoy aqu¨ª¡±, explica. M¨¢s all¨¢ de controlar su alcoholismo, aqu¨ª le est¨¢n ense?ando a manejar la ansiedad generalizada que le ha diagnosticado el psic¨®logo y que le lleva a beber. Est¨¢ en ello. ¡°Ni quiero ni puedo cambiar de vida, entre otras cosas porque tengo varias familias que dependen de m¨ª. Tampoco puedo darle la vuelta a mi naturaleza. As¨ª que se trata de vivir con esto. Es como un amigo ¨ªntimo y pesado con el que tienes que aprender a llevarte bien¡±.
La inquietud y la zozobra siempre han sido material inspirador de primer orden para el arte. ¡°El hombre es angustia¡±, dijo Sartre
Hace tiempo que la dise?adora de moda Ana Locking, de 41 a?os, aprendi¨® a bregar razonablemente bien con la inquietud. Lo cuenta en su showroom madrile?o, una pieza minimalista sin m¨¢s ruido ambiental que algunas piezas escogidas de su ¨²ltima colecci¨®n. En ellas, un alegre estampado liberty da paso, seg¨²n se desciende en la longitud de la prenda, a una barah¨²nda de bichos ¨Ctermitas, escarabajos, hormigas¨C que a la vez alimenta y corroe los tallos y las ra¨ªces de las flores. ¡°Mis colecciones son en cierto modo autobiogr¨¢ficas¡±, confiesa. En esta, llamada Under Beauty, Locking quer¨ªa mostrar lo que la belleza esconde. ¡°Que debajo del glamour de la moda, y de la vida, puede haber podredumbre, caos y dolor. Esta profesi¨®n no ayuda a sobrellevar la inquietud. Cada vez m¨¢s exige resultados: ¨¦xito, notoriedad, cuatro y cinco colecciones por temporada. As¨ª, creadores tan brillantes como John Galliano, Marc Jacobs o el desgraciado caso de Alexander McQueen se han roto, literalmente, en el camino¡±.
Ana tambi¨¦n se quebr¨® hace 11 a?os. Trabajaba 16 horas diarias. Empezaba con su marca de bisuter¨ªa, vend¨ªa en los mejores establecimientos del mundo, ella lo hac¨ªa todo. ¡°Hasta que mi cuerpo pet¨®. Tuve una crisis de ansiedad conduciendo. Bueno, eso lo supe despu¨¦s. Lo que sent¨ª es que me iba a morir all¨ª mismo¡±. No muri¨®. Volvi¨® a casa de su madre. Estuvo un a?o con medicaci¨®n ansiol¨ªtica y antidepresiva, y a?o y medio yendo al psic¨®logo. ¡°Aun despu¨¦s de haberlo dejado, estuve meses con el lexat¨ªn en el bolso por miedo a que me volviera a pasar. Pero lo que de verdad me ayud¨® fue la psicoterapia. Me ense?aron a conocerme, a saber que tengo d¨ªas buenos y malos, a dominar mi mente y mi cuerpo, que las tragedias laborales no matan, que si se cuelga el ordenador, ya volver¨¢. Ahora soy m¨¢s fuerte¡±.
Locking, como cualquiera, sabe de colegas de profesi¨®n que tiran de orfidal, lorazepam o valium para soportar la ansiedad de los desfiles, los viajes, la vida. Pero para sufrir de ansiedad no hace falta tener oficios glamurosos ni particularmente estresantes. Es peor no trabajar en absoluto queriendo hacerlo. Los parados tienen un 2,2% m¨¢s de trastornos de ansiedad que los ocupados, seg¨²n el Estudio Epidemiol¨®gico de Trastornos Mentales en Europa de la OMS.
Todos conocemos tambi¨¦n a personas que necesitan cierta ansiedad para rendir al m¨¢ximo. Son los que tienen que tomarse cuatro caf¨¦s, o coca-colas, o esas bebidas energ¨¦ticas tipo Red Bull que proliferan ¨²ltimamente en las m¨¢quinas de las oficinas, para ponerse a punto. Gente que funciona mejor bajo presi¨®n. El doctor Carlos Tejero, vocal de la Sociedad Espa?ola de Neurolog¨ªa, tiene una explicaci¨®n. ¡°Cierto nivel de ansiedad es bueno para el rendimiento. Lo vemos cuando se la provocamos a una persona a la que le estamos haciendo un TAC. Se activan determinadas ¨¢reas del cerebro como las de asociaci¨®n, aumenta la sincron¨ªa entre las conexiones neuronales, se est¨¢ m¨¢s alerta. El problema viene cuando se traspasa ese nivel de ansiedad, o cuando el sujeto no canaliza bien la respuesta. No sabemos qu¨¦ pasa en el cerebro de los ansiosos patol¨®gicos¡±, admite, ¡°entre otras cosas porque no podemos meterlos en el tubo del TAC¡±.
La inquietud, la incertidumbre, la zozobra siempre han sido material creativo de primer orden. Ah¨ª est¨¢ El libro del desasosiego, de Pessoa. ¡°El hombre es angustia¡±, lleg¨® a decir Sartre. La fil¨®sofa Victoria Camps, autora del ensayo El gobierno de las emociones, cree que ¡°aunque los estados de ¨¢nimo son individuales y no sociales, podemos decir que ahora mismo estamos inmersos en la ansiedad. La sufrimos todos. Los mayores y los j¨®venes, que han sido educados para el ¨¦xito y ahora se encuentran con que todo es adversidad. Hasta los pol¨ªticos, si son responsables, est¨¢n afectados. Pero esta puede ser tambi¨¦n una oportunidad. Hay que cambiar las cosas. Hay que transformar ese sentimiento de par¨¢lisis en acci¨®n. Y tenemos que hacerlo entre todos¡±.
Mientras, las consultas siguen llenas. ¡°Todos los trastornos de psicolog¨ªa menor tienen que ver con la ansiedad, y el resto son chorradas como lo del s¨ªndrome posvacacional¡±, corrobora Antonio Espino, jefe de los servicios de salud mental de Majadahonda. El ¨¦xito de los profesionales es relativo. ¡°En Reino Unido han medido la eficacia de la terapia. El 65% de los pacientes dice haber mejorado tras un tratamiento farmacol¨®gico y terap¨¦utico, pero solo hay un 30% de remisi¨®n. No es para tirar cohetes¡±, admite Fern¨¢ndez-Liria, que suele decirles a sus pacientes: ¡°Tu cuerpo se ha preparado para correr: pues corre¡±. La actividad f¨ªsica, la meditaci¨®n, las aficiones, la vida social, los manuales de autoayuda. Todo sirve para no pensar o no pensar tanto en un problema que afecta no solo a quien lo sufre. ¡°Los deprimidos son deprimentes y los ansiosos nos ponen de los nervios, pero necesitan nuestro apoyo¡±.
Ya se lo dijo la psiquiatra de guardia a Fer??nando cuando este le pregunt¨® por la raz¨®n de la sinraz¨®n que lleva a su esposa a ati??bo??rrarse de ansiol¨ªticos. ¡°Nadie sabe lo que es el infierno hasta que no lo tiene dentro¡±.
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